Los componentes de la llamada “generación del 27”, también conocida como “generación del cine y los deportes”, actuaron, en unos casos, como ávidos espectadores de una nueva forma estética y, en otros, manifestando la influencia de esas imágenes en algún lugar de sus escritos. Una diferente capacidad perceptiva respecto a los escritores precedentes, permitió a estos jóvenes literatos convertirse, por medio de sus poemas o ensayos, en cantores de las nuevas técnicas, mudas o sonoras, y del mágico mundo que las generaba.
La admiración para con el cinema corría pareja con el culto a la música de jazz, a la velocidad desarrollada por el automóvil, a la novedad de los deportes populares o elitistas, a las modernas teorías suscitadas por el psicoanálisis. Cada uno de estos aspectos, y otros semejantes, se convirtieron en rasgos distintivos de "la modernidad” y fueron aireados al final de los años veinte en variadas publicaciones, desde las madrileñas “Revista de Occidente” y “La Gaceta Literaria”, a las andaluzas “Papel de Aleluyas” y “Mediodía”.
De entre los escritores contemporáneos, Rafael Alberti pedía respeto por haber nacido con el cine mientras que para Benjamín Jarnés y Francisco Ayala era el mejor regalo de los dioses y el genuino arte coetáneo; César M. Arconada lo enjuiciaba como verdadera expresión de lo moderno, y Fernando Vela se sentía en la butaca del cine como si estuviera a lomos del Clavileño cervantino; para Luis Cernuda, la pantalla era el campo de los modernos héroes.
El cinematógrafo, como novedoso referente, fue acogido con entusiasmo por los literatos: los factores esenciales del lenguaje fílmico, las posibilidades espacio-temporales creadas por el montaje, el contraste entre ficción y realidad, la película fascinante y su fantástico protagonista, la eximia actriz de turbadora belleza, el personaje audaz, elegante, sensible, cómico, fueron algunos de los elementos fecundantes del ensayo, del poema, de la prosa; a su vez, esta nueva literatura dejará sentir su influencia sobre el cinema tanto en la plástica de su ya madura expresión muda como en la todavía inexperta sonora.
Cine cómico americano
La defensa del cine cómico americano como prototipo y modelo favorito se encuadra en una de las controversias llevadas a cabo por los distintos grupos de la generación en torno a la aceptación o al rechazo de determinados cineastas. Entre los diversos componentes de la Residencia de Estudiantes se popularizó el adjetivo “putrefacto”, con una evidente semántica despectiva, para menospreciar a cuantos, por razones artísticas o de otra índole, no eran santo de su devoción. En tal sentido, el mundo del cine, desde directores/realizadores a actores/actrices, eran aplaudidos en su diversa actuación o catalogados y despreciados con el mencionado adjetivo.
El “Manifiesto artiartístico catalán”, con las firmas de Salvador Dalí, Lluís Montanyà y Sebastià Gasch, supuso, en palabras de Román Gubern, “un rechazo insolente a la respetada tradición cultural” (“Proyector de luna”. pág. 51), complementada por la “Guía sinóptica”, publicada por “L´Amic de les Arts” (nº 23, 1928) y dedicada al cine, donde se privilegia tanto el cortometraje del cine cómico americano con sus múltiples y entrañables personajes como la compostura y caracterización del dandy interpretado por Adolphe Menjou, “símbolo de uno de los matices más puros del cine de hoy”, frente a la “putrefacción artística cinematográfica” de los maestros del cine contemporáneo llamados Murnau, Gance, Lang, etc.; es decir, grandes títulos de la época, como Amanecer, Napoleón, Metrópolis, se ponían en entredicho para preferir y anteponer la sencilla película de dos rollos donde las figuras de Charlot, Keaton, Lloyd, Langdon, entre otros, se erigían en la antítesis de la “putrefacción”. Ello no impediría que, en el contexto cultural y cinéfilo de la generación, todavía pudieran establecerse diferencias entre el sentimentalismo de Chaplin y la impasibilidad de Keaton, donde el segundo, al menos a partir de un determinado momento, parecía ganar por puntos al primero al ser etiquetado como “putrefacto” al uso.
