Enrique Colmena

Este año, coincidiendo de nuevo con las fechas en las que se celebran los eventos relacionados con el llamado Día del Orgullo LGTBI (que conmemora los sucesos de Stonewall de 1969, cuando la comunidad gay, por primera vez, hizo frente sin ambages a siglos de represión), vamos a hacer un repaso en CRITICALIA a la cosecha cinematográfica que, durante los últimos doce meses, aproximadamente, se ha podido ver en pantalla. Y decimos en pantalla y no en la “gran pantalla”, porque parece evidente que, entre la pandemia y los cambios de costumbres, las salas de cine (y subsidiariamente la televisión) no son ya el único canal donde se pueden ver películas, sino que sobre todo las pujantes plataformas (Netflix, HBO, Amazon Prime, Disney+, Apple TV, Rakuten, Movistar+, Filmin, FlixOlé...) tienen cada vez mayor peso en la visión de productos audiovisuales.

Los problemas derivados de la pandemia, que han hecho también que buena parte de los últimos 12 meses las salas de cine hayan estado cerradas, tanto en España como en otros muchos países, hacen que esta revisión del cine de temática LGTBI sea necesariamente distinta de la que hemos hecho en ediciones anteriores, en las que nos fijábamos en el material exhibido en esas salas de cine, que este año han estado, en el mejor de los casos, en situación precaria.

Así que esta recopilación, que como siempre no tiene vocación de exhaustividad, se centrará en los films que se han producido durante 2020 y 2021 con la temática que estamos tratando, obteniendo los datos de las distintas páginas web (IMDb, FilmAffinity) que nos permite rastrear temáticas mediante palabras clave o “keywords” (en IMDb), o bien “topics” (en FilmAffinity).

De ese rastreo hemos seleccionado algo más de 40 títulos, que pueden servirnos de testigos razonables del estado de salud del cine que trata de forma fundamental, o al menos de manera importante, los asuntos relativos a la homosexualidad, la transexualidad y las otras cuestiones que generalmente se incluyen dentro del acrónimo (que cada día crece más...) LGTBI, y que nosotros dejaremos ahí (ya se habla de LGTBIQ+...) para entendernos y no hacer la palabra kilométrica.

Este año, también por mor del nuevo criterio que la pandemia y los nuevos usos y costumbres están imponiendo en los últimos tiempos, vamos a hacer nuestra revisión por grandes zonas geográficas, lo que nos permitirá, a su vez, tomar la temperatura de la tolerancia en esas localizaciones, y comprobar hasta qué punto todo lo relativo a las temáticas LGTBI tiene posibilidades de existir, también en cine, solo en un contexto de libertad, tanto política como religiosa y social.


España

Empezaremos por casa, que parece el mejor lugar para hacerlo. Desde el punto de vista social, parece claro que nuestro país es lo más parecido a un oasis en cuanto a tolerancia y asunción de los derechos de las personas LGTBI, aunque desde luego existen problemas que no vamos a obviar: al margen de una sorda resistencia homofóbica en una parte de la sociedad, la más conservadora, hay nuevas (o viejas, más bien) pulsiones políticas que parecen empujar en sentido contrario a la Historia. Pero, en general, la situación aquí no tiene nada que ver con la que hay en otros muchos países, con el matrimonio de personas del mismo sexo legalizado y plenamente asumido desde hace lustros, y con una aceptación social mayoritaria del hecho LGTBI como un componente más de la sociedad.

Curiosamente, aunque el cine de temática LGTBI tiene una larga tradición desde la instauración de la democracia (antes también, aunque por la miope imbecilidad de la Censura: véase el caso obvio de Diferente...), durante 2020 y 2021 apenas encontramos algunos títulos, e incluso entre algunos de ellos el tema se toca de refilón, como sucede en Poliamor para principiantes, la comedia de Fernando Colomo en el que el tema es, como ya anuncia el título, el poliamor o posibilidad de tener sexo, o amor, o ambas cosas, con una o varias personas a la vez (no necesariamente en el mismo momento, se entiende... o sí), con independencia del sexo de uno y del otro o los otros. Más centrado en la temática LGTBI encontramos A stormy night, de David Moragas, rodada en blanco y negro y en inglés (está rodada en Nueva York, habrá que aclarar, con actores mayoritariamente yanquis, no es una cuestión de “posse”), donde los diálogos francos pero sugerentes (aunque puedan parecer términos contradictorios) y la tensión sexual no resuelta serán los ejes sobre los que discurre esta curiosa peli, que alguien definió, tal vez como una “boutade”, como si Eric Rohmer hubiera hecho un film gay, lo que evidentemente es todo un elogio.

