CRITICALIA CLÁSICOS
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Con motivo del fallecimiento de Carlos Saura, recuperamos la crítica de una de sus películas más importantes, Bodas de sangre, que iniciaría su larga y fecunda relación con el musical cinematográfico.
Bodas de sangre, de Carlos Saura, es una versión musical de la obra lorquiana según el ballet previo ideado y montado por el bailarín Antonio Gades. Se distinguen en él dos partes: la primera viene a ser un prólogo que recoge los preparativos efectuados por los actores antes de comenzar la representación: llegada a los camerinos, sesión de maquillaje, elección de vestuario y atuendo; abundantes primeros planos muestran la progresiva transformación de caras y cuerpos. Seguidamente, los bailarines entran en el “estudio” para realizar unos ejercicios de entrenamiento de modo rítmico y acompasado. Tras pasar nuevamente a los camerinos para vestirse según lo exige la representación, dará comienzo el ballet inspirado, libremente, en la obra lorquiana. Las intenciones del realizador al detenerse tanto en esta introducción es conseguir un efecto de “distanciación”, creando un documental sobre el cuadro artístico que, posteriormente, baila el drama de Lorca. En sus musicales posteriores, será ya marca de su estilo.
Los cuarenta minutos restantes sirven para desarrollar el ballet que da título a la obra. Seis escenas se estructuran para mostrar cómo la madre (Pilar Cárdenas) ayuda al novio (Juan Antonio) a vestir el traje de ceremonia al tiempo que descubre la navaja; seguidamente, la mujer (Carmen Villena) de Leonardo (Antonio Gades) espera a éste; se oye una nana (cantada por Marisol) mientras acuna al niño; la pareja baila después una danza de celos y reproches. Luego, Leonardo, solo, imagina a la novia (Cristina Hoyos) que se viste para la boda y celebra con ella un acto de amor. Comienzan, en casa de la novia, los preparativos para la boda; Leonardo es el primero en llegar, seguido del resto de invitados. Se inicia la fiesta; interviene una charanga y a sus sones se baila un pasodoble (cantado por Pepe Blanco). Leonardo baila con la novia: huyen; la madre pide una navaja para su hijo. Algunos invitados persiguen a la pareja. Leonardo y el novio luchan a navaja y bailan la danza de la muerte; la novia abraza a los moribundos.
Las variaciones que Antonio Gades añade a su ballet respecto a la obra original se cifran, básicamente, en la sustitución por la danza y el ritmo, el gesto y la música, de la palabra y la figuración teatral y, además, en subrayar con movimientos ralentizados de los actores la escena del duelo; “amor” y “muerte”, temas básicos de estas Bodas de sangre, se resuelven con una coreografía surreal de inspiración pictórica que la cámara resalta suficientemente; el dramatismo de los gestos, el esfuerzo del bailarín, el ceremonial y el rito quedan potenciados por color e imagen cinematográfica.
Caballero Bonald ha estimado que, en el ballet de Gades, hay un intachable respeto al texto lorquiano donde el bailarín encuentra su correspondiente equivalencia en el lenguaje de la danza. Y Carlos Saura asegura que la historia es soporte y servidumbre, al igual que la música; el ballet está mediatizado por normas previas y ante ellas sólo caben matices e interpretaciones.
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