“La Gaceta Literaria”: los literatos del 27 escriben sobre Buster Keaton
El cine cómico americano y sus diversos personajes e intérpretes es un tema recurrente en “La Gaceta Literaria” y no sólo en las páginas dedicadas al cinema. A esta publicación, dirigida por Ernesto Giménez Caballero, le cupo el honor de haber incluido en sus páginas el poemario de Rafael Alberti “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”; algunos poemas, por encima de sus propios títulos, se cobijarían bajo el genérico calderoniano a partir de la tercera entrega y, en las dos últimas, serían acompañados con dibujos de Maruja Mallo. Además, el Cine-club Español, dependiente de la citada publicación, en su sexta sesión, ofreció una programación dedicada a “lo cómico en el cinema”, con lo que contribuiría a materializar ese estado de atención que en la revista manifestaban críticos cinematográficos, ensayistas, poetas.
Por estas razones, hemos elegido esta publicación para componer una breve antología de comentarios y opiniones sobre Buster Keaton, al tiempo que mencionaremos la programación exhibida en la citada sesión del cine-club y referiremos la película proyectada en ella de este cómico americano.
Benjamín Jarnés
“¿Quién leyó una pastoral más bella que una escena campestre de Buster Keaton?”
De Homero a Charlot. “La Gaceta Literaria” nº 22. 15 de noviembre. 1927
Miguel Pérez Ferrero
“Buster Keaton no recuerda ya –es casi seguro- cuando se le inmovilizó el gesto en la punta de la nariz. Sin duda, sólo sabe que anduvo muy preocupado aquellos días. Se le había parado el gesto y él quería echarlo a andar, como si se tratase de un automóvil. Probó los medios que se le antojaron más a propósito: la ducha, el sol, mirar a las mujeres guapas… Obtuvo unos desconsoladores resultados. Alguien le aconsejó ir al cine: “Allí te reirás. No hay quien no se ría. Te fijas antes si proyectan alguna película cómica”. Buster Keaton fue al cine. Por el camino de luz del foco proyector –truco sabido- se metió en la pantalla. En seguida se vio arrollado por la acción de un drama truculento. ¿Actuaría él solo en medio de tanto desconocido? Le guiaba el interés de poner su gesto en marcha. Practicar – recurso último- el procedimiento de las emociones fuertes. Le interesaba también un poco la chica mortificada por aquellos sujetos mal encarados. ¿Por qué, Señor? ¡Era tan guapa! Cuando se le vino a la memoria que tenía una butaca de espectador, ya no la tenía. El gesto no había logrado movilizarse aún. Y de su bolsillo podía sacar muchos pedacitos de celuloide. Cada pedacito era él en una vida distinta (…) Sucesivamente –no hagamos caso de los celuloides en confusión- Buster ha afrontado peligros de navegante; ha conocido la ley de la hospitalidad; ha sufrido pasión y boda”.
Buster Keaton. “La Gaceta Literaria” nº 9. 1 de Mayo.1927
Francisco Ayala
Como Charlot, Buster Keaton realiza -incluso en lo físico- un tipo romántico. Sus films son verdaderos poemas de emoción lírica, con un sentimiento vago de desencanto y melancolía (…) Dos producciones suyas con preponderancia se inspiran en el moderno ardor deportivo: El boxeador y El colegial, últimamente estrenada. Ambas constituyen comentario irónico y pensativo de la alegre –y cruel- impavidez del alma joven. Una finísima burla de la energía, del entusiasmo y de la acción. En ellas -es la técnica peculiar de Keaton- el protagonista realiza sus objetivos, alcanza sus metas, por procesos indirectos y fortuitos, después de haberlas inútilmente perseguido por el camino de la actuación, de la voluntad, del entusiasmo.