El sexo homo en ambientes familiares estará en dos películas españolas, Mía y Moi, de Borja de la Vega, con tragedia familiar tras la que los hermanos del título, más el novio del chico, habrán de afrontar sus traumas, en un triángulo que, cuando irrumpe el novio de la chica, se convierte en un cuadrilátero (casi literal, en su acepción boxística...); y Al óleo, modesta y esforzada producción andaluza de Pablo Lavado, con relación homoerótica surgida en un chispazo en un contexto veraniego. En otra vertiente, Salir del ropero, de la gaditana Ángeles Reiné, busca la reivindicación, en clave de comedia, de la homosexualidad (lesbianismo, en este caso), incluso en edades, los setenta “tacos”, que pudieran parecer ya tardías para salir del “closet”.


Europa Occidental

En el resto de Europa vamos a distinguir la mirada sobre esta temática que se tiene en Europa Occidental de la Oriental. En la primera la salud de los temas LGTBI en cine (y en la sociedad) es evidentemente buena, y cabe decir de esa zona geográfica lo mismo que de la sociedad española en cuanto a los altos niveles de aceptación social y de respeto a los derechos humanos. De Francia, patria original en Europa de los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad, hemos tenido este año una buena muestra con Verano del 85, film de François Ozon que ya nos ha dado buenos ejemplos anteriores de su cine con esta temática (Sitcom, El tiempo que queda...), en un film sobre la adolescencia y la fascinación por la figura del adulto idealizado, pero también los celos cuando no se sabe, por edad, gestionar los asuntos sentimentales. En 7 minutes, en clave de drama entreverado de thriller, el cineasta Ricky Mastro nos presenta a un policía cincuentón que encuentra el cuerpo sin vida de su hijo y de su novio, muertos por sobredosis, y cómo afrontará el “madero” esa circunstancia, adentrándose en un fenómeno que le es desconocido. También con coproducción francesa, pero mayoritariamente belga, es Lola, donde Laurent Micheli nos presenta la complicada pareja formada por un padre intolerante y una hija trans, teniendo ambos que hacer un recorrido físico (pero, por supuesto, también emocional) para cumplir el último deseo de su esposa y madre, respectivamente.

En la zona de influencia germana, en la propia Alemania encontramos Futur drei, ópera prima del cineasta de origen iraní Faraz Sharat, donde plantea una historia de amor gay en un contexto, el de los refugiados persas en el país teutón, ciertamente complicado, aunque infinitamente menos que si tuviera lugar en su país de origen, claro está... Sin movernos de la zona germanófona, en Austria encontramos Moneyboys, del cineasta Yilin Bo Chen, donde los inmigrantes son chinos, y en concreto un joven de esa procedencia que se gana la vida como chapero para ayudar a la economía familiar, aunque el origen de ese dinero a sus parientes no les resulta nada grato; y Hochwald, con dirección de Evi Romen, con ataque homófobo en un club gay, denunciando que, incluso en la tolerante Europa Occidental del siglo XXI, aún existen actitudes violentas hacia los que son diferentes.

En las Islas Británicas encontramos dos pelis reseñables dentro de la temática LGTBI: una es Ammonite, una costeada coproducción del Reino Unido con Estados Unidos y Australia, socios minoritarios, con dirección de Francis Lee (sí, el realizador de Tierra de Dios), y con una fantástica pareja de actrices, la irlandesa (aunque nacida en Nueva York) Saoirse Ronan y la inglesa Kate Winslet, que representan el apasionado romance de una prestigiosa paleontóloga y una joven casada en el contexto histórico nada propicio para ello de la Inglaterra de mediados del siglo XIX. Y en Irlanda (que forma parte de las Islas Británicas, como sabemos), en un tono muy distinto, encontramos Dating Amber, comedia con dos amigos, chico gay y chica lesbi, respectivamente, que en los años ochenta del siglo XX (mejor época que la anterior, pero tampoco como para tirar cohetes...) dan en fingir que son pareja sentimental para que el entorno les deje en paz con sus sospechas sobre sus tendencias sexuales, todo eso en la muy católica, meapilas e intransigente Irlanda de la época.

