Rafael Utrera Macías

“Malvaloca”, obra de los Álvarez Quintero

Fue estrenada en Madrid el 7 de abril de 1912. Los tres principales protagonistas, Malvaloca, Leonardo y Salvador, fueron interpretados por María Guerrero, Fernando Díaz de Mendoza y Emilio Thuillier respectivamente.


La cinematografía española la ha llevado a la pantalla en tres ocasiones; anotamos la fecha de realización seguida del nombre del director y de la protagonista principal.
1926: Benito Perojo. Lydia Gutiérrez
1942: Luis Marquina. Amparito Rivelles
1954: Ramón Torrado. Paquita Rico


Lo que la convierte en la más adaptada a la pantalla de toda la obra quinteriana.


Resumen argumental de la pieza de teatro

Los hechos suceden en el pueblo andaluz denominado Las Canteras, donde existe un viejo convento regido por las Hermanas del Amor de Dios, Carmen, Dolores, Consuelo y Piedad; allí viven seis ancianos; entre ellos, Barrabás, más hortelano que jardinero, y Martín, hoy ciego y antaño volteador de campana. De visita, llega Malvaloca, a quien los autores describen como mujer bella, de cara risueña y comunicativa, de cuerpo gentil y ligero, y de cabellos negros, rizados y cortos, al tiempo que, de nerviosa actividad en la cabeza, llena de fantasías y disparates…; pendientes, sortijas y pulseras no faltan en su atuendo. Viene a ver a Salvador, antiguo amante, que ha sufrido quemaduras en la fundición (llamada “La niña de Bronce”), de la que es copropietario con su amigo Leonardo. Se recupera de sus lesiones en el convento, al cuidado de las religiosas, y a la vera de la empresa.

Las conversaciones entre unos y otros facilitan el conocimiento de personajes y situaciones tanto principales como secundarios. Malvaloca explica que se llama Rosa, aunque recibe ese mote por su disipada vida, cuyo honor quedó en entredicho hace mucho tiempo, ante la despreocupación de sus padres. Salvador aporta que es una cara bonita y una cabeza loca donde hay hambre… una novela muy larga… con cuatro años se le murió la chiquilla. Y, expone, respecto a Leonardo, que es asturiano, las razones de su carácter.

Mariquita, una de las asiladas, llora porque a su hijo lo mataron “en el moro” y, por ello, querrá que las pertenencias del soldado las fundan con la Golondrina, la campana que va a ser reparada. Otros personajes son Teresona y Juanela, criada y hermana de Leonardo respectivamente; Lobito, joven operario de la fundición; Jeromo, tío de Malvaloca y operario de los talleres, vago, tramposo, mamarracho, mala gente… será expulsado del trabajo.

El diálogo entre Leonardo y Salvador pone a las claras la situación anímica del primero desde que conoció a Malvaloca y, al tiempo, la distancia que empieza a surgir entre los dos socios, los dos amigos. Leonardo asegura que a “la pecadora” la perdonarán todos, la respetarán todos, todos olvidarán lo que fue… La copla popular se deja caer: “Merecía esta serrana/ que la fundieran de nuevo/ como funden las campanas”. La fiesta religiosa, la procesión del Cristo por las calles, va poniendo las cosas en su sitio. Frente a las habladurías de las biempensantes, Malvaloca entrará con paso propio en casa de Leonardo, Salvador entenderá que lo mejor para el futuro de la pareja es que él se vaya del pueblo, la Golondrina ha vuelto a sonar con su tañido renovado, la imagen sagrada entra en la Iglesia tras haber recibido pétalos de rosa de la feligresía…


