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Hay veces en las que las intenciones de los promotores de un proyecto cinematográfico son tan evidentes que aparecen explícitamente hasta en los propios diálogos. Así, en un momento determinado, la hija del matrimonio protagonista de Bajo el mismo techo le dice a su madre, “pero si esto parece La guerra de los Rose”, aludiendo a la famosa película de 1989, dirigida por Danny DeVito (en su faceta de cineasta) y protagonizada por Kathleen Turner y Michael Douglas, y cuyo (mono)tema era precisamente el enfrentamiento prácticamente a muerte de dos cónyuges en proceso de divorcio, con la casa común como objeto de disputa y a la vez campo de batalla del conflicto cuasi bélico entre ambos.

Pues esa es, en esencia, la historia que se nos cuenta en Bajo el mismo techo: pareja de cuarentones, con una única hija, habiendo llegado recién (como dicen nuestros amigos argentinos) a la mayoría de edad, experimentan el síndrome del nido vacío cuando la chica marcha a Malta para marcarse un año sabático. Cuando ambos quedan solos, afloran las tensiones que habían estado latentes durante su matrimonio y, tras varios desencuentros, optan por divorciarse. Pero cuando intentan poner su vivienda en venta, les pilla justo en plena crisis inmobiliaria y el casoplón vale en el mercado la mitad de lo que les costó, por lo que deciden no vender. Pero la convivencia en común puede ser muy conflictiva...

Juana Macías, la directora, es una cineasta madrileña, licenciada en la Complutense, que se dedica también a la enseñanza. Como directora y guionista ha hecho varios cortos, algunos de los cuales obtuvieron en su momento importantes reconocimientos, como el titulado Siete cafés por semana (1999), que consiguió el Premio Goya al Mejor Cortometraje de Ficción. Posteriormente debutó en el largometraje con Planes para mañana (2010), un drama que, aunque consiguió una nominación para Macías al Goya a la Mejor Dirección Novel, lo cierto es que pasó más bien desapercibido. Se pasó entonces Juana a la comedia con Embarazados (2016), que tuvo mejor acogida comercial, aunque no era nada del otro jueves artísticamente hablando.

Ahora, con Bajo el mismo techo, afronta un film más ambicioso temáticamente, y también más costeado, en el que late una crítica sorda sobre los lazos que atan (no unen) a las parejas cuando deciden separarse, en especial la hipoteca que, como se suele decir en el lugar común que ya es un tópico, sí es para toda la vida, como se decía antiguamente del matrimonio. Pero la película se desliza por los terrenos previsibles, sin aportar nada nuevo, ni ingenioso, ni realmente divertido. Por supuesto, estamos ante una comedia de humor negro, con lo que no se esperan carcajadas pero sí, al menos, sonrisas cómplices.

Pero aquí todo es previsible, como el “crescendo” en el enfrentamiento entre los cónyuges. Un final que pretende ser medio feliz y adaptado a las circunstancias no termina de sacar a la película de su relativo marasmo creativo (por cierto, un cero patatero para los maquilladores, que obran el “prodigio” de que los personajes, en un salto temporal, veintitantos años después, estén casi iguales...). Macías, que se maneja bien en la puesta en escena, no ha contado tampoco con un guion precisamente brillante, con lo que la película, aunque se deja ver, no aporta nada nuevo, más allá de actualizar las pugnas de parejas, como la citada de La guerra de los Rose o la que filmo John Huston en El honor de los Prizzi (1985), con Jack Nicholson y (de nuevo) Kathleen Turner, o la muy reciente Miamor perdido (2018), la última comedia de Emilio Martínez-Lázaro. Eso sí, como los tiempos adelantan que es una barbaridad, como diría el Don Hilarión de La verbena de la paloma, aquí tendremos mocosos que quieren ser “youtubers”, mensajes por Whatsapp, perfiles en Tinder para ligar, presentaciones con PowerPoints, pantallas de plasma (que terminan dando al concepto “split screen” o pantalla partida una dimensión totalmente nueva...), despidos de trabajadores maduretes para emplear en su lugar a jóvenes “millennials” mucho mejor formados y mucho peor pagados... En fin, lo que viene siendo el mundo digital de la segunda década del siglo XXI.

La pareja protagonista, los televisivos Jordi Sánchez y Silvia Abril, hacen un buen trabajo en la tarea encomendada de demoler el matrimonio de sus personajes. Daniel Guzmán vuelve a repetir el papel de simpático sinvergüenza de escaso caletre que ya interpretara en la serie Aquí no hay quien viva. Entre los secundarios me quedo con una Ana Morgade como directora de banco, que confirma que la cámara quiere a esta chica, incluso aunque aparezca sin gafas, que es su seña de identidad; y, por supuesto, con María Alfonsa Rosso, la veterana actriz sevillana que, como siempre, está “sembrá”.


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97'

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Bajo el mismo techo - by , Feb 06, 2019
1 / 5 stars
Lo que la hipoteca ha unido...