Por fin, en tierras latamente escandinavas, encontramos la danesa Vivir sin nosotros, crónica dramática sobre el desamor de una pareja gay, asfixiado uno por la presión del otro, incapaz este otro de pasar página, en un film de David Färdmar que no termina de encontrar su tono, quizá al partir de un corto que se hace extenuante al pasar a ser largometraje. Y la finesa Nimby, con dirección de Teemu Nikki, en clave muy distinta, de humor, con chica pensándose si salir del armario, o no, con las sorpresas inevitables en toda comedia que se precie.


Europa Oriental

Como es sabido, en los países de la antigua órbita de la Unión Soviética, ahora ya con democracias formales “a la occidental”, las pulsiones autoritarias y los comportamientos alejados de los derechos humanos están a la orden del día. No hay más que recordar la situación en Hungría, donde la postura del gobierno ha hecho incluso que la siempre pacata Unión Europea le haya tenido que llamar al orden (con escasos resultados, a lo que se ve). Tampoco Polonia es precisamente un lugar agradable para ser gay o lesbiana, no digamos trans, y, en general, los antiguos países comunistas siguen manteniendo la misma intransigencia que tenían cuando gobernaban con mano de hierro, como marionetas de Moscú, a sus conciudadanos.

Así que no es extraño que los títulos de temática LGTBI escaseen en los antiguos países soviéticos, Rusia incluida, por supuesto. Encontramos algunas excepciones, que por ello son incluso más valiosas. Quizá la que más lo sea la rumana Poppy Field, dirigida por Eugen Jebeleanu, que plantea el caso de un policía gay, obviamente en el armario, que se ve descubierto por una antigua relación ocasional cuando realiza un servicio con sus compañeros polis, lo que nos permite contemplar la complicada vida de un hombre que ha de presentar, en un trabajo de obvio ambiente machista, una faceta de hetero puro que no se corresponde con su realidad sexual.

Un caso curioso es el de Charlatán, película coproducida por varios países de la antigua órbita soviética: República Checa, Polonia, Eslovaquia, con el añadido de Irlanda, aunque es la cinematografía checa la mayoritaria y la que presenta la historia de uno de los suyos, un extraño curandero que durante los años treinta demostró dotes ciertamente excepcionales en la cura de enfermedades de tirios y troyanos (léase nazis y comunistas), y, aunque de forma colateral, sabremos que era homosexual, lo que no le ayudaría mucho, que digamos... Dirigida por la veterana polaca Agnieszka Holland, que se formó cinematográficamente en la antigua Checoslovaquia, probablemente el hecho de que la también llamada Chequia sea la más democrática de las antiguas repúblicas soviéticas ha debido influir positivamente en la culminación de este proyecto.

Pero es que incluso de la muy intolerante Polonia (hablamos de la administración pública, claro está, no de la ciudadanía) llega Ostatni komers, un film de Dawid Nickel ambientado en un contexto juvenil e hipermasculino, donde sin embargo laterán pulsiones eróticas no muy controladas ni homologables a lo que se esperaba en ese ambiente.


África

El continente africano, no descubrimos nada, no es precisamente un buen sitio para ser persona LGTBI: bien sea por prejuicios religiosos (no solo musulmanes: también cristianos, en los países en los que esta religión es preponderante), bien sea por anquilosados prejuicios sociales, lo cierto es que estas personas no gozan, en general, de una acogida favorable; más bien al contrario, con frecuencia padecen persecución, cárcel, incluso la muerte, simplemente por ser como son.

Así que no es raro que la temática LGTBI en el cine africano sea muy escasa; aparte de que ya de por sí las cinematografías son, en general, endebles y con poco volumen de títulos, esa temática aparece muy raramente, y cuando lo hace será en países donde existen valores democráticos parecidos a los que solemos convenir en llamar “Occidente” (Europa, Estados Unidos/Canadá, Japón, Australia y poco más), aunque no todos esos países estén geográficamente situados en el Oeste del mundo. Una de esas escasas democracias homologables sería la de la República Surafricana, mayormente desde que gozosamente se acabó con el “apartheid”. Pues en ese país se ha rodado Moffie, film de Oliver Hermanus, que ambienta su historia, basada en hechos reales, en la vida de un soldado gay en los años ochenta en ese país del sur de África, en un contexto, el militar de un estado que todavía mantenía la vergonzosa segregación racial, en el que ser homosexual era una lacra inadmisible.

Ilustración: Una imagen de Verano del 85, de François Ozon


Próximo capítulo: Tomando el pulso al cine de temática LGTBI (2020-2021) (y II). USA/Canadá, Latinoamérica, Asia