Rafael Utrera Macías

En el presente 2022 se conmemora el nacimiento (2 junio 1922) de Juan Antonio Bardem Muñoz, uno de nuestros más afamados cineastas; su extensa filmografía se inició en 1951, con Esa pareja feliz (colaboración con Berlanga), y se cerró, en 1997, con Resultado final. Al tiempo, como ciudadano comprometido con sus ideas, estuvo afiliado al Partido Comunista de España (PCE), desde la etapa clandestina, en los más duros tiempos del franquismo, hasta su reconocimiento oficial en el primer periodo democrático. Su práctica fílmica estuvo orientada por su compromiso político, al margen de poder manifestarlo y expresarlo o no; aunque, también, se ha considerado siempre a sí mismo como un trabajador del gremio cinematográfico y, por ello, sometido a los vaivenes de una industria donde los periodos de “vacas gordas” alternaban, quizá en temporadas excesivamente largas, con los de “vacas flacas”; los aparentemente cerros y valles de su carrera, son consecuencia tanto de las fluctuaciones de una industria (incluso en coproducción con otros países) “raquítica” (en sus propias palabras), como de otras múltiples circunstancias de las que ni el propio director se exime de culpa.

En homenaje y recuerdo al cineasta, ofreceremos en Criticalia cinco entregas donde se combinarán algunos aspectos de su biografía con otros vinculados a su filmografía, así como a específico ejemplo de las series realizadas para televisión. El capítulo I, lo dedicaremos a mencionar las características del volumen “Y todavía sigue” así como a ciertos aspectos de su juvenil biografía vinculados a la estancia en la ciudad de Sevilla; el II, a las relaciones del cineasta con la productora Uninci, con uno de sus miembros, Ricardo Muñoz Suay, y, al tiempo, con el PCE; en el III, efectuaremos un travelling por su filmografía para detenernos en dos títulos de alto contenido político, El puente y 7 días de enero. En el IV, ofrecemos una entrevista con el director cuando estaba preparando la serie de TVE Lorca, muerte de un poeta; en ella, precisa sus planteamientos y resoluciones en sus aspectos televisivos, cinematográficos, literarios, etc. Finalmente, en el V, cerramos el homenaje con un estudio filmográfico sobre esta significativa serie donde el universal poeta andaluz es principal protagonista.


Juan Antonio Bardem. “Y todavía sigue. Memorias de un hombre de cine”

Para los dos primeros apartados, nos hemos servido del libro “Juan Antonio Bardem. Y todavía sigue. Memorias de un hombre de cine”, publicado por Ediciones B, en 2002, dentro de su colección “Memorama”, volumen de 370 páginas. Escrito “de puño y letra” por el propio cineasta, está fechado en 2000, es decir, cuando el director había cumplido 78 años y se encontraba en el último tramo de su vida. Murió el 30 de octubre de 2002.

Lejos de estructurar la obra en estricto sentido cronológico, ha preferido conformarlo al modo “huxlesiano”, de modo que, la memoria y su criterio o su capricho, organizan los múltiples bloques de la narración; la interrupción del relato, detenida en un personaje o situación, queda avisada para el lector quien, más adelante, encontrará la resolución de tales hechos, el fin de la anécdota, de la dramática situación, de la aventura comercial, etc., etc. El epígrafe de cada “capítulo” viene titulado, simplemente, por el año en el que suceden las situaciones narradas; por ejemplo, el primero, lo titula “2000”: amanece en el Mediterráneo; el narrador cumple 78 años ese mismo día; enfrente la playa de Benicássim; le hubiera gustado patronear un pequeño velero y vivir surcando los puertos del Mediterráneo, pero siempre, por ser de buen conformar, ha cumplido “a rajatabla” ese dicho de “si no tienes lo que quieres, quiere lo que tienes”.

Hemos de lamentar la muy mala edición del volumen, lleno de erratas y confusiones, además de un ausente índice onomástico. Por ello, hemos celebrado con satisfacción la nueva impresión que, recientemente, ha publicado la editorial Cátedra (colección “Signo e Imagen”), en una cuidada edición a cargo del crítico e historiador Carlos F. Heredero, quien ha corregido no sólo todas las erratas y cacografías existentes en la primera versión, sino cuantos elementos fueran fruto de una natural confusión por parte del autor; a todo ello se pone remedio mediante las notas pertinentes y una introducción que examina, con rigor y conocimiento, la carrera del cineasta, al tiempo que puntualiza precisos momentos de su personal acción política en relación, o no, con su actividad profesional. El nuevo volumen está comercializado tanto en su versión en papel como en su variante electrónica. Bardem y su “Y todavía sigue: memorias de un hombre de cine”, bien merecía una cuidada y rigurosa edición.

Por nuestra parte, las citas utilizadas en estos artículos, relativas a uno y otro volumen, se referirán a las páginas de los mismos: la aparecida en primer lugar corresponde a la edición de “Ediciones B”; la segunda, a la de “Cátedra” en su versión de libro electrónico. Por ejemplo, el primer capítulo, titulado “2000”, corresponde a la página 7 en el primer volumen y a la 75 en el segundo (7/75).


