Esta costeada versión de la vida de la Reina Juana de Castilla supone un nuevo salto cualitativo en la filmografía, siempre interesante, de Vicente Aranda. Aunque en principio pudiera suponerse que un filme de época poco tiene que ver con su cine (de hecho, lo más lejos que había llegado el cineasta barcelonés hasta ahora era a principios del siglo XX, en El crimen del capitán Sánchez), en la realidad no es así: la idea motriz del filme es la del amor más allá de cualquier otra consideración. La reina ama a su marido, Felipe el Hermoso, por encima de todo; incluso de la corona, que prácticamente pierde por sus excesos a la hora de intentar el regreso del esposo a su lecho. Ese amor, tan preñado de sexualidad pura y dura, casi lindante con la ninfomanía, es una de las constantes del autor de Celos, y aquí está llevado hasta el paroxismo.
Obra densa e intensa, traza un desolador panorama de las maniobras políticas que todo régimen de poder lleva adheridas como excrecencias inevitables. Costeada en lo económico, ello se aprecia visualmente, en una película de época en la que no se ve por parte alguna el desacreditado cartón-piedra, habitual en este tipo de productos: aquí las piedras son muy reales.
Por supuesto, en la comparación con la vieja y engolada Locura de amor, de Juan de Orduña, que trata la misma historia, este nuevo y pujante filme gana "de calle".
Mención aparte, además de para el sobrio trabajo de realización de Aranda, más clásico que nunca (y también más recatado sexualmente hablando...), para la formidable composición de Pilar López de Ayala como la reina loca; ya es habitual que Vicente obtenga los mejores resultados de sus actrices: Victoria Abril, Ana Belén, Aitana Sánchez-Gijón... y ahora también Pilar, un volcán de pasiones en un cuerpo que parece frágil, en una chica tan joven en edad como madura en recursos interpretativos, que nos regala una inolvidable interpretación, muy por encima del resto del elenco, salvo una austera y notable Rosana Pastor.
110'