CINE EN PLATAFORMAS
ESTRENO EN FILMIN
El cineasta José Manuel Rebollo (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1991) ha cambiado el tercio para su segundo largometraje: si en su debut en el formato, Sola, hablaba sobre todo de las relaciones entre madre e hija (en un contexto más que peculiar: una relación entre espectro y persona viva, concretamente…), además de la falta de ganas de vivir y del metafórico exorcismo de los vínculos tóxicos, también vía fantasmal, en esta Coraje dirige una mirada hacia su microcosmos profesional y (quizá…) personal, en una película que es también, y quizá fundamentalmente, un sentido homenaje a esos actores y actrices aficionados (lo que no quiere decir que no tengan técnica y talento) que se ganan la vida con otras ocupaciones bastante más prosaicas mientras sueñan con conseguir un papel en un largo que los/las catapulte a la fama.
La acción se desarrolla en la Bahía de Cádiz (los exteriores se han rodado mayormente en la ciudad de Cádiz, con frecuentes paisajes como el impresionante puente de la Pepa). Conocemos a Loli, una mujer quizá en torno a los cincuenta y tantos, que trabaja de repostera en un establecimiento de la zona, aunque lo que la hace vibrar es su vocación de actriz; ha hecho ya varios cortos, pero sueña con interpretar su primer largo. En la primera secuencia de la película vemos cómo, a instancias de Alonso, profesor de la escuela de teatro en la que Loli se forma, ayuda a una alumna joven, entusiasta pero con menos talento que una almeja, a interpretar una escena. A partir de ahí conoceremos su entorno: su relación con su compañera elaborando dulces, siempre los mismos, sin espacio para la creatividad; su difícil cohabitación con su hija Lucía, que se ha abandonado desde que tuvo un accidente de tráfico en el que murió una amiga… Cuando Alonso le cede el protagonismo de un largo que se va a rodar en Cádiz, Loli cree que ha llegado por fin su hora, pero el largo es “low cost”, con lo que ello conlleva…
Como decíamos, Coraje es, esencialmente, un tributo a lo que podríamos llamar el actor o la actriz desconocido/a (sí, un poco como lo del “soldado desconocido”…), esforzados intérpretes que, en su fuero interno, saben que nunca llegarán a nada en la profesión, pero a los que la ilusión por su trabajo creativo les hace mantener un entusiasmo sin el que, de otra manera, sería imposible tanto tesón, tanta voluntad para persistir en un éxito que no ocurrirá.
Y ahí es donde aparece la otra veta argumental del film, ese rodaje “low cost” de un monstruo “cotidiano”, como dice el director, un monstruo que se pasea por Cádiz como si fuera una “maría” cualquiera, aunque, gracias a la horrible máscara, tenga cara como de batracio gigante. En esa línea argumental, Rebollo realiza una (no se si auto)parodia sobre las penurias de los rodajes de bajo coste, en los que por supuesto nadie cobra, algunos de los profesionales son más bien “amateurs”, y los actores/actrices tienen que apencar con hacer cosas (y no estamos hablando de sexo…) que en cualquier rodaje normal no se les pediría. Mientras que en la vida personal de Loli el tono es más bien de dramedia, con su complicada relación con una hija abandonada a sí misma o su desmotivador trabajo haciendo pastelitos, en las escenas que recrean ese rodaje de baj(ísim)o presupuesto el tono es más como de comedia, comedia negra, sí, pero comedia al fin, una especie como de parodia, o de sátira, en la que no sabemos si hay elementos sacados de la propia experiencia de Rebollo, que en ese caso ha sabido (y ha querido) presentar en pantalla sin mucho pudor, lo que, ciertamente, nos parece muy encomiable.
Rebollo rueda con frecuencia en plano secuencia, con cortos movimientos de cámara, y en la filmación tiene momentos interesantes, como en la escena en la que prota, embutida en su disfraz de batracio gigante, se tiene que pegar “de verdad” con otro actor (no hay dinero para especialistas, claro, ni para coreografiar la escena de acción…); Rebollo gira entonces la cámara 180º, de tal manera que, con esa elipsis, se ahorra que sus actores tengan que arrearse “de verdad” (como los del film que supuestamente se rueda), viendo el espectador solo al ficticio director de la peli mientras da (más o menos infructuosamente) instrucciones a los intérpretes.