Madrileña calle Valverde

Y, tras aquel amanecer mediterráneo, Juan Antonio Bardem nos lleva al madrileño Teatro Coliseo Imperial cuando corre el año 1905. Se remonta a sus cercanos antepasados para darnos a conocer alguna anécdota familiar, de esas que pasan de una generación a otra, y que, en este caso, han repetido, los componentes de los Muñoz Sampedro, refiriéndose al abuelo Miguel, quien, por cierto, nada tuvo que ver con el arte de Talía. Luego, de buenas a primeras, nos sitúa el cineasta en 1996, cuando “los buenos oficios de Esperanza Aguirre” y el Ayuntamiento de Madrid decidieron poner una placa en el número 40 de la madrileña calle de Valverde, la casa donde no sólo habían vivido las tres hermanas actrices, con sus respectivos maridos, sino donde, precisamente, había nacido el futuro cineasta Juan Antonio, el mismo que, miembro del Partido Comunista, descubría la placa otorgada por la alcaldía del Partido Popular. Remata el escritor con la frase “¡Qué cosas!”, una expresión que el autor de estas “memorias” utilizará frecuentemente cuando, paradójicas actuaciones, hechos antitéticos, situaciones incoherentes, merezcan semejante frase, la misma que oyó numerosas veces a su amigo Eduardo Haro Tecglen.


Los Bardem en la Sevilla de 1938

Nos detendremos en el año 1938 (19/93). Andalucía: plena guerra civil donde gobierna “el virrey” general Queipo de Llano. Rafael Bardem, actor, había sido contratado por la compañía de Arturo Serrano (cuyas estrellas eran Isabel Garcés y Rafael Rivelles) para sus actuaciones en Sevilla. Su esposa, la actriz Matilde Muñoz Sampedro, embarazada, marcha, con su hijo Juan Antonio, para vivir en la capital andaluza mientras duren las representaciones en el Teatro San Fernando. La gestación de la señora Muñoz supone un alivio para el matrimonio dado que su hija, Pilar, “el ídolo de la familia”, había fallecido. Y el nacimiento de la nueva criatura, otra hija, les llena de felicidad, hasta el punto de que se le pondrá el mismo nombre que a la anterior. Fue bautizada con los nombres de María del Pilar Matilde Victoria, el 1 de abril de 1939, precisamente el mismo día que se leía el último parte de guerra y, en la voz del actor Fernando Fernández de Córdoba, se podía oír “…vencido y desarmado el ejército rojo…”.

En aquella Sevilla, desde la que Queipo gobernaba Andalucía con mano de hierro, los Bardem vivieron de pensión en casa de “Doña Antonia”, en la calle Redes 17. El autor grafía “Res”, acaso por fiarse más de la audición que de la escritura, de la misma manera que los vendedores ambulantes, entre ellos el carbonero, pregonaba su mercancía con un prologado “carboooooonnnnn”, del cual, el joven Juan Antonio sólo oía la prolongadísima última sílaba. De otra parte, le llamaban la atención tanto la voracidad pasional de Pepita, la hija de la patrona, ennoviada con un teniente franquista al que sometía a duras y prolongadas pruebas amorosas, así como los visitantes habituales de la casa de al lado, una “casa de putas” (sic) reservada en exclusiva para los alemanes de la Luftwaffe; sería, años después, la residencia del “Papa Clemente” (Bardem dixit. 21/94).

Juan Antonio llegó con 16 años a Sevilla. Había pasado por variados centros de enseñanza, tanto públicos como privados (entre ellos, el Colegio del Pilar, regido por Marianistas) de distintas ciudades, siempre en función de la itinerante profesión paterna. Le correspondía hacer el séptimo curso de bachillerato y, aprobado éste, el examen de estado, en el que fue suspendido. Cursó los estudios en un innominado “colegio de curas que había en la Alameda de Hércules” (sic); de los profesores, sólo menciona al de Matemáticas, de apellido Arias Salgado, y, entre los compañeros de clase, a Gregorio Alonso, quien sería, años después, el marido de la actriz Irene Gutiérrez Caba. Poco debió influir el centro docente en los intereses de este joven madrileño quien, por el contrario, apostó fuertemente por el deporte. Con rotundidad afirma: “…el momento fundamental de mi vida en Sevilla fue cuando me hice socio del Club Natación… no hice otra cosa que nadar y nadar y aprender a jugar al waterpolo… mi sueño era entonces ser campeón de natación en el estilo libre”. Tres nombres nunca olvidados como amigos vinculados al deporte: Pepín Cañete (recordman de España en 50 metros), José Cubiles (sobrino del célebre pianista) y Alberto Puig, su entrenador. Con los dos primeros, participó en la travesía del Guadalquivir, desde el puente de Triana hasta el de Tablada, junto con decenas de aficionados trianeros. Y hablando de los nuevos puentes sevillanos, le sale a Bardem el ramalazo crítico, no exento de matiz político, cuando refiriéndose a la Expo del 92, la define como “pozo excelso de corrupción del gobierno socialista andaluz” (22/95). No faltaban las gamberradas propias de jovenzuelos con ganas de divertirse a costa del prójimo, desde “poner rabitos” a las chicas o frenar forzadamente a los coches de caballos. A sus amigos, como a él, lo que más les gustaban eran las películas y la música norteamericana, y ello, en plena guerra civil, porque, en aquella zona y en esta ciudad, su estancia se conformó como “unas largas vacaciones”.  


