Rafael Utrera Macías
Manuel Barrios Gutiérrez (San Fernando, 1924), periodista y novelista, falleció el pasado 24 de Febrero (Sevilla, 2012) a la edad de 87 años. Sus cualidades humanas, literarias y profesionales han sido puestas de manifiesto en los diversos medios que le han dedicado específicos recuerdos.
Nosotros, desde CRITICALIA, queremos señalar su vinculación con algunas cuestiones cinematográficas de las que fue protagonista tanto en tiempos de la incipiente democracia como en épocas posteriores.
Así, la eclosión de un incipiente “cine andaluz” se fraguó tomando como base cierta novelística que, iniciada con
Manuela, de Manuel Halcón, se continuó con
La espuela, de Manuel Barrios, perteneciente al grupo de los llamados “narraluces”, y con
Campanada sin eco, del dramaturgo Fernando Macías. Los guiones de Pancho Bautista dieron lugar a los primeros filmes de Gonzalo García Pelayo,
Manuela (1975), y de Roberto Fandiño,
La espuela (1976) y
María la Santa (1978), basados respectivamente en los textos citados.
En estas dos últimas se actualizaba tanto el tema del cacique como el de las creencias y supersticiones populares; la exposición se daba la mano con la crítica para mostrar aspectos convertidos en problemas seculares de la Andalucía eterna.
Sobre la película
La espuela, nuestro compañero Juan-Fabián Delgado estimaba en un libro de la época,
Cine en Andalucía, que “mostraba una corrección formal que resultaba ineficaz a la hora de ensamblar elementos tan dispares como el comportamiento erótico del protagonista, la crónica social de la situación del proletariado andaluz, el análisis del comportamiento homosexual de dos jóvenes, la influencia de la religiosidad en las capas pudientes, la frustración sentimental y amorosa de una esposa, la crónica visual de una ciudad, Sevilla, y unos campos, el arribismo de quienes rodean al señorito”. Y es que el habitual enfrentamiento entre Literatura y Cine se libraba una vez más en beneficio de la primera, es decir, en este caso, a favor de la novela de Barrios. Por ello, apostillaba nuestro colega: “son demasiadas cosas, sin duda, para un solo film, y sólo una mano magistral podría haber tenido habilidad suficiente para darle cohesión y unidad”.
De otra parte, Manuel Barrios fue activo participante en las diversas sesiones dedicadas al Congreso de Cultura Andaluza; las iniciativas previas llevadas a cabo en Sevilla nos permitieron mantener con él efectivos diálogos donde su sabiduría, conocimiento y experiencia en relación al pueblo andaluz eran magisterio indiscutible tanto si se empezaba por la idiosincrasia como si se terminaba por el flamenco.
Esa fue la razón por la que, años más tarde, con ocasión de un curso titulado “Identidad y Mestizaje”, aplicado específicamente al Cine en Andalucía, llamamos a Manuel Barrios para que interviniera en el mismo en calidad de conferenciante y asesor. Concertamos asuntos y temáticas, precisamos nombres y establecimos calendarios. Pocos días después, recibí una llamada del periodista y escritor justificándome la imposibilidad de continuar con el proyecto; razones morales le impedían hacerlo.
En efecto, en 1993, Barrios, desde su tribuna de “Abc”, zarandeaba diariamente por activa y por pasiva al gobierno andaluz. Como el curso citado, organizado con ocasión del “Año de la Cultura Tradicional”, se celebraría en la Filmoteca de Andalucía y ésta dependía de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente, el novelista no consideró procedente aceptar el encargo y, consecuentemente, cobrar por su trabajo de una entidad oficial con la que disentía y a la que destinaba los dardos periodísticos salidos de su acreditaba pluma. Su conciencia le impedía, pues, aceptar lo solicitado. Todo un ejemplo de dignidad y ética que daba cuenta de su honestidad y altura moral.
El autor de
La espuela y de
El día que Gilda se quitó el guante, dos obras entre una prolífica producción literaria, descansa en paz mientras su persona y su obra perviven en nuestro recuerdo.