Pelicula:

Estreno en Netflix.


Joyce Carol Oates, una de las más prominentes escritoras norteamericanas vivas, publicó en 2000, a través de HarperCollins, la novela Blonde, una biografía libérrima sobre Marilyn Monroe, una biografía que se tomaba muchas licencias con la vida de la actriz, imaginando casi una vida alternativa a la de la célebre diva, con los mismos personajes pero jugados de manera sutilmente distinta, convirtiéndose más en una ficción histórica que en una historia ficcionalizada. La novela, finalista del Pulitzer, fue muy controvertida porque relataba hechos muy poco favorables para algunas de las personas que se relacionaron con Monroe durante su vida, como su segundo esposo, el exjugador de béisbol Joe DiMaggio (que aparece en la novela como “el exatleta”) o el presidente Kennedy (que figura en el texto solo como “el presidente”).  


La película sigue la historia novelada por Oates, de tal manera que conoceremos a la pequeña Norma Jeane Mortenson, a la edad de 7 años, viviendo con su madre, Gladys, que le muestra la foto de un hombre y le dice que es su padre, y que alguna vez lo conocerá. La madre padece de graves problemas psiquiátricos y la niña tendrá que ser acogida primero por unos padres provisionales y finalmente por el Estado. Ya adulta, inicia una carrera como modelo, posando en ocasiones desnuda, y después como actriz, ya con el nombre artístico de Marilyn Monroe; en su primera audición para ingresar en Hollywood es violada por un magnate del cine, al que se cita como Mr. Z (aludiendo a Darryl F. Zanuck). Poco a poco se va a haciendo popular, con películas como Niágara, Los caballeros las prefieren rubias, La tentación vive arriba, Con faldas y a lo loco... Casada primero con DiMaggio y después con Arthur Miller (que figura como “el dramaturgo”), en ninguno de los matrimonios fue feliz por diversos motivos.


Por supuesto, la posibilidad de ficcionalizar una vida conlleva sus riesgos, en la medida de que lo que se cuenta que no es cierto, o no consta como cierto, puede hacer daño a personas por hechos que no sucedieron así. Debe entonces recalcarse que, aunque haya indicios (por ejemplo, del maltrato de DiMaggio hacia Norma Jeane, al no tolerar el bronco exdeportista italoamericano que su mujer fuera deseada por millones de hombres en el mundo), no puede entenderse como veraces lo que en este contexto no son sino historias imaginarias, posibles pero nunca probadas. A partir de ahí, es perfectamente lícita la elucubración sobre la vida de Norma Jeane que hace Oates y, en su estela, Andrew Dominik en esta película. 


La escritora y el cineasta se centran en varios puntos que, según esta visión de la vida de Norma Jeane Mortenson, en el siglo Marilyn Monroe, la haría tener una existencia sumamente desgraciada, desde una infancia en la orfandad, o, aún peor, bajo la férula de una mujer con serios problemas psicológicos (hablamos de que la madre estaba diagnosticada como esquizofrénica), al permanente vacío del padre ausente, pasando por su ferviente deseo de tener hijos, habiendo sufrido varios abortos, además de la infelicidad en sus relaciones de pareja, todo lo cual la llevarían a una situación en la que la única salida posible, o al menos en su opinión, era el suicidio.


Queda dicho, pero es importante recalcarlo, que no estamos ante un biopic al uso, sobre hechos realmente sucedidos, sino más bien sobre momentos, sobre impresiones, sobre sensaciones suscitadas por la vida que se conoce de Norma Jeane, de Marilyn Monroe, en lo que se puede reputar una aproximación artística antes que histórica. Es, por tanto, una biografía libérrima que no busca la recreación pulcra de su vida y su obra, sino un acercamiento emocional.


De Andrew Dominik, el director neozelandés afincado en Hollywood, recordamos con agrado El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), peculiarísimo neowéstern, también larguísimo, tan distinto y distante del género clásico, pero también de las nuevas y estimables aportaciones al género que se vienen produciendo en este siglo XXI. Aquel film, como éste, también fue coproducido por Brad Pitt, y ambos apuestan por un refinado estilo visual, utilizando recursos ópticos de muy diverso tipo, desde la alternancia del blanco y negro y el color, dando preferencia al primero de esos soportes para las escenas más duras, como la violación que sufrió MM en su primera prueba cinematográfica; también juega Dominik con el tipo de fotografía para acentuar algunas escenas, como las iniciales con Norma Jeane niña, que presenta con un color voluntariamente desvaído, además de filmarlo con un “aspect ratio”, un tamaño de pantalla, casi cuadrado, remitiendo así al tipo que se usaba en el momento histórico reflejado en la misma, en los primeros años treinta. El director utiliza a veces filtros, virados y efectos ópticos de diferente tipo para subrayar los diversos estados de ánimo de MM, siempre con una filmación elegante, estilosa, aunque es verdad que, a ratos, incurre en cierto esteticismo algo vacío.


Esta historia alternativa del mito erótico por excelencia del cine nos habla, entonces, de la dificultad de gestionar el éxito cuando este no puede sustituir las carencias afectivas, vitales, esenciales, de una persona. Se podrá cuestionar si es lícito arrojar dudas o sospechas sobre comportamientos execrables de personas de reconocida fama de la vida pública del siglo XX (Zanuck, DiMaggio, JFK), pero entendemos que, una vez sentado que no estamos ante una biografía al uso, sino ante una mirada sentimental, paralela, a la de la vida de la auténtica Norma Jeane Mortenson/Marilyn Monroe, lo que debe prevalecer es el resultado artístico del film. Y, en ese sentido, entendemos que Andrew Dominik ha acertado en este retrato alternativo, en un film pleno de fuerza, en el que la imagen que se nos presenta de la diva es el de una mujer zarandeada por el destino, por sus muy humildes orígenes, por la ausencia de figuras de referencia como la paterna, o por la presencia materna sin embargo tan ausente por su psicopatología, y la imposibilidad, tras varios intentos, de llenar su vacío afectivo con los  hijos que quiso tener y finalmente, por diversas causas, no llegó a alumbrar. 


Grande, grandísimo el trabajo de la actriz hispano-cubana Ana de Armas, transmutada ella misma en la diva, consiguiendo que, aunque físicamente no sea exacta, veamos en su persona los rasgos psicológicos, las trazas humanas de MM. Mención especial para la hermosa, melancólica banda sonora compuesta por Nick Cave y Warren Ellis, así como para la lujuriante y tan intencionada fotografía de Chayse Irvin.


(07-10-2022)


 


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166'

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Blonde - by , Oct 07, 2022
3 / 5 stars
Retrato sentimental, alternativo