Cinematógrafos y teatros sevillanos

Los 35 años de Matilde, felizmente embarazada, contrastaban con los 17 de su hijo. La mayor felicidad de ambos era ir juntos al cine (mientras el padre interpretaba en el céntrico teatro sevillano), aunque esa satisfacción se mermaba en el jovencito, motivado por cierto pudor juvenil, al ir de mero acompañante de una próxima parturienta. Cuando asistía él solo a los cinematógrafos del centro, este estudiante de séptimo de bachillerato reunió algún anecdotario tanto en referencia con las películas proyectadas, preferentemente extranjeras, como por las españolas; sin embargo, alguna especial relación verbal con cierto solícito espectador le daría motivo, años más tarde y junto a su compañero Luis García Berlanga, para titular un guion “El hombre vestido de negro”; nunca llegó a filmarse (23/97). Los hechos vividos por el futuro cineasta en el sevillano cinema tenían todos los visos de un ligue que, obviamente, no tendría ningún porvenir.  El espectador, tan enlutado como elegante, actúa diplomáticamente, tanto en ofrecer bebida, chocolatinas, cigarrillos, como en controlar la conversación, con rara habilidad para “preguntar y sonsacar”; ya en la calle y ante el Teatro San Fernando, Bardem practica el esquinazo y busca a su padre en los camerinos, donde también se componen para salir a escena las estrellas Isabel Garcés, Rafael Rivelles y Laura Alcoriza. Allí mismo conoció Juan Antonio a Amparito Rivelles Ladrón de Guevara, cuya belleza le dejó impresionado: “preciosa, liberada, despierta y despampanante” (25/99)


Una obra de Foxá en el Teatro San Fernando

¿Qué obra representaba en Sevilla la compañía del madrileño teatro Infanta Isabel? “Cui-Ping-Sing”, un drama poético en verso cuyo autor era Agustín de Foxá. Los párrafos que dedica el cineasta al conde (y marqués, al tiempo) no tienen desperdicio, viniendo de un comunista convencido, por la sinceridad con la que Bardem los escribe. “Para mí, un buen poeta, falangista de primera hora, coautor del himno de FE y de las JONS “Cara al Sol”, autor de la mejor novela de la preguerra civil en Madrid, vista desde la óptica de los “señoritos” de la pequeña burguesía. La primera mitad es, para mí, excelente; la segunda parte, deleznable” (se refiere, naturalmente, a “Madrid, de corte a checa”).

Y Bardem se pregunta, respecto de Foxá, respecto de Neville: “¿Cómo es posible que espíritus tan abiertos, tan liberales, tan cosmopolitas, tan civilizados, pudieran acomodarse en el bando franquista, ultracatólico, dictatorial, destructor de la cultura española floreciente en los últimos años de la República?”. Él sólo tiene una única interpretación, a la que, sin duda alguna, considera “clasista”: “antes que ser aplastados por el comunismo, por el imperialismo soviético, buscaron el abrigo del único defensor de la civilización cristiana y occidental, el generalísimo Francisco Franco” (25/99)  

Y, a renglón seguido, tras afirmar que Foxá “fue un gran poeta”, admite que ciertos versos, “Las seis muchachas en el mirador, las seis mujeres de maridos ricos…” están, al menos en espíritu, en su propia obra, en la base de su guion “Calle Mayor”, junto con el aroma de la lorquina “Doña Rosita la soltera”.

Volvamos a la representación del sevillano Teatro San Fernando, primeros meses del “año triunfal” 1939, donde representan el poema dramático “Cui-Ping-Sing”, en el que, según Juan Antonio, hay fragmentos muy bellos. Rafael Bardem hacía de emperador de la China, Rafael Rivelles de su primer ministro, Hoang-Ti. Este traiciona a su señor y huye con su amada Cui-Ping-Sing, escondiéndose en el último rincón del imperio. El emperador lo encuentra al fin y al preguntarle en qué ocupa sus días, Hoang-Ti responde: “Beso y escribo libros” (25/98)

Ilustración: Portada del volumen “Juan Antonio Bardem. Y todavía sigue. Memorias de un hombre de cine”, en la edición de Cátedra.
 
Próximo capítulo: Juan Antonio Bardem. En el centenario de su nacimiento (1922-2022) (II). Bardem, Muñoz Suay, Uninci, PCE