Rafael Utrera Macías
Organizado por el “Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla” (Cicus), en colaboración con el “Sevilla IX Festival de Cine Europeo”, se ha celebrado en el transcurso de este Noviembre de 2012 un seminario que, bajo el título “Penetrar la alegría. El cine de Gonzalo García Pelayo”, ha efectuado una lectura tanto histórica como contemporánea de la filmografía de este director. Las entidades mencionadas siguen así la línea de análisis crítico que, en convocatorias anteriores, ofrecieron sobre la figura de “José Luis Borau”, los “80 años de
Un perro andaluz”, el personaje de “Carmen” y “La literatura de Valle Inclán en el cine de José Luis García Sánchez”.
Podría pensarse que la elección de García Pelayo se debe a los habituales oportunismos que obligan a cerrar una programación acudiendo a un director de la casa o, en este caso concreto, al reciente estreno de la película
The Pelayos, de E. Cortés, donde se aborda al personaje y su familia bajo la perspectiva de su dominio del juego en los casinos del mundo entero. Nada más lejos de la realidad.
Lo que pretendemos revisar en este artículo es que la actualidad puesta de manifiesto por el citado evento cultural tiene sus raíces en la misma época en que las películas fueron producidas, de 1975 a 1982, y, desde entonces, los cinco títulos que componen esta filmografía,
Manuela,
Vivir en Sevilla,
Intercambio de parejas frente al mar,
Corridas de alegría y
Rocío y José, no han dejado de generar interés, en unos casos para vituperar algunas de ellas sin la más mínima contemplación y, en otros, para erigirlas en el canon de un cine tan libre como iconoclasta y tan avanzado como rompedor. Podría ponerse una diversidad de ejemplos donde las hipérboles, negativas o positivas, recurren a frases hechas que tanto condenan la mayoría de los largometrajes por su inconsistencia temática y formal como glorifican algunos de ellos hasta los límites de la excelsitud estético-narrativa.
Una breve revisión hemerográfica nos permitirá ejemplificar algún caso de los primeros pero, sobre todo, historiar las razones por las cuales el cine de Gonzalo García Pelayo ha merecido reconocimiento en distintos lugares como en diferentes tiempos. Es el caso de este curso universitario en el que, esgrimiendo razones de muy diversa índole, se ha podido demostrar que, 30 años después, con las explicaciones pertinentes, existió un cine de autor a contracorriente de las formulaciones al uso y enseñarlo así a las nuevas generaciones de espectadores.
La primera película de García Pelayo,
Manuela, nació en el contexto político-social del último franquismo y en el seno de una deseada industria preautonómica cuyos parámetros se apoyaban en la reivindicación de un “cine andaluz”, hecho aquí y ahora, que, tal como se iba a solicitar desde el Congreso de Cultura Andaluza, modificara los planteamientos que habitualmente la cinematografía española había utilizado para mostrar la imagen de Andalucía.
El grado de experimentación en
Manuela afectaba fundamentalmente a una estructura narrativa donde la adecuación icono-acústica se apoyaba en el tratamiento de la banda sonora. Por el contrario, las demás y en especial
Vivir en Sevilla, disponía de una amplia diversificación de elementos expresivos, tanto de la narrativa cinematográfica como del lenguaje de otras artes, que permitían emparentarla con ilustres antecedentes históricos o modernos ejemplos de expresividad fílmica.
De otra parte,
Intercambio de parejas frente al mar y
Corridas de alegría, más allá de las argumentaciones manejadas en cada una de ellas, entraban en el marco propio de un cine de género, el erótico/pornográfico, cuyos paradigmas estaban escasamente tratados por nuestra cinematografía en función de severas censuras político-religiosas.
Tal como decíamos anteriormente, los posicionamientos de la historiografía y de la crítica (ésta, en el más amplio sentido del término) han sido tan convergentes en unos puntos como divergentes en otros.
En las publicaciones andaluzas de la época, prensa, revistas, libros, la filmografía de García Pelayo jamás pasó desapercibida; ello quiere decir que, al margen de los gustos y preferencias del firmante, el varapalo indiscriminado o el aplauso caluroso estuvieron presentes sin que faltara, al tiempo, la voz del realizador/productor/guionista exponiendo sus proyectos o sus resultados, todo ello dentro de un clima sociopolítico y cinematográfico de grandes cambios producidos en el seno de confrontaciones ideológicas motivadas por la transición de una dictadura a una democracia.
Desde El Correo de Andalucía, Tierras del Sur, Enciclopedia de Andalucía y Nueva Andalucía se establecieron valoraciones sobre cada título según criterio personal pero el conjunto ponía el énfasis en el esplendoroso caudal creativo de este polivalente autor que, proveniente del campo de la música, se ejercitaba ahora en la búsqueda de un estilo cinematográfico propio con temáticas muy personales y procedimientos de producción donde el ingenio sustituía frecuentemente al dinero. El curioso lector puede comprobar el recibimiento que se hizo a
Manuela desde El Correo de Andalucía (4 de abril de 1976) con un artículo a página completa y cinco columnas titulado “Variaciones a tres voces sobre el tema Manuela” donde unas breves opiniones del novelista (Manuel Halcón) y del guionista (Pancho Bautista) alternaban con las declaraciones del realizador (G. Gª Pelayo) a instancias del análisis de situaciones, personajes y estilos formulado por el periodista.
