A partir de la excelente novela de Nicholas Blake La bestia debe morir, Claude Chabrol consigue una de sus mejores películas y su obra maestra de los años sesenta (su mejor época, junto al primer lustro de los años setenta), un thriller de melancólica belleza sobre la muerte de un niño en accidente de tráfico, dándose el conductor a la fuga, y la posterior búsqueda a todo trance del padre.
El homicida resultará ser un ser monstruoso, una bestia (a la que alude el título original) humana a la que todos odian. Pero en esa duda vacilante que el triste padre siente ante la ejecución del abyecto está el germen de su humanidad.
Hermosa y sencilla, directa pero sutil, Accidente sin huella ahonda mucho más en las motivaciones del hombre que tanto otros documentos supuestamente trascendentales. Notable Michel Duchaussoy, uno de los actores predilectos de Chabrol, aquí un hombre zarandeado por el destino, escindido entre su deseo de venganza y su honda humanidad.
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