Rafael Utrera Macías

El hijo de Saturna en la novela de Galdós

Saturno, adolescente hijo de Saturna, criada de don Lope, es interno en un hospicio madrileño. Su presencia llega en el capítulo 7 de la novela en uno de los paseos que Tristana y la madre del muchacho efectúan por la zona de Cuatro Caminos, donde, en esta ocasión, la “pobre esclava” juega a las cuatro esquinas con la chica del tabernero. Los hospicianos quedan sueltos en las calles nuevas de Chamberí, momento que aprovechan las familias para entregarles frutas y chucherías.

El escritor organiza etopeya y prosopografía del jovenzuelo fijándose en determinados elementos que se ofrecen al lector con mezcla de calificativos y sufijos de connotaciones despectivas junto a cierto grado de ironía donde las negaciones vienen a afirmar lo contrario de lo que se quiere decir; a la evidencia de que “era rechoncho, patizambo, con unos mofletes encendidos que venían a ser como certificación viva del buen régimen del establecimiento” se le une la referencia a la “cabezota, de cabello duro y cerdoso como los pelos de un cepillo” donde tan mal encajaba una gorra con galón y un paño burdo en su ropa que convertía sus movimientos en contrarios a la elegancia. Tras estas pinceladas para describir externamente al sujeto, el novelista señala alguna característica temperamental mostrando tanto la visión de los demás personajes como la suya propia, en flagrante contradicción una y otra; en efecto, si su madre y la señorita le encontraban “muy salado”, el autor lo niega tajantemente ya que de ello no tenía “ni pizca”. Nuevos sufijos aplicados a adjetivos calificativos reúnen tres cualidades esenciales del mozalbete, “dócil, noblote, aplicadillo”, que contrastan con aficiones populares donde la “tauromaquia callejera” se lleva la palma.


Tristana y Saturno

La calle Ríos Rosas es el lugar en el que progenitores y hospicianos se encuentran; allí, unos se acomodan de inmediato con sus familias mientras otros organizan su juego favorito en personal corrida de toros. Los colegiales vienen agrupados en huérfanos y sordomudos, organizados a su vez en mudos y ciegos; si estos se entienden con el tacto, aquellos aprovechan su visión para ejecutar faenas taurinas según convenio de quién embiste y quién debe ser embestido. Saturno, separado del grupo, solicita a los transeúntes las cerillas necesarias para efectuar los consabidos y deseados ejercicios pirotécnicos.

La relación afectiva entre Tristana y Saturno se establece en función del permanente regalo con el que aquélla obsequia a éste: una naranja y una perra chica. La primera suele entenderse como símbolo de pureza, castidad y generosidad; la segunda permite a Saturna instar al ahorro a quien tiene por contumaz despilfarrador.

Tristana acude en busca de Saturno pero, antes de recogerlo, observa a un hombre que mantiene conversación con el profesor de los sordomudos; el novelista ofrece este encuentro señalando que: “el verse y el mirarse fueron una acción sola, sintió una sacudida interna, como suspensión instantánea del correr de la sangre”. Este nuevo personaje es Horacio, el pintor. Cuando él aparece, Saturno desaparece; el sordomudo se pierde, como otros muchos secundarios de la  novelística galdosiana, y ya nada más volveremos los lectores a saber de este hospiciano. Galdós prescinde de él cuando su función, en relación con Tristana, está acabada.

Saturno en la novela “Tristana” es un personaje anecdótico con la desgracia de la mudez y la orfandad y sobre el que la entenada y la sirvienta vacían sus sentimientos fraternales o maternales. La relación entre mujer y varón, entre adulta y adolescente, es “blanca” (en paralelo con la simbología de la naranja), sin ninguna aparente connotación sexual.


Un personaje principal: Saturno en la Tristana de Buñuel

Los créditos de Tristana (coproducción hispano-franco-italiana, 1970) señalan a Luis Buñuel como autor del guion “en colaboración con” Julio Alejandro y a estar “inspirada” en la novela de Benito Pérez Galdós. Este término, “inspirada”, ya advierte de su hipotético desplazamiento hacia los fueros del cineasta frente a la denominación “adaptación de…” que suele acercar, al menos relativamente, el film a su original literario.

