Definitivamente, el siglo XXI no le ha sentado bien a Roman Polanski; aparte de El pianista (2002), que le reportó fama y premios, entre ellos 3 Oscar, sus títulos posteriores han sido mediocres, films que no se corresponden con el talento de uno de los cineastas más interesantes del último medio siglo: Oliver Twist (2005), academicista versión del texto dickensiano; El escritor (2010), marcianada a vueltas con la figura del “negro” literario y el poder; Un dios salvaje (2011), morigerada versión de una dramática obra teatral de éxito; y La venus de las pieles (2013), sobre otra popular obra de teatro, en este caso en clave de comedia y con irisaciones del Pygmalion de Shaw.
Tampoco esta Basada en hechos reales le va a sacar del marasmo creativo. En principio el tema prometía, pues parecía entroncar con algunos de sus mejores films; estamos hablando de Repulsión (1965) y de El quimérico inquilino (1976), películas en las que la psicología patológica, la identidad personal y la ambigüedad sexual eran tratadas con inteligencia, con habilidad, con sutileza. En su nueva película hay un poco de todo esto, pero las cartas están torpemente barajadas y el resultado dista de ser bueno.
Una escritora de éxito, Delphine, ha publicado su última novela y lleva firmando ejemplares durante horas en una librería. Una singular admiradora, Elle, se le da a conocer en ese acto; poco a poco, Elle va introduciéndose en la vida de la escritora, haciéndose imprescindible y sugiriendo incluso que, dado su parecido físico, la suplante en aquellos eventos públicos a los que Delphine deplora asistir; Elle quiere que su nueva amiga escriba la novela definitiva, y para ello empieza a contarle su propia vida. Pero la presión de Elle sobre Delphine llegará a extremos intolerables...
Basada en hechos reales parte de una novela de éxito publicada en 2015 por Delphine de Vigan, uno de los nuevos valores de la literatura francesa de este siglo XXI. Pero, a pesar de que Polanski ha contado en el guion con la colaboración de otro reputado director y libretista, Olivier Assayas, el resultado dista mucho de ser apreciable. El fácil recurso a las carambolas, al azar, los lugares comunes, el escaso desarrollo de los temas que se van apuntando, la previsibilidad de lo que se nos cuenta, contribuyen a que la historia discurra monótonamente, como si quien está detrás de la cámara fuera un neófito cineasta treintañero y no el octogenario autor de películas inolvidables como La semilla del diablo (1968), Macbeth (1971), Chinatown (1975) o Tess (1979).
Así las cosas, lo que se nos cuenta no termina nunca de prender en el espectador; este proceso de abducción que, en puridad, es el film, no llega a interesar más allá de saber cómo la escritora conseguirá escapar, si es que escapa, de ese cerco psicológico, pero también de violencia implícita o explícita al que le somete su supuesta amiga. Films de parecido jaez, como Misery (1984), de Rob Reiner, sobre la celebrada novela homónima de Stephen King, o, en otra onda, pero con concomitancias, El sirviente (1963), de Joseph Losey, supieron exponer mucho mejor las relaciones entre escritor y seguidora fanática, en el primero de los casos, y la relación de dominación/sumisión a la que se puede llegar entre dos seres humanos de muy diversa condición, en el segundo.
Lástima: Polanski tiene una filmografía en la que se pueden espigar sin esfuerzo varias películas que pasarán a la Historia del Cine; también, es verdad, un puñado de medianías que no le merecen, aunque se supone que tenemos la mala costumbre de comer todos los días (caviar, a ser posible...) y que la inspiración visita cuando le place, no cuando se la invoca. En cualquier caso, Basada en hechos reales es una nueva decepción en la carrera de un cineasta que, dada su provecta edad, rondando los 85 años cuando se escriben estas líneas, y su parvo bagaje cinematográfico de los últimos tres lustros, difícilmente nos va a dar alguna nueva muestra de su genio (ojalá nos equivoquemos: lo que nos gustaría...).
Emmanuelle Seigner, a la sazón esposa de Polanski y habitual musa de su cine desde hace décadas, hace un trabajo correcto, sin alharacas, aunque su personaje, ciertamente, no le facilitaba muchos asideros, por su inconcreción y arbitrariedad; mejor está Eva Green, a la que le van muy bien los papeles esquinados, cuando no directamente de sinuosa, taimada villana, como es el caso.
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