Del mismo modo, aunque en un sentido bien distinto, la “carta entreabierta” publicada en el vespertino Nueva Andalucía (6 de junio de 1979), periódico al que el realizador había homenajeado en una secuencia importante de
Vivir en Sevilla, insinuaba cierto ajuste de cuentas con la deriva que, tras el estreno de
Intercambio de parejas frente al mar, navegando en las entonces procelosas aguas del porno intelectual, parecía ir tomando la filmografía del realizador. Con posterioridad, en un reportaje del mismo periódico, cineasta y entrevistador desgranaban las argumentaciones y funcionamientos que se estaban llevando a cabo en la creación de
Rocío y José al tiempo que el periodista establecía pertinentes conexiones con la novela de Alfonso Grosso Con flores a María y con la ya entonces censurada y castigada
Rocío, de Fernando Ruiz.
La hemerografía publicada más allá de Andalucía pone en evidencia las cumbres y los valles con las que iba siendo recibida la filmografía de García Pelayo. Al estreno de
Manuela, la prestigiosa revista Triunfo se preguntaba “¿Es esto el cine andaluz?”; y, entre otras consideraciones, se respondía: “es una película extraña de la que es difícil entender gran cosa”. Por su parte, el suplemento “Informaciones de las Artes y las Letras” (5 de abril de 1979) sugería echar “un tupido velo” sobre ella.
Sin embargo, el estreno de
Vivir en Sevilla sorprendió a unos y a otros. En el último medio citado, el articulista, tras emparentar bajo el mismo titular, “Vivir en Sevilla, Morir en Madrid, vivir desviviéndose”, películas de Bardem, Garci y Gª Pelayo, aplaudía el film andaluz en función de su “nueva antidramaturgia”, lo que permitía establecer relaciones e influencias “no ya asumidas sino superadas” con Rohmer y Godard.
En la misma línea, otras publicaciones, con firmas de tanto peso como las de Julio Pérez Perucha y José Luis Guarner, elevaron
Vivir en Sevilla y
Corridas de alegría, respectivamente, a películas de máximo interés por sus peculiaridades narrativas y creativas. El citado historiador publicó en la revista Contracampo (1979, nº 4) uno de los mejores comentarios y análisis que se hayan hecho en publicaciones tan rigurosas y exigentes como la indicada donde se analizaba, desarrollaba y justificaba “la eficaz constitución de un verosímil específicamente andaluz” al articular eficazmente documental y ficción, lo que no era óbice para criticar al autor cuando “enturbia su visión andaluza con un presunto cosmopolitismo absolutamente improcedente”. El crítico catalán, por su parte, en referencia a
Corridas de alegría, la describía como “un cruce de thriller hispánico y novela picaresca, donde se mezclan la aventura, el nihilismo y el sexo, algo así como una respuesta de Andalucía a
Al final de la escapada”.
Hechas estas ejemplificaciones donde se establecen los cimientos sobre la capacidad autoral de García Pelayo, otras múltiples publicaciones anteriores o posteriores fueron dando noticia de esta filmografía que, con la distancia que da el tiempo, merecería, como poco un libro, y por sugerírselo al alumnado participante en el curso arriba mencionado, un riguroso trabajo de investigación. Publicaciones como Cine en Andalucía: un informe (1980), Antología crítica del Cine español (1997) o Las rutas del cine en Andalucía (2005), ofrecen plurales perspectivas sobre la personalidad y la obra de este autor. Artículos y entrevistas, en la primera; comentario de Manuel Palacio sobre
Vivir en Sevilla, obra rigurosamente seleccionada entre cientos, en la segunda; capítulo propio para el director como ejemplar representante del cine nacido en Andalucía, en la última.
Por su parte, en la era de internet y la globalización, la revista Lumière, con un artículo de Alfonso Camacho tras la presentación de dos títulos proyectados en el Festival de Buenos Aires (Bafici, 2010) formula una lectura de
Vivir en Sevilla y
Frente al mar a la luz de otras metodologías, donde el género y las simbologías se manifiestan en función de parámetros que antes estaban intuidos pero, posiblemente, sin desarrollar. Representantes y colaboradores de esta revista en la red, Francisco Algarín, Alfonso Crespo, Manuel Lombardo, han mostrado, en este “Penetrar la alegría”, una filmografía tan digna de revisión como de estudio, y ello a la luz de perspectivas contemporáneas idóneas para nuevas generaciones de espectadores interesados en autorías cinematográficas. Al tiempo, la prensa sevillana ha ofrecido titulares variados sobre el particular; de manera genérica: “Sevilla ajusta cuentas con García Pelayo”; en referencia al director: “elogio de la rara avis”; y catalogando a su cine: “antidogmático y utópico”.
Por su filmografía, Gonzalo García Pelayo es, a día de hoy, un clásico de la modernidad.
Pie de foto: Gonzalo García Pelayo (centro), entre el director y guionista Pancho Bautista (izquierda) y el autor de este artículo, Rafael Utrera Macías (derecha).