Malvaloca. 1926. Versión de Benito Perojo

El cineasta Benito Perojo se inició como personaje cómico con imitaciones de Max Linder  y Chaplin con el nombre artístico de “Peladilla”. Posteriormente, trabajó como actor en Italia y Francia, antes de fundar con el dramaturgo Benavente una productora que llevó a la pantalla algunos textos de Don Jacinto, Para toda la vida y Más allá de la muerte, rodados, al menos en parte, en estudios parisinos. Seguidamente, efectuó adaptaciones literarias de obras famosas de Insúa, Luca de Tena, Blasco Ibáñez, etc., que le aportaron éxito y popularidad además de permitirle rodar en estudios alemanes y franceses; acaso, por ello, se ganó la fama de “director cosmopolita”. Fueron muchas las actividades llevadas a cabo por Perojo tanto en el cine mudo como en el sonoro, tanto en el extranjero como en el español. En la última etapa de su vida, ejerció como productor de cine comercial y popular. El exhaustivo libro de Román Gubern, “Benito Perojo. Pionerismo y supervivencia”, explica con rigor y detalle, los avatares de un cineasta que lo fue en el más amplio significado de esta profesión.

Tras el rodaje de Boy, según la obra del P. Coloma, Perojo, inicia para la productora Goya Films, la preparación y el rodaje de la comedia “Malvaloca”. Tal como diremos, la adaptación tuvo una especial aportación en su estructura por parte del director (al margen de que en la redacción de los rótulos colaboraran los autores de la obra original) y, del mismo modo, el rodaje, incluyó determinadas secuencias que sorprendieron al espectador de la época.

Cuando Goya Films emprende la producción, otras “editoras” prestigiosas como “Patria” y “Atlántida”, habían llevado al cine las quinterianas obras “La dicha ajena”, “La reina mora” y “Cabrita que tira al monte”, además de las versiones extranjeras ya mencionadas de “El genio alegre” y “El centenario”, realizadas en Italia y Portugal, respectivamente. La productora y el director pusieron especial empeño en seguir el texto de los comediógrafos, pero, al tiempo, dotarlo de singularidades que aportaran subrayados propios y originalidad cinematográfica a la popular obra literaria.

Los tres actos del original se resolvieron en cinco (rollos, en terminología cinematográfica), de tal manera que los dos primeros se ofrecen a modo de exordio sobre los antecedentes familiares de Malvaloca (apelativo popular a su nombre, Rosa, interpretado por Lydia Gutiérrez). La copia que hoy podemos consultar, tiene prácticamente perdido este bloque, aunque, entre algún fragmento y ciertos rótulos conservados, pueden seguirse los hechos.

El comienzo del film se inicia con la atracción que la belleza de la joven ejerce sobre el paisanaje masculino y los machistas lugareños, pero será, sobre todo, en el hogar de Malvaloca donde se presente a un padre alcoholizado y a una madre que hace caso omiso de sus obligaciones domésticas. La metáfora del gato intentando cazar al pájaro enjaulado y la leche hervida derramada en el suelo, son claros ejemplos del anárquico funcionamiento familiar; si a ellos se añaden las lascivas miradas del padre a la hija cuando ya no queda vino en la botella y el rótulo precisa que “el alcohol ha desnudado un pensamiento innoble que dormía en la conciencia atrofiada del borracho”, estamos ante situaciones propias del clásico naturalismo de Zola donde el determinismo de la situación social marcaría la vida de la persona. Por eso, al final, Leonardo (Manuel San Germán), enamorado perdidamente de Malvaloca, la defiende ante su hermana Juanela (Erna Becker) diciéndole: “ella no tuvo como tú quien velara por su pudor, sino quien por desconocerlo lo profanara y lo vendiera”. Desde este comienzo, pues, el posicionamiento de Perojo ante la obra, matiza el carácter de la misma y, al tiempo, nos lleva a ciertas escenas de la Avaricia de Stroheim, de la que Perojo parece haber recibido ejemplar influencia.

