Rafael Utrera Macías

“Poema para nombrar la belleza de Tess”, de Manuel Pacheco, lo consideramos poema inédito por cuanto no aparece recogido en sus poemarios oficiales ni, a día de hoy, tenemos noticia de su publicación en otros medios, libros o revistas. Lo mostramos tal como el poeta lo escribió en la versión por nosotros recibida. Por el contrario, “El nido”, está bien presente en sus correspondientes ediciones, pero lo publicamos por encontrar diferencias entre aquéllas y ésta. Dejamos a los lectores interesados el estudio de tales diferencias. Ofrecemos en primer lugar nuestro comentario sobre la película y, a continuación, el poema.
 

Tess, de Roman Polanski
Rafael Utrera Macías

Benjamín Jarnés, en su novela “Teoría del zumbel” escribe: “Pasó en volandas por todos los baches donde su inmaculada existencia pudo haberse salpicado de anécdotas”.  Y a propósito del personaje femenino, Blanca, y sus distintas circunstancias, se puede distinguir entre aspecto sensorial, aspecto espiritual y actitud vital. Parece inevitable no acordarse del escritor aragonés cuando, en la pantalla, vemos dolor y belleza tan bien marcados en la cara de Tess.

El cuchillo en el agua, Repulsión, Cul de sac, El baile de los vampiros, Rosemary´s Baby, Macbeth, Qué?, Chinatown, El quimérico inquilino son las piezas de la filmografía de Roman Polanski que preceden a Tess. Este film, como Qué?, vuelve a ser un retrato femenino. También como el personaje de Blanca, es Tess “la historia de una categoría” que el realizador cinematográfico vuelca en la pantalla tomándolo de un relato decimonónico, “Tess of the d´Urbervilles” (1891), del inglés Thomas Hardy, autor también de “Lejos del mundanal ruido”, título con varias versiones cinematográficas.

Mucho antes de esta filmación, el cine de Hollywood se había interesado por la novela y hasta pudo ir en paralela producción con Lo que el viento se llevó cuando David O´Selnick estaba embarcado en tan grandioso proyecto. El éxito mundial de ésta alojó en el olvido del cine norteamericano el relato inglés, que sería interpretado por Jennifer Jones, hasta que, en 1979, una productora francesa la hace realidad bajo la dirección del cineasta polaco, quien, por otra parte, la tenía en el punto de mira de sus prioridades. De algún modo, la escueta dedicatoria a Sharon, su trágicamente desaparecida esposa, aporta connotaciones sentimentales más sugeridas que expresadas.

“Tess of the d´Urbervilles” es un libro que goza de gran popularidad. Ha sido versionado para el teatro y la ópera (incluso en modalidad ópera-rock) además de las cinematográficas que incluyen dos mudas y tres sonoras; las adaptaciones para televisión son numerosas y se han resuelto en distintos formatos siempre en relación al programa donde se incluyera su emisión.

Su relato es un ejemplar melodrama victoriano que Polanski respeta en su estructura, en su narración, y al que dota de una cuidadosa e incluso preciosista puesta en escena donde recrea fielmente la sociedad rural inglesa; el sentido folletinesco de la historia no merma su credibilidad y ello es consecuencia de la entrega y apasionamiento que el director ha puesto en la adaptación de la novela, incluso dotando al film de un excesivo metraje. Con la estética de “los grandes relatos” de mediados del XX, organiza una filmación clásica, sin prejuicios de género, que se aparta de su línea precedente de trabajo en donde las notas surrealistas se inscribían en historias realistas, de la que son buenos ejemplos Repulsión o La semilla del diablo.

Aceptado, pues, el buen trabajo cinematográfico que Polanski ha llevado a cabo, resulta sorprendente (a sabiendas de que ya figuraba en la novela) la incursión que el melodrama hace en los modos de ser y vivir de la sociedad presentada. La historia de Tess, muchacha perteneciente al campesinado, va más allá del simple folletín por cuanto su existencia se salpica de “anécdotas” derivadas de la dialéctica de clase. Su condición de mujer, su condición de campesina, son los dos factores que determinan su existir; predestinación, fatalismo, destino, no son conceptos suficientes para explicar las causas de sus desgracias, sino que es la estructura social con todos sus condicionantes la que determina la vida de esta heroína.

