Pelicula:

Se suele recordar la frase lapidaria con la que el cronista de The New York Times describió en los años cincuenta a Lola Flores cuando actuó en la Gran Manzana: “Ni canta ni baila. No se la pierdan”. Pues de Bambino podría haber dicho: “Canta, baila e interpreta como si no hubiera un mañana. No se lo pierdan”. La alusión a Lola Flores no es ociosa. De La Faraona se ha dicho que nace una artista como ella cada cien años; pues con Bambino (nacido Miguel Vargas Jiménez, 1940-1999) se podría decir lo mismo en masculino.

Fuerza de la naturaleza, supernova que vivió 20 vidas en una, ciclón en el escenario, la vida breve de este extraordinario utrerano es reflejada ahora con talento por Paco Ortíz en esta notable Algo salvaje. La historia de Bambino. Ortíz (Huelva, 1978) es un cineasta que se licenció en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Sevilla, y que desde principios de la década de los años diez de este siglo XX viene desempeñándose como montador, guionista y director, generalmente con films documentales en torno al flamenco y alrededores, como 13. Miguel Poveda (2015), Matilde Coral, acariciando el aire (2016) y Se prohíbe el cante (2019), aunque también ha tocado otros temas, como la epopéyica aventura transatlántica A remo (2017).

Ahora afronta la evocación de uno de esos mitos que, ciertamente, están a día de hoy un tanto olvidados por el público en general, aunque es evidente que Bambino bien merecía una película que lo trajera al primer plano, como el artista realmente único que fue.

Ortíz plantea su película como una historia en seis capítulos, que irán marcando las distintas etapas de su vida, pero también sus características vitales. Esos capítulos serán “De Miguel a Bambino”, en el que conoceremos sus primeros años en su Utrera natal, su gusto por el cante flamenco, sus primeras actuaciones en ámbitos familiares y amistosos, su advocación artística como Bambino por cantar recurrentemente una canción con ese estribillo de Renato Carosone (en su versión española de Gloria Lasso), sus primeros pasos en Madrid. Allí lo descubre Manolo Caracol, que se da cuenta de que es un diamante en bruto, y lo encumbra, convirtiéndose en una estrella de la noche canalla matritense, que será el tema del segundo capítulo, “Yo soy la fiesta”, en el que se nos cuenta que gustaba a todos, a las clases altas y a los tipos más tirados, pero también que su arte era fundamentalmente el de la creación sobre un escenario, te hacía creer lo que cantaba, era próximo y cercano. Las letras de Salvador Távora, su habitual letrista de la época, y la música de Alfonso Santisteban, que ponía la partitura, eran solo la base para que Bambino hiciera toda una creación de esas canciones, todas ellas transidas de un dolor insoportable que el cantante utrerano hacía suyas y a las que él les confería aún más dolor, aún más tormento.


En el capítulo 3, “Los amores salvajes”, se nos cuenta que Bambino, que era heterodoxo en todo (en el cante flamenco, en bailar cuando los cantaores no bailaban, en el amaneramiento masculino cuando eso era impensable en el mundo de lo jondo), también lo fue en los amores, amores homosexuales cuando tal cosa estaba incluso castigado por la ley en la España franquista, una forma de amar que, sin embargo, nunca quiso reconocer abiertamente y por la que tal vez nunca llegó a dar el salto a la popularidad televisiva que hubiera sido lógica ante su excepcional talento, temeroso quizá de que de esa forma en su tierra descubrieran que los rumores sobre él eran ciertos. Pero en los ámbitos en los que se encontraba a gusto, en los tablaos flamencos, en la noche madrileña o barcelonesa donde también cantó numerosas veces, desplegaba su repertorio de canciones de emociones extremas, en los que expresaba una ambigüedad calculada en los mensajes que cantaba y cómo los cantaba, como en su versión de Mi amigo, de Rafael de León, que convirtió, “sotto voce”, en un auténtico himno LGTBI (cuando esas siglas ni existían ni se las esperaban...).

El capítulo 4 se titula “El rey de las gasolineras”, y en él se narra cómo su fama se cimentó, como sinécdoque, pero también como realidad, en los millones de “cassettes” con sus temas que se vendían en las estaciones de servicio de los años sesenta y setenta, preludiando el éxito que décadas después tendrían otros fenómenos populares como Camela, El Barrio o Junco, una popularidad que, sin embargo, no resistió el cambio social acontecido en España a partir de la Transición, con epifenómenos musicales como la Movida Madrileña y la falsamente culposa adscripción del flamenco y su periferia a posiciones ideológicas trasnochadas, lo que desarrolla Ortíz en el capítulo 5, titulado “Los malditos 80”, que cuenta el declive artístico, emocional, existencial, de quien lo fue todo en la noche madrileña. El capítulo 6, “Alfa y Omega”, que también podría haberse titulado “De Bambino a Miguel”, narra el regreso del artista a su Utrera natal, donde varias tragedias familiares, como la muerte de su hermano y de su madre le marcarán profundamente, para finalmente enfermar él mismo también, decidiendo vivir lo que le quedaba sin intervenciones que le hubieran impedido ser él mismo hasta la muerte.

La película está presentada sobre la base de una amplísima nómina de personas entrevistadas, desde académicos expertos en la obra de Bambino hasta colegas que le vieron, le admiraron y le quisieron, como Antonio Carmona, Juan el Lebrijano, Pitingo, Martirio o Poveda, entre otros muchos, pero también de sus letristas y músicos, como los mentados Távora y Santisteban, y sus productores, como Gonzalo García Pelayo, que dirigió su carrera a partir de mediados de los años setenta. El montaje, ágil y muy bien trenzado, se apoya en lo que sin duda son las joyas del film, las actuaciones del propio Bambino en archivos audiovisuales de la época, donde nos encontramos con un prodigio en el escenario, un artista con una fuerza absolutamente descomunal, un artista único que se vaciaba totalmente en cada canción, en cada una de las cuales vivía apasionadamente lo que cantaba, como si realmente lo estuviera sintiendo en ese momento. A la hibridación de las numerosas e interesantes entrevistas, inteligentemente montadas, con las poderosísimas interpretaciones de Bambino, se añaden locuciones como las de Carlos Herrera, también amigo del artista, que va desgranando las peripecias vitales del utrerano al comienzo de cada capítulo, pero también unos interludios entre cada uno de esos segmentos, que evocan la figura de Bambino como una (literal) estrella en el firmamento, para llegar finalmente a la metáfora de la supernova que al estallar será simiente de futuro con la materia que lanza al espacio.

Por poner un pero a esta por lo demás tan buena Algo salvaje. La historia de Bambino, nos parece que las breves dramatizaciones que se insertan no están, ni de lejos, a la misma altura del resto del film, dramatizaciones que podrían haberse obviado porque no aportan nada realmente a lo que se nos cuenta.

Por lo demás, la película de Ortíz es un muy valioso testimonio sobre la azarosa vida, la portentosa obra y la precoz muerte de un auténtico genio de la copla, de la rumba, del flamenco, de la canción en general, del amor cantado y expresado tan dolorosamente. Es también cine del bueno, del que nos hace mejores por la calidad del empeño, por la inteligencia con la que está presentada esta historia arrebatada, la memoria de un artista hecho a sí mismo, la vida de un hombre que, como se dice en la película, fue una luz que brilló con el doble de intensidad y por ello duró la mitad del tiempo.

(24-11-2021)


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82'

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Algo salvaje. La historia de Bambino - by , Nov 25, 2021
4 / 5 stars
Una fuerza de la naturaleza