El humor de Buster Keaton no es, en lo fundamental, ese basto humor yanqui de curiosas concomitancias con la modalidad española –o madrileña, mejor- de la aún presente y atroz época burguesa. Es un humor de la más delicada estirpe intelectual, transido de lirismo, logrado de matices, con movimientos leves. (El colegial. “La Gaceta Literaria” nº 27. 1 de mayo. 1928)
Sebastià Gasch
…Buster Keaton, frío, impasible, desinfectado, esterilizado. Incoloro, inodoro e insípido: casi mineral. Creador excelso de una poesía plástica, que vive únicamente por las cualidades suntuosamente fotogénicas de sus elementos. Fotogenia de la cara de Keaton, fotogenia de la musculatura de Keaton. Buster Keaton: objeto impasiblemente plástico, que se enlaza con la botella, con el teléfono, con el volante, con el bidet, con la pipa, con el revólver, objetos tan obsesionantemente fotogénicos como él. Plasticidad absoluta, pura, cruda, neta. ¡Oh la limpidez insobornable de las películas asépticas de Keaton! Plasticidad absoluta, pura, cruda, neta. Deshumanizada. (Films cómicos. “La Gaceta Literaria” nº 39. 1 de agosto. 1928)
André Beuclair
Buster Keaton se mueve en lo absurdo; es el hombre frío que no es gracioso en el primer momento; está paralelamente al escenario y no se extiende más de lo que se extiende el escenario. Se ha dicho que su fuerza cómica es igual a la de Charles Chaplin, pero de otra naturaleza. Buster Keaton es una idea, el lei-motiv del escenario, en el cual se emplea, es un personaje que no debe existir más que entre el comienzo y la terminación de un film. Él va y viene, y los acontecimientos le tiran a la derecha o a la izquierda. Es un truco dotado de movimiento. No tiene el hábito de pensar (…) Buster Keaton se hace y se deshace con el film. (Charlot, Buster Keaton y Harold. “La Gaceta Literaria” nº 43. 1 de octubre. 1928)
Luis Gómez Mesa
Esta vez los rayos luminosos que desembocan en la pantalla perpetraron un crimen. Transformados en afilada espada, se hundieron en las carnes del impasible Buster Keaton. Y no sólo ocurrió eso. Hubo más. Sus amigos de España, y al frente de nosotros su biógrafo Samuel Ros, que intentamos vanamente defenderle, resultamos heridos. Pero nosotros curamos enseguida. Y a Buster Keaton es difícil que se le resucite. Allá, en la sala de proyecciones, quedó su cadáver. Extendido sobre la sábana blanca del cine, en idéntica actitud que el que fallece en una mesa de operaciones (…) ¡Lástima de Buster Keaton! A última hora se desorientó y nos engañó a todos. La muerte reservada al “hombre que nunca ríe” –pero que hace reír siempre- era un envenenamiento por carcajadas. Y puesto en el trance de elegir, prefirió que el cinema parlante le eliminase. Su película hablada –y en español por añadidura- Estrellados, señala el término de su gracia muda, de expresión y de gestos. Y, por ende, el acabamiento de su arte. ¡Piedad para la grata memoria del protagonista de Mi vaca y yo, El navegante, El boxeador, El héroe del río, El cameraman…!” (Cinema. Asesinato de Buster Keaton. “La Gaceta Literaria” nº 94. 15 de noviembre. 1930)
La sexta sesión del Cine-club Español
Las actividades cinematográficas de “La Gaceta Literaria” se canalizarán a través del Cine-club Español; creado e inaugurado por Ernesto Giménez Caballero el 23 de diciembre de 1928, terminó sus actividades en mayo de 1931; las veintiuna sesiones celebradas tuvieron lugar en los cines Callao, Palacio de la Prensa, Royalty, Goya y Hotel Ritz. Aparte de controlar la organización, Giménez dirigió en varias ocasiones la palabra a los asistentes, presentó un título de René Clair y proyectó sus films Noticiario del Cine-club, en la sesión número 12, y Esencia de verbena, en la 15. Entre los escritores e intelectuales que intervinieron, de uno u otro modo, contamos a Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja, Benjamín Jarnés, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Julio Álvarez del Vayo, Luciano de Feo, Eugenio Montes, los doctores Lafora y Marañón, Miguel Pérez Ferrero y Germaine Dulac.
La sexta sesión se celebró, el 4 de mayo de 1929, en el cine Goya, y estuvo dedicada a “Lo cómico en el cinema”. Las proyecciones se dispusieron en dos partes, separadas por un intermedio en el que se recitaron unos poemas, etc. Los títulos proyectados fueron: Robinet nihilista, Tancredo sheriff, El torero, Las novias de Ben Turpin, Harold policía, Charlot emigrante, El navegante, Los apuros de un papá y Sus primeros pantalones. Algunas eran películas de uno o dos rollos y de otras sólo se proyectó una parte (tal es el caso de El navegante, de Keaton). En el intermedio, Rafael Alberti recitó tres poemas de la serie que publicaría en “La Gaceta Literaria” y cuyo conjunto llevaría el título, como ya hemos dicho, de “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”; en esta ocasión, el poeta andaluz recitó “Cita triste de Charlot”, “Harold Lloyd estudiante” y “Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca”. Este texto, juntamente con el de García Lorca, “El paseo de Buster Keaton”, constituyen dos singulares creaciones de nuestra literatura sobre el cómico americano. De ellas, haremos específicos comentarios en próximos capítulos.
Ilustración: Una característica imagen de Siete ocasiones (1925), con Buster Keaton en primer término.
Próximo capítulo: VI. “El paseo de Buster Keaton” por Federico García Lorca