Rafael Utrera Macías

La campana del infierno, coproducción franco-española de 1973, ha pasado a la Historia del Cine Español porque en el rodaje, efectuado en la ciudad gallega de Noia, falleció, en accidente laboral, su director Claudio Guerin Hill. Este sevillano, a sus 34 años, cerraba desgraciadamente, como director, una obra prometedora en nuestra cinematografía y como realizador, en Televisión  Española, una carrera cuajada de éxitos, tanto en la primera cadena (VHF) como en la segunda (UHF).

La caída desde una torre de la iglesia del citado municipio, cuando estaba a punto de finalizar el rodaje, lanzó al vacío a un profesional cualificado que, años antes, en 1965, se había diplomado, con premio extraordinario fin de carrera, en la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC).

La campana del infierno (1973) se adscribió al llamado “género de terror",  dentro de una de las tendencias existentes a finales de los años sesenta, donde  el producto comercial, la mercancía coyunturalmente cotizada, solía situarse por encima de los intereses artísticos. La muerte del director Guerin imposibilitaba la intervención en un montaje que sólo él tenía en su cabeza; el acabado último, tras variados intentos de algunos profesionales, fue resuelto por Juan Antonio Bardem.

La película anterior dirigida por Guerin fue La casa de las palomas (1971), una coproducción italo-española; sus sucesivos guiones fueron drásticamente censurados por lo que se  transformó  sustancialmente la intención de la obra; el film fue un intento de personalizar, mediante la puesta en escena, la trivialidad de un guión cuyos ingredientes carecían de contenidos, se situaban en los límites de la fotonovela y manejaba los recursos propios del folletín sin pretender prescindir de sus personajes arquetípicos. Rodada en escenarios cordobeses a la par que presentaba en España a la joven actriz italiana Ornella Mutti, fue calificada de "interés especial" por la Junta de Clasificación al tiempo que obtuvo excelentes resultados económicos tanto dentro como fuera de España.

Su práctica en la EOC, Luciano (1965), respondía a sus teorizaciones publicadas en la revista especializada “Nuestro Cine”, por cuanto aplicaba las variantes dialécticas del "realismo crítico"; Guerin convivió allí con grupos políticamente comprometidos, vinculados a la izquierda intelectual y al Partido Comunista, orientados hacia marcadas tendencias antifranquistas.

El argumento de Luciano parte de un caso real ocurrido en Francia: el asesinato de un escolar a manos de un dudoso personaje, trabajador en el mismo colegio donde el joven estudia. Guerin españolizó las situaciones al tiempo que construyó el suceso como suele hacerlo un reportaje  televisivo; el lenguaje cinematográfico manejado utiliza el collage narrativo y el contrapunto, combinando elementos heterogéneos propios de esta comunicación.

Seguidamente, inició su práctica profesional rodando documentales cuya intención era distanciarse de la visión política y de la expresión retórica habitualmente ofrecida por el noticiario oficial NO-DO; los guiones utilizados parten de planteamientos donde son primordiales  los factores histórico-geográficos, culturales y antropológicos: Galicia y La Mancha (X Films, 1966), La Meseta (Amboto Films, 1969) y Toledo (Producción de Antoñita Moreno, 1972).

En 1969, el productor Elías Querejeta financió un largometraje conformado sobre tres historias basadas en un guión de Rafael Azcona. Su título, Los desafíos (1969), y sus respectivos directores, diplomados de la EOC, Claudio Guerin Hill, José Luis Egea y Víctor Erice. En estructura tripartita, de moda en la época, fue rodado sin los pertinentes permisos censores, por lo que se convirtió en producto jurídicamente inexistente antes de su pública exhibición; el relato dirigido por Guerin  tiene en común con los restantes una similar estructura dramática; el tema tratado es el de la irracionalidad como causa de asesinato aplicado a diversos  casos donde los americanos son víctimas de los españoles. Fue interpretado por la familia Rabal (Francisco, Teresa y Asunción Balaguer); el rodaje tuvo lugar en el chalet de su propiedad y vivienda habitual.



En Televisión Española

La mayoría de los diplomados de la EOC, ante las dificultades para integrarse en la industria, buscaron otros derroteros laborales. Televisión Española acogió esta mano de obra cualificada que, deseosa de profesionalizarse, se  convirtió  en  ejecutora de la política llevada a cabo por el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne.

Entre otros aspectos, se pretendió efectuar la apología indirecta del régimen, la ampliación y diversificación de cuestiones relativas a Europa, la modernización de formas expresivas y la exaltación de los nuevos valores neocapitalistas.

