Estreno en Netflix.
Disponible también en Filmin, Prime Video y FlixOlé.
El documental biográfico incurre con frecuencia en dos defectos que son su perdición, el acartonamiento y el academicismo; afortunadamente, no es el caso. Antonio Machado. Los días azules es una feliz aproximación a la figura de uno de los más grandes poetas de la lengua española, puesta en escena con mimo y detallismo por Laura Hojman (Sevilla, 1981), productora, directora, guionista, montadora, que ya nos interesó con su primer largo también documental, Tierras solares (2018), sobre otro poeta principal, el nicaragüense Rubén Darío.
Hojman plantea su película con la que pronto se revela una formula muy acertada: se van sucediendo, alternándose, las explicaciones de expertos de primera fila en Machado, siempre en intervenciones cortas, para no cansar y dar ritmo al relato, con el recitado de poemas del poeta sevillano, además de poner en pantalla, de vez en cuando, imágenes de la época, fundamentalmente fotos, a la par que, intermitentemente, algunas evocadoras escenas de dibujos animados aportan sugestivas imágenes del bardo y su lírica, en tanto que la música, serena, lánguida y melancólica, resulta el adecuado contrapunto a este hermoso documento que es algo más, bastante más que un documental.
De esta forma se nos irá narrando, poco a poco, la vida de Antonio Machado (y, tangencialmente, la de su hermano Manuel, también escritor, con el que estaba muy unido). A través de la versada palabra de expertos como el historiador Ian Gibson, el poeta Luis García Montero, los novelistas Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo, la catedrática y escritora Fanny Rubio, y el exvicepresidente del gobierno Alfonso Guerra, entre otros, vamos (re)conociendo la azarosa existencia de Antonio, desde su infancia vivida en el Palacio de las Dueñas (“el jardín del Cantar de los Cantares”, en palabras de Gibson), que marcará su poesía y le acompañará hasta el final de sus días, a su traslado a Madrid donde se forma en la Institución Libre de Enseñanza; su viaje a París para conocer la vida de bohemia y las vanguardias; su primer amor en su destino profesional de Soria, Leonor, una adolescente que morirá desdichadamente a los pocos años de haberse desposado con el poeta, lo que sumirá al escritor en una tristeza inconsolable; su nuevo destino en Baeza (“Soria a su lado era Atenas”, decía Antonio sobre el páramo cultural de la ciudad jaenera), su posterior traslado a Segovia y finalmente a Madrid, donde conocerá a su nuevo amor, al que en sus poemas llama “Guiomar”, un amor castamente platónico; la llegada de la República que le reconcilia con la política y le hace implicarse en las Misiones Pedagógicas para difundir la educación, la cultura, el arte; el golpe de estado de 1936, la guerra y su aproximación a posturas radicales (“Si mi pluma valiera tu pistola”, el famoso verso que dedicó al comandante comunista Enrique Líster), el exilio en Francia, la muerte en Collioure en 1939.
Todo ello está contado por Hojman con una delicadeza que fascina: las cualificadas palabras de los expertos se suceden mientras se intercalan los hermosos versos machadianos en la cálida voz de Pedro Casablanc, recitados en voz baja, susurrados, en una declamación nada impostada sino auténtica, hermosamente declamados en la mejor forma que se merecen los versos, con emoción, sin artificiosidad, con sensibilidad. Los dibujos que, también de vez en cuando, salpican el conocimiento de la vida y la obra machadiana, suponen otro descubrimiento: de una sencillez casi espartana, como el propio Machado, presentan la belleza de lo natural, pero también de lo estético, de lo sugestivo, de lo nostálgico.
Con un guion cadencioso, bien armado, la narración fluye aparentemente sola, alejada de academicismos y peñazos; en un guion sugerente, sutil, inteligentemente construido, utiliza siempre el verso machadiano con acertada adecuación al momento de la historia del poeta que se nos está narrando. El film avanza con amenidad, entre la palabra de los peritos machadianos, el recitado de la obra del escritor, los dibujos animados que sugieren momentos cruciales en su vida, en una afortunada hibridación que pronto se revela impecable.
Estamos entonces ante el hermoso retrato de Machado y su obra, pero también ante la notable imagen sobre su poliédrica figura: poeta, ensayista, dramaturgo, profesor, intelectual, hombre políticamente comprometido, enamorado dos veces y ambas, por diferentes motivos, frustrado. Documental amenísimo, no cansa nunca, y su visión debería ser obligatoria en los institutos, para conocer, de forma tan artística, tan atractiva, la vida y la obra de uno de nuestros escritores mayores.
La puesta en escena es invisible, la dirección no busca el protagonismo, se lo cede gustosamente a los expertos, a la poesía y, sobre todo, al poeta, en una irreprochable película que te va ganando poco a poco, amena, sensible, sencilla y a la par erudita sin afectación, una hermosa cinta que ciertamente trasciende su propia existencia y se constituye, a nuestro parecer, en una de las mejores películas de la temporada.
La película se cierra recordando los versos póstumos del poeta, encontrados en el bolsillo de una prenda de abrigo, en Collioure, tras su muerte: “Estos días azules/ y este sol de la infancia”. Un retorno entonces, a las puertas de la muerte, a esa Sevilla de su niñez, a ese huerto donde madura el limonero en el Palacio de las Dueñas, un hermoso broche elegíaco que cierra en círculo una película admirable.
(25-12-2020)
94'