Otros aspectos, más allá del “aireamiento” de la obra original, es, de una parte, los elegidos exteriores de Málaga y Sevilla que, en función de sus específicas peculiaridades, aportan naturalidad al contexto arquitectónico y social en el que la obra original quiere desarrollarse.  Del mismo modo, el efecto “documentalista” se deja ver en las escenas de la fundición, al parecer, la misma que inspiró a los hermanos Quintero (en la sevillana calle Bécquer) y, de ahí, el dicho del segundo acto que encierra la síntesis deseada tanto en la obra como en el personaje: “Meresía, esta serrana, que la fundieran de nuevo, como funden las campanas”. Del mismo modo, dicho efecto, se evidencia en las escenas que Perojo dedica a la guerra de Marruecos, con secuencias tanto de desfile militar como de combates en el frente, versión iconográfica de las palabras de una madre, Mariquita, a cuyo hijo “mataron en el moro” y, por ello, quiere que sus recuerdos personales se fundan también con la campana.
          
Cuando Salvador (Javier de Rivera) ha decidido abandonar el pueblo y Leonardo ha declarado su amor, se establece el paralelismo entre Malvaloca, en su nueva situación social aceptada por la sociedad biempensante, y la vieja campana “la Golondrina”, fundida y renovada; el final feliz le llega a esta maltratada mujer tras un itinerario vital lleno de complicaciones sociales y personales.


Malvaloca. 1942. Versión de Luis Marquina

La nueva versión de la obra teatral se incardina en el cine sonoro de la inmediata postguerra española. Fue producida por Cifesa en colaboración con UPCE (Unión de Productores Cinematográficos Españoles), conformada por un conjunto de inversionistas particulares que, en esta ocasión, aportaron el 35 % de la producción; las razones de esta colaboración eran, en estos momentos, porque la empresa valenciana organizaba su trabajo en base a realizar dos películas al tiempo, una de coste “normal” y otra de presupuesto “reducido” que, al estrenarse, se amparaba comercialmente en la primera. Malvaloca, como película de generoso planteamiento artístico y técnico gozó de un presupuesto cercano al millón de pesetas.

El guion y la dirección de Malvaloca son de Luis Marquina. Hijo del dramaturgo Eduardo Marquina, se licenció en ingeniería industrial, aunque pronto modificó esta especialidad en beneficio del sonido y como tal, “ingeniero de sonido”, intervino en diversas películas, entre ellas, la ya mencionada El agua en el suelo.  Como director, su ópera prima la rodó en Filmófono (donde Buñuel ejercía como productor ejecutivo), Don Quintín el amargao, obra original de Arniches y Estremera, y, posteriormente, para CEA, El bailarín y el trabajador, basada en la pieza “Nadie sabe lo que quiere”, de Benavente. En el extranjero, Argentina e Italia especialmente, dirigió algunos títulos interpretados, entre otras celebridades, por Lola Membrives o Amedeo Nazzari. Tras la guerra civil española, Marquina rodó numerosos films, en muchos casos basados en prestigiadas obras literarias. Tal es el caso de Malvaloca, estrenada el 18 de septiembre de 1942 en el cine Fémina de Barcelona. A la popularidad de la obra, de sus autores y de los técnicos de Cifesa, se unía un trío interpretativo compuesto por Amparo Rivelles (Malvaloca), Alfredo Mayo (Leonardo) y Manuel Luna (Salvador) a los que se añadirían secundarios tan prestigiosos como Rosita Yarza (Juanela), Miguel Pozanco (Barrabás) o Camino Garrigó (Mariquita). A la novedad de ser la primera Malvaloca sonora, con las peculiares voces de los intérpretes citados, se uniría la de Gracia de Triana que, con sus canciones, subraya momentos, dramáticos o afectivos, que se dan en esta historia sentimental ubicada, como la obra original, en el pueblo de “Las Canteras” y rodada en la sevillana ciudad de Carmona.

Malvaloca era un viejo proyecto, anterior a los años de la guerra civil, de Luis Marquina con Cifesa que, por razones diversas, nunca se llevó a cabo hasta después de la contienda. Llama la atención que, en este momento, el guion presentado a censura y aprobado por ésta, tuvo que ser nuevamente redactado por “desacuerdo” de los propios hermanos Álvarez Quintero, según testimonio de Félix Fanés en “Antología Crítica del Cine Español 1906-1995”. pág. 148), cuestión de la que poco más se sabe. El film sería clasificado en “segunda categoría” y “autorizado” para mayores de 16 años.