El libertinaje, de una parte, y el puritanismo, de otra, representados por el amante y el esposo de Tess, respectivamente, son quienes conducen su vida; al final, llevan a la muerte a esta muchacha que le ha servido a Polanski para enfatizar sobre la condición de la mujer víctima de un riguroso contexto social.


Ficha técnica y artística

Nacionalidad: francesa. Título original: Tess. Año de producción: 1979. Producción: Renn Productions (Francia) y Burril Productions (Reino Unido). Guion: Gérard Brach, Roman Polanski y John Brownjohn.  Dirección: Roman Polanski. Fotografía en color y panavisión: Geoffrey Unsworth y Ghislain Cloquet. Montaje: Alastair McIntyre. Música: Philippe Sarde. Distribución: Filmayer. Intérpretes: Nastassia Kinski (Tess), Leigh Lawson (Alec D´Urberville), Peter Firth (Angel Clare), John Collin (John Durbeyfield), Tony Church (Tringham). Estreno en Madrid: 1 de enero de 1980



MANUEL PACHECO

POEMA PARA NOMBRAR LA BELLEZA DE TESS

                A Roman Polanski que escribió el poema


Cansado de tus demonios y de tus misas negras
has escrito un Cuento Azul
sobre la humilde belleza de una campesina.

Páginas de paisajes
Las abejas y el rojo olor del vino
dibujan en la granja el sonido de una flauta
La Naturaleza hermosamente fría para el dolor la tristeza y
la miseria del ser humano
El hijo del Reverendo que buscaba a Dios en los crepúsculos de una vaquería
El hijo de la señora ciega que cambió su nombre por un título comprado
y la maldición de un sello antiguo en la plata de un tenedor
envenenando el cuerpo y el alma de la hermosa Tess:

En el lienzo que cubre el sueño oscuro de los muertos
y acompaña al balandro con su blanca bandera
dibujaste en imágenes vivas
las ruinas impasibles del altar de la MUERTE.

Abri 1981. Teatro Menacho. MANUEL PACHECO



El nido, de Jaime de Armiñán
Rafael Utrera Macías

El film de Jaime de Armiñán, El nido, se inscribe en la línea del cine español de interés correspondiente a los años ochenta del pasado siglo y se cataloga entre los títulos de excepción que rompieron la regla de la mediocridad y el mercantilismo; no sin razón fue seleccionada para competir en los Oscars como película extranjera. De una parte, la originalidad del tema tratado, y, de otra, la factura técnica, dan como resultado un film en el que la fotografía, ambiente, interpretación, sirven con eficacia a una inteligente puesta en escena.

De entre lo que Armiñán ofrece en pantalla, me detengo en aspectos argumentales y temáticos que pueden constituir la clave para mejor entender la historia de Goyita. A quienes, por aquello de la verosimilitud, se le resistan sus imperativos, convendría advertirles que la película viene a ser la creación cultural que expresa un ideal amoroso en nuestro tiempo, pero cuyas líneas maestras tienen su base en las teorías y prácticas medievales de lo caballeresco y lo cortés.

Esta Ana Torrent, descubierta en su niñez por Erice en El espíritu de la colmena, fue luego la “fiammetta” de Saura en Cría cuervos y, seguidamente, en El nido, para Armiñán, el equivalente cinematográfico de otras Lauras y Beatrices; aunque el nombre de Goyita resulte menos poético que los anteriores, la imagen no prescinde de los atractivos necesarios; muy al contrario, su personalidad, la seguridad de su imperativo, el dominio sobre el varón, su enfrentamiento a las circunstancias, sus continuas amenazas de ruptura en función de sus condiciones, proyectan su carisma sobre el hombre, al que anula y convierte en pelele de su voluntad.