En efecto, novela y película homónimas difieren tanto en el comienzo como en el final. En la primera, el inicio se sitúa en el madrileño barrio de Chamberí y en el hábitat usual de don Lope; en la segunda, asistimos a un partido de fútbol entre los muchachos  sordomudos del hospicio. Los finales de una y otra conforman una radical mutación donde el estereotipado final feliz matizado de pregunta retórica (¿Eran felices uno y otro?) se transforma en radical negación cuando la cojita convierte el dormitorio de su marido en helado lecho de muerte.

Buñuel traslada la acción, espacialmente, de Madrid a Toledo y, temporalmente, la sitúa entre 1929 y 1935; su narración prescinde nuevamente del enfoque omnisciente y, ahora, del recurso epistolar usado por el escritor; la provinciana ciudad se conforma como el microcosmos oportuno donde las relaciones interpersonales y la determinación de las conductas encuentran la estructura social adecuada. A su vez, un personaje anecdótico en el original, Saturno, se transforma, por mano del cineasta, en pieza clave de la argumentación y estructura del filme y, como poco, en los mismos niveles de intervención que los varones vinculados sentimentalmente a Tristana.

Tal como hemos dicho, estos hechos los sitúa el escritor en el capítulo séptimo, bien iniciada ya la novela; por el contrario, el cineasta le otorga carácter introductorio en razón de la importancia que el hospiciano tendrá en la película. La naranja será sustituida por la manzana, con muy distinta significación sexual, mientras que los madrileños lugares de Cuatro Caminos o Chamberí serán desplazados por el cineasta a la toledana explanada del orfanato donde los internos ya han sustituido la clásica diversión taurina, verónicas incluidas, por el novedoso fútbol, con sus regates correspondientes.

La construcción de alguna secuencia en la película tiene su origen en la propia anécdota que el texto novelístico ofrece. Las chinitas que Saturno tira al balcón de Tristana para llamar su atención y solicitar su presencia, proceden de la metaforización usada por Galdós cuando don Lope intenta cortejar a la viuda de Reluz, madre de Tristana.


Secuencias referidas a Saturno

Secuencia 1. Situada en la explanada del orfanato, con el encuentro de Saturna y Tristana con Saturno, ofrece el silencioso partido de fútbol jugado por los hospicianos y, al tiempo, muestra la rivalidad entre Saturno y Antolín, ambos sordomudos, donde aquél pone la zancadilla a éste. La escena es contemplada por el director del centro y por las dos mujeres visitantes. Comienza para el espectador el conocimiento del muchacho tanto por sus acciones como por los comentarios entre adultos; la reprimenda del profesor lo sanciona como distraído y vago, mientras que el comentario de su madre lo emparenta negativamente con su padre, “que en el infierno esté”. La forma de comunicación gestual del jovencito con Tristana delata sus deficiencias y anormalidades en verbalización y audición al interesarse por el motivo del luto de la señorita. El regalo de la manzana que la joven ofrece al adolescente anticipa el futuro de su amistad y el carácter de su relación al tiempo que otorga a la escena una importancia decisiva tanto por sus consecuencias como por la incidencia en los futuros hechos de la película. Buñuel ha situado a Saturno en el mismo comienzo de la narración, precediendo a don Lope y a Horacio.

Secuencia 6. El campanario de la catedral es el espacio donde sucede. Hasta allí han subido los adolescentes Saturno y Antolín acompañando a Tristana. Sus juegos convierten la falda de la joven en objetivo a fin de levantarla y poder verle sus interioridades. La escalera, más allá de su plástica y de su configuración, simboliza la ruptura de nivel que hace posible el paso de un modo de ser a otro. Llegar al estado ideal, en términos psicoanalíticos superar la “escalera de Jacob” por la que se ha ascendido con grandes dificultades, queda subvertido por Buñuel al presentar este final como una escena terrorífica. La incapacidad de Tristana para mover el badajo de la campana mayor encadena con un sueño mostrado como arrebatadora pesadilla; la literatura galdosiana es rica en la descripción de sueños como también ocurre en la filmografía buñueliana. La relación Tristana/Saturno ha llegado, hasta este momento, a un primer estadio de intenciones sexuales en el que el “manoteo” adolescente se combina con el “voyeurismo” incipiente.

Secuencia 9. Se sitúa en la casa de don Lope. Saturno se demora en el retrete; a la salida, recibe la riña de la madre mientras responde gestualmente justificando sus necesidades fisiológicas. Tristana sale en su defensa. La actividad del muchacho en el reservado es una cuestión privada que Buñuel oculta.

