CRITICALIA CLÁSICOS
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Según la RAE, pantera (del latín "panthera") se define como sinónimo, en femenino, de leopardo, especialmente de pelaje negro, pero que puede derivarse a pardo o pardal. Se podría decir que la pantera es un animal peligroso en su hábitat natural... pero más aún lo son las adicciones para los seres humanos. Y este notable film que hoy comentamos (ya con sus años a cuestas, desde 1962) podría servirnos de ejemplo. Y lo hace justo precediendo a otra pantera, ésta más jocosa, colorista y alegre, la Pantera Rosa, que con la pegadiza música de Henry Mancini se convirtió en una prolongada y popular serie de dibujos animados. Pero controlando a la fiera tenemos a un prolífico realizador, Blake Edwards, en la mejor década de su carrera, la de los años sesenta del siglo XX.
Justo llegaba tras haber triunfado con Desayuno con diamantes, sofisticada y romántica comedia, con la inestimable ayuda de Audrey Hepburn, que ganó -tras sus cinco nominaciones, incluyendo a ella y a Edwards- dos Oscars de la Academia: banda sonora de Henry Mancini y mejor canción, con la hermosa y nostálgica "Moon River", también de Mancini más Johnny Mercer. Además de la Hepburn, la presencia de Patricia Neal, George Peppard, José Luis de Vilallonga o un histriónico Mickey Rooney reforzaba la comercialidad de la cinta, junto a su exquisitez.
Un año después nuestro realizador rueda dos films muy distintos: Chantaje contra una mujer -intriga, dramatismo y algo de terror- y Días de vino y rosas, eso sí, con la presencia en ambos de Lee Remick (Kirsten), junto a Glenn Ford (en la primera) y Jack Lemmon en el que nos ocupa hoy. El rol de Lemmon (Joe) aquí nos lleva inevitablemente a Billy Wilder, con el que tantas veces trabajó, incluso muy directamente quizás a su obra maestra, El apartamento, y la supeditación que en una y otra tienen los subalternos para complacer (en muchos sentidos) a sus jefes: puede ser dejarles su piso o -como aquí- buscarle ligues fáciles en otras ocasiones.
Algún lector dirá que dónde están esas adicciones que salían al principio: pues en el alcoholismo (que ya desde las primeras escenas descubrimos en Joe) y precisamente sobre alcoholismo trata también otra cinta de Billy Wilder, bastante anterior -1945-, Días sin huella, con Ray Milland y Jane Wyman. Más directamente nuestra cinta se inspira en un telefilm previo dirigido por un buen director como John Frankenheimer, con un trasfondo argumental, el de las adicciones, más genéricamente en este caso y no solo el problema del alcohol. Interpretado por Cliff Robertson y la gran Piper Laurie en la pareja protagonista, no dejaba de ser un telefilm, entonces menos apreciados que la estima que han ido ganando en posteriores épocas.
Pero un autor como Edwards va buscando los puntos más cercanos a su estilo, como presentarnos a su pareja en un entorno cotidiano, laboral, sencillo... antes de acabar en romance y -en un salto narrativo- verlos ya casados, con un bebé, en su piso... y él, Joe, siguiendo con la bebida. Se buscan, además, intérpretes populares y conocidos por el gran público, como repetir con Lee Remick y poner a su lado un peso pesado (y más que consagrado) como ya era Jack Lemmon. Uno y otro los iremos viendo en su quehacer diario y -sutilmente- los veremos también sin soltar el vaso... por ejemplo mientras acuden a la cuna de su niña, y volver enseguida a la habitación de al lado, donde han dejado la botella. Ella sabe que el trabajo de él lo acerca al alcohol, y quiere ayudarlo, uniéndose y compartiendo esa experiencia.
Y así, sin buscarlo, se convierten en alcohólicos que encuentran en ese vino una forma de llegar a las flores y a las rosas como un simbólico y falso paraíso. De nada sirve la ayuda del padre de ella (veterano y excelente Charles Bickford) para separarlos de su adicción, ni tampoco esconder las malditas botellas, con la escalofriante escena de un Joe borracho vaciando los tiestos del invernadero al no recordar en cuál de ellos escondió el whisky... o acudir ya mareado a una cena de negocios con sus jefes, que lo deja en evidencia, y los lleva a la ruina.
Envueltos en una nube de alcohol, con ella afeada y envejecida, será su padre y algún amigo el que propicie que Joe tome antes conciencia de su infierno, y sin romper de golpe, él mismo y unido a ella, vayan soslayando la maldita esclavitud de la botella. Con un final abierto, ella se aleja de casa y él se queda mirándola como se va, con su ya mayorcita hija al lado, a la que promete que sí, que mamá volverá...
Ineludible no citar el memorable trabajo actoral de Lemmon y de Lee Remick (ésta prematuramente desaparecida, con 55 años, a causa de un cáncer), y ambos nominados a los Oscars, que sí lograron la música y la canción, ya citados. Y en el Festival de San Sebastián de 1963, acaparando los premios a película, dirección, actor y actriz, y es justo explicar qué es eso del título de esta crónica "Antes de la pantera". Es muy sencillo, justo al año siguiente, 1963, la carrera de Blake Edwards va a tomar unos rumbos muy diferentes, al estrenarse La pantera rosa, una comedia sofisticada y de altura, que reunía a David Niven, Capucine, Robert Wagner, Claudia Cardinale... y Peter Sellers. Se inicia así una saga que duró treinta años (¿demasiados?), con nada menos que ocho secuelas, hasta culminar en 1993 con El hijo de la pantera rosa, con un despistado y luego famoso (por La vida es bella) Roberto Benigni, ya desaparecido Peters Sellers. No sin mucho antes rodar Sellers con su director, quizás la comedia más loca y divertida de ambos, en 1968, El guateque, con su inolvidable arranque del indio y su trompeta…
Parece claro que este melodrama que hemos comentado hoy es -apartando sus comedias- la obra más madura, humana y conseguida para quien escribe esta crítica, sin despreciar obviamente otras muchas películas valiosas que irían jalonando una larga carrera de Blake Edwards, que casi rozando la cuarentena de títulos, culminó en 1993 también junto a su "pantera" en la cinta final, la octava, de la exitosa serie… aunque su vida se prolongó hasta el 2010, cuando muere a los 88 años, junto a su esposa Julie Andrews y sus cuatro hijos…
(02/11/2025)
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