Así que, este Alejandro, prototipo de “caballero” liberal, que entre corrección y decoro consume sus actividades de ocio, deviene en personaje útil para la exposición de una concepción caballeresca del amor; el amor como motivo romántico que convierte al hombre en fuente de bondad, de nueva vida con otro sentido; así, el mundo se vive en función de la amada, acorde con la devoción que se siente por ella; surge, en consecuencia, un entendimiento femenino de la vida y no de otro modo se justifica el asesinato que Alejandro concibe y lleva a cabo, atendiendo a los deseos de Goyita, por más que los caminos del amor, tan romántico como imposible, acaben en la derrota-muerte del caballero enamorado. Y es que, a la postre, lo cortesano es desdeñar y ordenar por parte de la mujer y consumirse en el amor, obedeciendo, hasta lo imposible, por parte del hombre. La unión de las sangres, romántico sustituto de un matrimonio canónico, hace núbil a la muchacha en flor.

Pero, obviamente, el romanticismo de Goyita-Alejandro tenía que desenvolverse en el ambiente que imposibilitara su relación de amistad y comunicación; y, aquí viene el segundo acierto de Armiñán: el coro de la tragedia lo elige el director de entre la más pura realidad: las fuerzas vivas del pueblo. El cura, la maestra y la guardia civil, como personajes de las subhistorias y dirigentes de la colectividad, como condicionantes de vidas propias y ajenas, dispuestos a jugar los roles asignados por el conservadurismo a ultranza; el enfrentamiento en la creencia, el acercamiento en la amistad, la represión y la violencia, responden a esos apartados en los que el clero, el magisterio y la milicia condicionan los encuentros de la muchacha con su admirador. El párroco advierte a Alejandro: “He reunido las opiniones que mereces en tres grandes grupos: los más piadosos dicen que eres gili, los más generosos, que estás mal de la cabeza; los más apasionados, que eres maníaco sexual y que convendría darte un escarmiento. Guárdate de este último grupo”. Lo que empezó con un juego, combinación de aleluyas y plumas de pájaros, acaba en tragedia de una comunicación imposible.


Ficha técnica y artística

Título original: El nido. Diálogos, guion y dirección: Jaime de Armiñán. Producción: A punto E.L.S.A. Año: 1979. Distribución: Ados. Fotografía: Teo Escamilla. Montaje: José Luis Matesanz. Decoración: Jean-Claude Hoerner. Productor ejecutivo: Manuel Pérez. Sonido: Bernardo Menz. Vestuario: Trini Ardura. Música: “La creación”, de Haydn, Anónimo del siglo XVII y “Maxence Canteloube”.  Intérpretes: Héctor Alterio (Alejandro), Ana Torrent (Goyita), Luis Politti (Eladio, el cura), Agustín González (Sargento), Patricia Adriani (Marisa), María Luisa Ponte (Amparo). Estreno: 18, septiembre, 1980.



EL NIDO (1)

MANUEL PACHECO


Niña de pluma de aire
anclada en el recinto de una casa cuartel
donde el fluido del tricornio del Jefe
pretendía encadenar tu libertad de pájaro.

Conocías las aves por sus cantos
y caminando bosques
encontraste al viajero de la música.

Primavera y otoño
-lejana sombra del contacto-
hombre y niña cruzando el puente del amor
hecho de telarañas de soledad.
Tus escritos en verso
clavados con las plumas de tus pájaros
iniciaron los pasos del hombre solitario.

Niña de trece años
cuerpo hecho de música
cabellos transparentes de arco iris
miradas de mujer
voz de peligro de caricia de mano.
Otoñalmente el hombre sufrió tu primavera
quemaste sus recuerdos
matando a su mujer después de muerta.

Bruja de su delirio
Hada de su tristeza
mariposa de humo sobre manos vacías
imposible jazmín para gozarte entera.

El juego era el milagro
la música los pájaros los caballos
las geometrías de las bicicletas
las iniciales de sangre con la navaja de la niña
en el lejano azul de un amor imposible.

Las metralletas de los guardias
clavaron en el monte tu silueta.

Sobre la cruz del bosque
la niña dijo AMOR
encendiendo en su vida de penumbra y de frío
la lumbre de una ESTRELLA.

(1) Película dirigida y escrita por Jaime de Armiñán e interpretada por Héctor Alterio y Ana Torrent.

Badajoz, 2 Noviembre 1980. Teatro Menacho. MANUEL PACHECO


Ilustración: Fotograma de la película Tess, de Roman Polanski.

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