Guerin Hill dirigirá y realizará programas especializados donde la experimentación y la novedad constituyen factores básicos  para impresionar al espectador de un nuevo canal, el segundo (UHF) que, apoyado en tendencias y formas deliberadamente contemporáneas, se ofrecía como estimulante cultural: Córdoba (1966), La corrida (1966), Santiago de Compostela (1967).

Sus musicales conllevaron la supresión del dirigismo propio de la voz en off para ofrecer una pura visualización que convierte al documental, Noches en los jardines de España (Versión 1ª: 1969; versión 2ª: 1971) y Sinfonía sevillana (1971), en una interpretación de lo andaluz en la misma línea propuesta por Falla y Turina. En A través del flamenco (1972) se  ofrece una  eficaz adecuación entre la selección de imágenes y la expresión del cante, entre la plasmación fílmica y la significación de la canción flamenca, mientras que  en ¡Massiel, vuelve!  (1972) recurre al género "biográfico-musical" donde se sirve de la sátira, la parodia y la crítica social.

Los títulos pertenecientes el apartado “videográfico” tienen como peculiaridad estar rodados con cámaras de televisión en toma simultánea de varias telecámaras y soporte de cinta "video-tape". Se agrupan en dos campos: adaptación de clásicos, Retablo de la Mocedad del Cid (1971), Shakespeare (Ricardo III, 1967, Hamlet, 1970), Goethe (El mito de Fausto, 1968), y de contemporáneos, vinculados algunos de ellos a la vanguardia: Pinter (El portero, 1968), Jorge Díaz (El cepillo de dientes, 1968), Beckett (La última cinta, 1969), Strindberg (Acreedores, 1970).

Los valores que Guerin aprendió en la radiofonía sevillana de “Radio Vida”, sirvieron de precedente para determinadas aplicaciones conseguidas en los espacios televisivos de los que se hizo cargo, fuera en la serie de documentales o en dramáticos. En estos, la estructuración del discurso narrativo prescinde del "plano a plano" y de la puesta en escena que le es propio a lo cinematográfico. Con ello, exploró posibilidades expresivas tales como la incorporación del "contracampo" y la utilización del "decorado corpóreo"; la riqueza de planificación conseguida comportó algunas de las más significativas novedades. El conjunto de procedimientos utilizados modificó la estética del "dramático" en la televisión española.

El contraste entre unos trabajos y otros mostraba dos estilos bien distintos de un mismo realizador; el "barroquismo culterano y conceptista" ofrecía la versatilidad de un director que pasaba de la espectacularidad propia de los múltiples decorados e intérpretes a la austeridad y desnudez de un único ambiente sobre el que se debaten las relaciones de un triángulo amoroso. La filmografía, y especialmente la videografía, realizada para Televisión Española le permitió a Guerin Hill cosechar los mejores éxitos de su carrera en opinión de profesionales, críticos y artistas.

Su comportamiento pionero, donde la inteligencia sustituía a rudimentarios medios técnicos y burlaba con elipsis o metáforas la inquisitorial dictadura franquista, consiguió magníficos programas culturales que hoy descansan en “el voltio” de Televisión Española.

La única obra dirigida por el realizador sevillano en las tablas de un teatro público fue la adaptación de Un delicado equilibrio (1969), de Edward Albee que, curiosamente, se convirtió en el más sonoro fracaso de su carrera profesional.

A día de hoy, 16 de febrero de 2013,  cuando se cumplen cuarenta años del fatídico desenlace, la filmografía de este sevillano, nacido en la calle de Julio César, le margina a espacios poco prestigiosos de la bibliografía cinematográfica. Basta consultar volúmenes que responden al título “Historia del Cine Español” para comprobar que su nombre sólo aparece en función de un libro publicado, en 1991, por la Universidad de Sevilla, sobre su figura y su obra. Muy al contrario, una “Historia de la Televisión en España”, por sintética que sea, le dedica apartado propio, menciona sus distintos títulos y, con ocasión del impacto causado por Ricardo III,  pasará a ser considerado por la dirección de TVE como “un teleasta al que hay darle medios para explotar su creatividad innovadora”, tal como escribe Manuel Palacio.

La inesperada muerte de nuestro amigo Claudio sorprendió a la mayor parte de quienes hoy escribimos en esta “revista española de opinión cinematográfica” mientras visionábamos una película en el “Cine-club Vida”, de Sevilla, allí donde Guerin tantas presentaciones había efectuado. No dábamos crédito a la noticia…

Sucedió hace cuatro décadas.