Un título mítico del cine del régimen franquista es lo que supuso esta Locura de amor, con la que se inauguró una nueva etapa en la concepción del cine nacionalista de la época, abandonándose los delirios de la llamada Cruzada de Liberación por esta otra actitud más etérea de grandezas imperiales, aunque fueran de cartón-piedra. El Eje (Alemania, Italia, Japón) había perdido ya la Segunda Guerra Mundial, y no convenía seguir con las historias neonazis.
Juan de Orduña obtuvo con este filme un estrepitoso éxito de taquilla, que lo encumbraría como un cineasta seguro y valioso, aunque fuera sólo desde un punto de vista comercial. Actualmente, ver Locura de amor tiene tres alicientes: el puramente arqueológico, destinado a los eruditos y estudiosos de la materia; el nostálgico, para los que la vieron en su momento y quieran recordar viejos tiempos; y el de la rechifla, para el personal joven que quiera partirse de risa con este dramón romántico y necrofílico, con este guión imposible de puro ampuloso, con esta visión “kitsch” de la historia del efímero reinado de la reina Juana de Castilla, al que daría vida una Aurora Bautista a la que, ciertamente, el papel le venía como anillo al dedo, aunque su engolamiento, perfecto para la época, sea hoy día tan chirriante.
A destacar la espléndida hembra que era entonces Sara Montiel, en un papel de pérfida morita que se encargaba de bordar, con una impagable turbiedad en una historia blanca hasta la náusea. Qué distinta, entonces, de la versión, infinitamente más moderna, audaz y realista, que hizo Vicente Aranda en Juana la Loca (2001), más de medio siglo después…
(09-12-2007)
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