Secuencias 14 y 15. Saturno asiste a la manifestación de obreros para, seguidamente, entrar en la casa de don Lope donde éste permanece en cama por enfermedad. El caballero entona su código ético en el que tienen cabida los asalariados aunque abomina del trabajo obligatorio y defiende el que se hace por gusto. La madre del joven recrimina a su amo por los malos consejos que ofrece al muchacho. Saturno es testigo de la relación existente entre don Lope y Tristana, así como del correspondiente afecto-desafecto entre ellos.

Secuencia 19. La madre recibe las quejas del patrón en cuya herrería trabaja Saturno; recluido en el retrete una vez más es sacado a pescozones antes de ser despedido. Los  guionistas establecen la relación entre trabajo, vagancia y actividad sexual, mostrando reiteradamente el comportamiento del adolescente en diversos momentos.

Secuencia 28. Vuelta a la casa de don Lope. La situación económica del caballero ha mejorado; tras la muerte de su hermana, dispone de dinero. Saturno trabaja en su casa como sirviente de Tristana, habitualmente empujando su silla de ruedas. El trabajo gratificante que Don Lope ha alabado lo pone en práctica el muchacho con la cercanía de la señorita.

Secuencia 32. Suceden los hechos en la casa de campo. Saturno sube a la habitación de Tristana donde ella se arregla. El muchacho solicita con gestos su relación pero ella se niega. Sobre la cama está depositada la pierna ortopédica, la ropa interior y los vestidos. El varón sale del dormitorio y desde abajo comienza a tirar  chinitas al balcón. Tristana aparece y da satisfacción al joven abriéndose la bata y mostrando su desnudez. El voyeurista se interna en el arbolado de la finca…

Secuencia 34. En el parque de la ciudad, Tristana, sentada en su carrito, es paseada por Saturno. El itinerario de la mujer depende de su voluntad pero también de la fuerza del acompañante. La degustación de los barquillos es paralela al sentimiento de frustrada maternidad.

Secuencia 35. El final es una vuelta al dormitorio de don Lope en su propia casa. En el exterior, nieva. En el interior, Tristana se inclina sobre su marido enfermo en cama.

Un conjunto de planos variados, donde no falta Saturno, están montados inversamente a su sucesión temporal: Tristana cuelga el teléfono y mira a su izquierda. Tristana sobresaltada en la cama. Don Lope convertido en badajo de campana. Don Lope, en la iglesia, tras su casamiento, en presencia de Saturno y Saturna. Tristana y Saturno en el dormitorio con gestualización diversa. Imagen de la Virgen en la iglesia. Tristana y Horacio se besan apasionadamente. Tristana y Don Lope caminan, abrazados, hacia el dormitorio. Tristana y Saturna, con el director del hospicio, se despiden. Saturno come la manzana. Tristana y Saturno salen hacia el exterior en plano semejante al inicial pero opuesto en el movimiento de los personajes.

La sucesión de planos montados de este modo conforma un “déjà vu”, ofrecido como narración a la inversa, que condensa la vida sentimental y sexual de Tristana en relación con los tres varones: Horacio desaparece de la vida de Tristana; a Don Lope, Tristana lo hace desaparecer de su vida; Saturno, el primero que aparece y el último que desaparece, es el único que seguirá empujando su silla, seguirá deseando su cuerpo, seguirá viviendo junto a ella. El anecdótico personaje de Galdós, que puso la semilla, se ha convertido en imprescindible protagonista para Buñuel, que la hizo germinar.


Bibliografía selecta

Arantxa Aguirre: Buñuel, lector de Galdós. Max Aub: Conversaciones con Buñuel.
Pilar Bellido: “Galdós en la memoria colectiva de Televisión Española”. Ínsula, nº 772.
Luis Buñuel: Tristana. Guion. Luis Buñuel: Mi último suspiro. Joaquín Casalduero: Vida y obra de Galdós. Emilio García Riera: Historia documental del cine mexicano. Vol. 4º y 7º. Palmira González: Domingo Ceret y “Studio Filmes”. Universidad de Barcelona.
Ramón Navarrete: Galdós en el cine español. Benito Pérez Galdós: Tristana. Nazarín.
Se han consultado los libros dedicados a Buñuel cuyos autores son José F. Aranda, Carlos Barbáchano, Fernando Cesarman, Antonio Monegal  y Agustín Sánchez Vidal, entre otros 

Ilustración: Los actores Jesús Fernández y Catherine Deneuve, intérpretes de los personajes de Saturno y Tristana, en una imagen de Tristana (1970), de Luis Buñuel, inspirada en la novela homónima de Galdós.