Come, reza, ama

No siempre un libro de éxito, un best-seller, llevado a la pantalla resulta una buena película o un éxito de taquilla. Esta afirmación se puede aplicar a Come, reza, ama, segundo film de Ryan Murphy, director procedente de la televisión, en el que adapta el de Elizabeth Gilbert, que ha vendido 6,2 millones de ejemplares, que cuenta su propia experiencia como escritora.

Liz Gilbert se da cuenta de que su vida está vacía, que su matrimonio con Stephen no funciona y le pide el divorcio. Tras una breve relación con David, un joven actor de teatro, que no le llena, se toma un año sabático para recorrer el mundo y encontrarse a sí misma. En Italia conoce una vida más sencilla, saborea la comida y el “dolce far niente”, tiene una amistad sincera y vive el presente. Es la parte mejor. En la India aprende a meditar, a sonreír, a rezar y conoce el poder de la oración. En Bali halla el equilibrio vital y un nuevo amor.

La cinta expone una filosofía superficial que demuestra que las personas sencillas, las que menos tienen y necesitan, con las que convive Liz en su viaje, son más felices y disfrutan de la vida. El problema de esta película está en que una guía de autoayuda para ricos, como es el libro, de una mujer que lo tiene todo y va en busca de encontrar la paz espiritual, es difícil de poner en cine por ser algo abstracto, por más que sea una vivencia verdadera.

Tanto en el papel como en el cine trata de demostrar que hay otras formas de olvidar el pasado y de comenzar de nuevo, pero las razones que da la protagonista no convencen y hay que tener mucho dinero para estar un año viajando.

Ryan Murphy en la puesta en escena intenta rellenar esa falta con exóticos paisajes, con belleza en la fotografía y con música apropiada, pero se detiene demasiado en cada país haciendo que el metraje se alargue, pierda el ritmo, aburra y no mantenga la atención. Se ha confiado en exceso en la presencia de Julia Roberts y su atractivo para la taquilla, pero no es su mejor trabajo. En cambio tiene una buena respuesta de Richard Jenkins, el personaje mejor definido. Anecdótica la actuación de Javier Bardem.