El comienzo del film remite al hogar familiar de Malvaloca donde el padre, ante el poco trabajo existente y las nulas ganas de hacerse con él, ayudado en este sentido por el familiar Jeromo, conlleva a la situación que su hija ha querido remediar aportando su sueldo como trabajadora; ello no ha sido suficiente y, en acto de desesperación, pierde su honor para traer dinero a casa. La hija nacida de esa relación es apenas una brevísima mención en los diálogos de ella con alguno de sus amantes. El resto de la película discurre por los cauces argumentales que conocemos, aunque, la mayoría de las secuencias están tocadas por la mano del guionista/director de forma personal y subrayadas por la interpretación según el carácter de cada personaje; así, Malvaloca, de nombre Rosa, tendrá las sensaciones habituales de ser esa flor marchita y, frecuentemente, deshojada; Salvador, se sirve de las mujeres según sus códigos y las “compra” o “las vende” según sus pragmáticos estados de ánimo; Leonardo, es un tipo caviloso que, tras el enamoramiento de la sevillana, rumia situaciones, en público o en privado, con las consiguientes consecuencias en ese carácter meditabundo y habitualmente preocupado cuyas causas parecen estar en el amor por Malvaloca y en aceptar y asumir, al tiempo, la honorabilidad perdida de esta mujer…

El tren parece tener significativa importancia en la narración de los hechos; en el primer caso, reúne a Salvador y a Leonardo, un hombre del sur y otro del norte, en amistad y oficio; en el segundo, permite que Salvador y Juanela se conozcan antes de la llegada de ésta a casa de su hermano. A este respecto, la relación entre Leonardo, el asturiano, y Juanela, su hermana, nos parece que traspasa los límites de una normal relación fraternal; se diría existir una manifiesta atracción de la elegante muchacha por su admirado hermano y un voluntario alejamiento de él hacia ella; veamos algunos detalles: Leonardo no ha ido a la estación a recibirla y se justifica ante Salvador con anodinas respuestas; en la primera conversación ella alude a una “carta contradictoria” escrita por él y se pregunta “si no deseabas mi compañía”; se reafirma en que quería venir cuanto antes, “abrazarte, “no separarme de ti, nunca” (…) “siempre estaré a tu lado” (…) “nos reiremos juntos”, “pero juntos”, “así, así…” y la gesticulación, acompañando a las palabras, parecen evidenciar una relación más allá de lo fraternal. Aún más, cuando Malvaloca sale de la casa de Leonardo porque no se considera digna de mantenerse allí y antes de perderse entre el gentío de la procesión, Leonardo corre tras ella, pero antes de salir, Juanela lo llama y el hermano, interrumpe su carrera y retrocede al lugar donde ella expone el buen concepto que tiene de quien “será como una hermana”; acto seguido, el varón sale a la calle y busca entre la multitud de la procesión a la mujer que quiere, liberado ya de prejuicios sociales.

La apoteosis final: procesión de Cristo, devota feligresía y organizada banda de música, voz saetera, “enclavao en el madero”, de Gracia de Triana, la Golondrina que, recién fundida, suena nueva, dos amantes que se aman y, por ello, se sienten bajo la bendición de Dios.

Como dice Fernando Méndez-Leite (Jr.), “la gracia andaluza de los diálogos de los Quintero está transformada por el tono que Marquina, muy inteligentemente, ha exigido a sus actores, especialmente a Amparo Rivelles, que imprime una tristeza no exenta de encanto a su interpretación, dando perfectamente la idea de estar de vuelta de todo…”. (“Historia del Cine Español en 100 películas”. Guía del Ocio, pág. 38)


Malvaloca (Perojo) puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=uJLZcHnaR9Q

Malvaloca (Marquina) está disponible en FlixOlé.

Ilustración: Cartel de Malvaloca (1942), de Luis Marquina.

Próximo capítulo: Los Álvarez Quintero y el Cine Español: Malvaloca, tercera versión. De la “visión de Andalucía” a la “simbolización de España” (VI)