Hay otra escena que no nos resistimos a citar, y que no sabemos si es una genialidad de guion, o sencillamente salió así en la toma y no había dinero para repetir: como decimos, Rebollo rueda con frecuencia en plano secuencia, lo que ahorra en tiempo de rodaje (siempre que se haya ensayado antes, claro…); pues ya casi al final, cuando el director de la peli que se rueda le comunica a Loli que se suspende “sine die” el rodaje por falta de fondos, la escena se rueda en lo que parece el salón de la casa de ese director, en un largo plano fijo sobre los dos; en un momento dado, el director, llamado en la peli Mateo Ramos, parece olvidar su diálogo y entonces coge el guion para recordar lo que tiene que decir, lo dice y sigue como si nada. Ya digo, no sabemos si es genialidad (el distanciamiento brechtiano, etcétera…), o simplemente no había dinero para otra toma, pero en cualquier caso resulta curiosísimo…
Con un buen look, aunque obviamente modesto, la película busca cierto registro realista, incluso costumbrista, acercándose a la cotidianidad de una mujer madura que intenta hacerse un hueco en la interpretación. Dicho lo cual, de un director que en su anterior largo, Sola, sacaba a pasear a un par de fantasmas, parecía probable que ahora hiciera algo al respecto, algunas irisaciones fantásticas, aunque sea, como es el caso, el hecho de presentar, en los contextos más inopinados, varios de los electrodomésticos de color rojo con los que sueña su compañera de repostería para amueblar su casa; una insistencia en esos electrodomésticos que la prota atribuirá a su difunto marido, que parece querer decirle algo, aunque no termina de aclararse sobre lo que le quiere decir…
Buena parte del mérito del film recae en la composición que ha hecho Montse Torrent, la prota, de su personaje, en el que nos parece que hay algo (quizá mucho…) de ella misma, una modesta actriz que ha hecho muchos cortos a lo largo de su carrera (esos que Loli no quiere hacer más, porque ya está harta…); sea por ese bagaje personal, o por su propia técnica actoral, o por ambas cosas, Montse es de lo mejor del film.
Algo menos entonado vemos a Adrián Pino, que no sabemos si es el “alter ego” de Rebollo, pero que aquí está pintado como un egocéntrico, un narcisista (bueno, todo director suele tener sus buenas dosis de ambas condiciones, ¿no?), aunque es verdad que su interpretación, a veces un tanto pasada de rosca, conviene a su personaje, un tipo más que peculiar, involuntariamente cómico, muy contento de haberse conocido, pero también con más cara que espalda para conseguir que su prota haga cosas imposibles, como pulverizarse en la garganta un limpiacristales para poner la voz más ronca…
De Antonio Dechent, ¿qué decir de este sabio actor sevillano? Pues que, como siempre, está magnífico, ejerciendo aquí simultáneamente de confesor, psicólogo, Pepito Grillo y (por qué no) amor platónico para Loli, que lo tiene en un pedestal.
Film evidentemente esforzado, hecho con poco dinero pero muchas ganas, cae irremediablemente simpático, y su elíptica dedicatoria a los actores y actrices que nunca ganarán un Goya, ni que podrán vivir de su trabajo sobre las tablas (o frente a una cámara), nos parece justísima, un entrañable tributo que se cierra con varios rótulos que ponen números a la precariedad laboral de la profesión actoral en España, con cifras de ingresos sonrojantes para la inmensa mayoría de ellos, cuando son los que, cuando llegamos a casa y nos ponemos las zapatillas, nos salvan de nuestras mierdas diarias.
Curiosamente, tras esos rótulos, tendremos una secuencia que podríamos llamar “post-créditos” (aunque estos no han aparecido, la peli realmente ha terminado), en la que Rebollo parece ajustar cuentas con el Ayuntamiento de Cádiz, con el ficticio director Mateo Ramos pidiendo una subvención ante el funcionario de turno de la casa consistorial (que NO figura entre los productores, patrocinadores y facilitadores de la peli…), y cuya respuesta (“nos lo hemos gastado todo en Semana Santa y carnavales”) deja a la Casa Grande gaditana, literalmente, por los suelos...
(20/10/2025)
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