En tres artículos anteriores hemos venido analizando las distintas maneras en las que la comedieta española ha estado presente en el cine entre los años sesenta y principios de los noventa, anotando las diversas formulaciones que un mismo subgénero ha ido tomando a lo largo del tiempo y conforme las circunstancias (políticas, sociales, etc.) han permitido o propiciado. Hemos hablado, entonces, sucesivamente, de lopezvazquismo, landismo y pajarestesismo.
Pero, como pretendemos demostrar en esta tetralogía de la que este es su último capítulo, la caspa española ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Porque si datamos en 1991 la fecha del último film que podemos considerar dentro de alguna de las tres corrientes antes citadas (concretamente Aquí el que no corre, vuela, de Javier Aguirre, con Fernando Esteso en el canto del cisne del pajarestesismo), no pasarán ni siete años antes de que el cine de comedia fácil vuelva a las pantallas españolas, bajo una nueva formulación, que hemos dado en llamar “torrentismo”.
Santiago Segura (Madrid, 1965), graduado en Bellas Artes por la Complutense, se inicia en el cine desde muy joven, generalmente en temas de comedia o eróticos. Sus comienzos en cine serán como director, inicialmente de cortometrajes, consiguiendo el Goya por uno de ellos, Perturbado (1994), y también como intérprete, generalmente en papeles de reparto, obteniendo otro Goya, en este caso al Mejor Actor de Reparto, por El día de la bestia (1995), de Álex de la Iglesia.
En 1998 consigue financiación (a través de Lolafilms, la entonces productora de Andrés Vicente Gómez) para su primer proyecto de largometraje, que se titulará Torrente, el brazo tonto de la ley, y que se constituye en todo un fenómeno comercial, con tres millones de espectadores, convirtiéndose en la película española más taquillera hasta ese momento. El film giraba en torno a la figura (oronda, muy oronda; y guarra, muy guarra...) de un expolicía, José Luis Torrente, un tipo desaseado, facha, machista, racista y del Atleti, como se publicitaba en tráilers, afiches y propaganda, con veneración por iconos de la cultura popular como Tony Leblanc y El Fary, y con una inusitada capacidad para meter la pata, un fantoche al que las idas y venidas de la vida, inopinadamente, le harán quedar como el héroe que nunca pensó que llegaría a ser.
Lo curioso es que este primer Torrente tuvo su interés: el retrato en sepia de este descerebrado ponía en imagen cierto tipo, o estereotipo, realmente existente en España, aquí obviamente exagerado y caricaturizado, una clase de individuo que había digerido mal el final del franquismo y que tenía que apañárselas como buenamente podía en los nuevos tiempos. Una mirada francamente bizarra sobre la sociedad de la época, nada políticamente correcta, hacía también apreciable esta primera aportación a la saga de un individuo que, sin embargo, iría perdiendo interés conforme fueron avanzando los sucesivos capítulos de la serie cinematográfica. De hecho, este primer capítulo de la saga hará que Segura consiga su tercer Goya, en este caso a la Mejor Dirección Novel.
El extraordinario éxito económico del film hace que Segura acometa, no tardando mucho, una segunda parte, Torrente 2. Misión en Marbella (2001), coproduciendo con su productora, Amiguetes Entertainment, junto a la inicial Lolafilms. Ahora sitúa su acción en Marbella, supuestamente para mofarse de tanta tontería como se gasta la “jet set” allí (y lo que no es la “jet set”...), pero lo cierto es que, aparte de rizar el rizo de las guarradas y ser aún más nauseabundo que en la primera, este segundo capítulo no aporta nada en términos artísticos, bajando varios peldaños sobre la propuesta fresca y desinhibida de la primera entrega de la serie. Eso sí, en términos económicos, Torrente 2 es como un tsunami, alcanzando el record de 5,3 millones de espectadores y convirtiéndose en la segunda película más taquillera de la Historia del Cine, tras el entonces reciente éxito de Los otros (2000), de Amenábar. Ya se advierten algunas constantes que aparecerán en sucesivos capítulos: tendencia al “friquismo”, con personajes populacheros haciendo cameos; “nonsense” o humor tonto, o directamente con personajes con un plomazo dado, así como un cierto tuneamiento en función de cada film; en este caso, el tono es de parodia del cine de agentes secretos, con Torrente creyéndose, en su estupidez, un epígono de Bond, James Bond.
Como cabía imaginar, Segura, que es más listo que el hambre, no soltó esta franquicia que tan buenos réditos (económicos; de los otros ni hablamos...) le estaba dando, y no tardando mucho hace Torrente 3. El protector (2005), donde confirma que ya se ha tirado a la poca vergüenza, como decimos en mi tierra, y le importa igual ocho que ochenta que la serie entre ya de lleno en el subcine. El tercer capítulo se caracteriza por una exacerbación de lo que hemos venido en llamar “cine de fluidos”, por hacer constante alusión a esos fluidos corporales humanos, tan cotidianos, pero también tan poco habituales de encontrar en cine comercial, pero que son recibidos con delectación por públicos fáciles y de escasa formación. La tentación de la escatología, entonces, en todas sus formas y maneras, el cine de culo, caca, pedo, pis (y, ejem, semen...), se enseñorea de este tercer capítulo en el que el detective privado más repulsivo de la historia (con permiso de las gabardinas roñosas del teniente Columbo...) presentará su perfil más glamouroso (por decir algo) como escolta (de hecho, se trataba de hacer una parodia de la famosa El guardaespaldas, de Mick Jackson, con Whitney Houston y Kevin Costner). La película, siendo un gran éxito comercial, sin embargo desciende en su atracción del público, reduciéndose esta vez a 3,5 millones de espectadores, en cualquier caso una cifra exorbitante para el cine español.
