Pelicula:

Antonio Eceiza (San Sebastián, 1935 – Ibídem, 2011) fue un director y guionista vasco que se considera como miembro de pleno derecho del llamado Nuevo Cine Español. Su obra es corta e irregular, aunque tiene algunos films interesantes, como Las secretas intenciones (1970) y, sobre todo, este peculiar De cuerpo presente. Posteriormente Eceiza, por motivos políticos, se exilió a México, donde hizo algunas películas, como Mina, viento de libertad; a su regreso a España, en la época democrática, ya convertido definitivamente a la ideología “abertzale” (nacionalismo vasco), hará un par de títulos que pasaron sin pena ni gloria, Días de humo (1989) y Felicidades, tovarich (1995), este último ya con su nombre “euskaldunizado”, Antxon Eceiza.

Lo cierto es que De cuerpo presente es, desde luego, un film muy peculiar. Plantea la historia de una venganza y una persecución, con consecuencias colaterales. Los personajes (aunque el paisaje es claramente el Madrid de mediados de los sesenta) tienen todos nombres extranjeros, como indicando que lo que sucede no ocurre en España sino fuera, para evitar problemas con la férrea censura de la época. El protagonista, Nelson, es visto por Barlow besándose con su mujer. Barlow envenena al que lo hace cornudo, pero el muerto, que no lo estaba del todo, de camino al cementerio, se despierta y escapa del coche fúnebre vestido solo con el pijama que llevaba puesto. A partir de ahí, se corre el rumor del llamado “sátiro del pijama”, hombre que, según dicen, es un irresistible seductor, con lo que todas las mujeres en edad de merecer se derriten al paso del que creen macho alfa, aunque en el fondo no sea más que un pobre diablo...

Tiene De cuerpo presente muchas curiosidades que merecen ser comentadas: así, el hecho de que las mujeres estén todas entregadísimas al protagonista suponía el envés del tópico del macho hispánico reprimido, que poco después se plasmaría definitivamente con los rasgos de Alfredo Landa (que aquí tiene un papelito muy distinto) en lo que la Historia del Cine conoce como “landismo”. El tono de comedia surrealista lo hace separarse del llamado “cine mesetario”, mucho más realista o costumbrista, y aproximarse más bien al cine que estaban haciendo ya en esos años los cineastas de la llamada Escuela de Barcelona: Portabella, Nunes, Jordá... también Vicente Aranda, cuya Fata morgana (1965) tiene un tono similar, aunque en clave de drama. Aprovechando que, supuestamente, estamos en un país extranjero, Eceiza y su coguionista, el también productor Elías Querejeta, no se paran en barras para denunciar lacras y excesos de ese supuesto país, que por supuesto es un trasunto de España: la corrupción de las instituciones, la brutal tortura policial, la existencia de poderosos lobbies empresariales que simultáneamente crean el problema y la solución (el fabricante a la vez de bombas nucleares y refugios antiatómicos), la represión sexual del ciudadano, tanto mujeres como hombres... todo un batiburrillo de temas que, desde luego, ganan cuando se sabe que todo ello era imposible de criticar en la España de la época, y que solo su trasposición a un país imaginario lo hizo digerible para los adustos censores franquistas.

Son llamativas también algunas cuestiones de forma, como el ritmo acelerado y la cámara nerviosa, emparentando el film con algunos movimientos coetáneos, como la primera Nouvelle Vague de Los 400 golpes (1959) o À bout de souffle (1960), pero también con los títulos pop de Richard Lester dentro del Free Cinema inglés, como ¡Qué noche la de aquel día! (1964) o El knack... y cómo conseguirlo (1965). Hasta tendrá referencias al espagueti western, entonces en plena eclosión,  e incluso un evidente homenaje a La dama de Shanghai (1947), de Welles, en la escena de los espejos rotos por disparos. También formalmente es llamativo el cambio que el director de fotografía, el gran Luis Cuadrado, realiza del blanco y negro al color en la última parte del metraje, como si el personaje central despertara de un sueño y llegara a la vigilia para consumarse la tragedia que se preanunciaba desde el principio.

Metáfora del desamparo vital, De cuerpo presente supuso un punto y aparte en el cine español de la época. Es cierto que su trama es a ratos confusa, como corresponde con el tipo de cine surrealista y vanguardista en el que se inscribe, pero se puede dispensar por las continuas cargas de profundidad política que va soltando. Con una hermosa música de acordes jazzísticos del maestro Luis de Pablo, y un reparto cuajado de los estupendos actores de la poca, con un Carlos Larrañaga haciendo un “antidonjuan” (en las antípodas de sus habituales papeles de seductor), pero también segurísimos secundarios (González, Landa, Canalejas, Prada, Asquerino, Closas...), la película de Eceiza es una “rara avis” en el panorama hispano de su época, y por ello, su valor histórico, social, político, es incluso superior a sus virtudes cinematográficas.

(07-03-2020)


De cuerpo presente - by , Mar 07, 2020
3 / 5 stars
El sátiro del pijama