Segura había dicho en público, antes del estreno del tercer segmento de la franquicia, que si este recaudaba un solo euro menos que la segunda (cosa que efectivamente ocurrió, y no precisamente un euro menos, sino muchos menos...), no habría cuarta parte. Sin embargo, serios problemas económicos al comienzo de los años diez de este siglo XXI harán que el director, actor y productor falte a la palabra dada, haga de su capa un sayo, y presente Torrente 4. Lethal crisis (Crisis letal) (2011), en la que Segura insistirá en dos de las constantes de la saga, el gusto por los friquis, al calor del éxito de programas de telebasura como Sálvame De Luxe y similares, y el cine de fluidos, resultando cada vez más grosero, procaz y asqueroso, en un extraño “tour de force” en el que Torrente rizaba cada vez más el rizo. La taquilla, aún bajando apreciablemente con respecto al anterior empeño, consiguió sin embargo atraer a 2,6 millones de espectadores.
Cuando ya parecía que el tema estaba suficientemente agotado, por no decir agostado, Segura estrena Torrente 5. Operación Eurovegas (2014), en la que el expolicía se convierte en un “outsider”, un fuera de la ley, y prepara un asalto nada menos que al famoso casino Eurovegas (que nunca llegó a construirse, como es sabido...). Pero la fórmula ya parece suficientemente estirada y el público, aunque responde, lo hace de forma muy inferior, con solo 1,8 millones de espectadores, que para cualquier otro film sería una cifra estratosférica, pero no para una saga que, en su mejor momento, multiplicó casi por tres esa cifra.
El torrentismo resultará ser, entonces, un a modo de estrambote de los fenómenos de la comedieta española que hemos descrito anteriormente. Además de presentar muchas de sus características, lógicamente evolucionadas y adaptadas a la nueva realidad del país del siglo XXI, es justo decir que tiene otras que lo diferencia de sus ancestros, como una evidente capacidad autoparódica que, si bien en los personajes de Landa, López Vázquez y Pajares-Esteso ya existía, está mucho más acentuada en Segura/Torrente: es muy difícil, por no decir imposible, identificarse con el personaje creado por Santiago, cuando muchos españolitos de los años setenta y ochenta si podían identificarse con aquellos machos celtibéricos permanentemente salidos. También es interesante subrayar en este caso que Segura crea un personaje concreto, el José Luis Torrente de marras, en contraposición con los personajes de una sola película (pero muchos con similares características, a veces casi intercambiables) que habitualmente protagonizaban sus antecesores en el landismo, lopezvazquismo y pajarestesismo.
Se cierra así (o al menos, cuando esto se escribe, así parece) esta nueva línea de la caspa cinematográfica, el torrentismo, fenómeno que, como cabría esperar, concitó numerosos emuladores que, también como era de prever, pretendieron forrarse a costa de similares elementos, pero solo consiguieron darse la gran costalada. Bien es cierto que, como partían de presupuestos muy modestos, tampoco perdieron gran cosa. Hablamos de otras muestras de subcine, dentro de la comedieta española, y en la estela del torrentismo, como Año mariano (2000), aunque esta bebía también en el venero abierto unos años atrás por Airbag (1997), de los hermanos Bajo Ulloa; Carne de gallina (2001), de Javier Maqua, Gente pez (2001), de Jorge Iglesias, y Vivancos 3 (2002), de Albert Saguer, con El Gran Wyoming, que era como un Torrente de izquierdas, que debe ser algo así como la cuadratura del círculo. Todas ellas (salvo Año mariano, que tuvo un medio pasar económico) se estrellaron en taquilla, y confirmaron que, existiendo un original (aunque fuera tan guarrindongo como el genuino José Luis Torrente), para qué quedarse con copias.
Pero no crean que la caspa ha muerto: mutatis mutandis, ya verán cómo, más temprano que tarde, vuelve a reaparecer esa comedieta casposa, esa españolada, esa astracanada que se dirige a públicos simples sin mucho más interés que echarse unas risas, cuanto más estruendosas mejor. Quizá deba ser así, porque todo no puede ser Lubitsch, Cukor o Berlanga: en un país en el que Belén Esteban es la Princesa del Pueblo, ¿por qué no iba a ser José Luis Torrente su zarrapastroso rey?
Nota: Los datos de asistencia de público han sido tomados de la web del Ministerio de Educación y Ciencia.
Ilustración: Santiago Segura caracterizado como José Luis Torrente, en una de las películas de la serie.