El americano tranquilo

Sobre la novela El americano impasible, de la que fue autor Graham Greene, uno de los escritores de referencia del siglo XX, se han hecho dos versiones para la gran pantalla; curiosamente, es uno de esos casos en los que el director menos reputado se ha llevado el gato al agua con respecto al que tiene más fama. Así, Phillip Noyce, un australiano perito en thrillers comerciales USA sin mayor interés (Juego de patriotas, Peligro inminente), aunque cuando rueda en su país hace cosas mucho más interesantes (la iniciática Calma total que lo descubrió, pero también Generación perdida), fue el autor de la mejor versión, El americano impasible (2002), mientras que el exquisito Joseph L. Mankiewicz, uno de los grandes del cine clásico norteamericano, quedó por debajo con este El americano tranquilo (1958).

Vietnam, a comienzos de los años cincuenta. La potencia colonial en Indochina, como era conocido entonces el país, es Francia, que se encuentra en guerra con el Viet Minh (fuerza predominantemente comunista apoyada por la entonces incipiente República Popular China de Mao). En ese contexto, conocemos en Saigon a Thomas Fowler, un maduro periodista inglés, enviado allí por su periódico para cubrir la guerra; Fowler está casado en su país pero mantiene una relación con Phuong, una chica vietnamita que también le ama. El periodista tiene una visión muy descreída de la guerra, muy cínica, y es muy crítico con la política occidental en aquel país. Llega entonces Alden Pyle, un periodista norteamericano, del que le llegan rumores de que es algo más, quizá un agente encubierto de su gobierno; el yanqui se enamora de Phuong, y entonces los dos hombres lucharán por la bella; y en el amor y en la guerra, ya se sabe...

Se suele decir que la versión de Mankiewicz es mucho menos acerba con su país, Estados Unidos, que lo fue la de Greene en su novela, en la que acusaba a la administración yanqui de intervenir solapadamente en el conflicto. De una forma u otra, no es ese, a nuestro juicio, el mayor problema del film, sino su falta de fuerza, cierta tendencia a la evanescencia no buscada, como si Mankiewicz, que fue, además de director, guionista y productor, no estuviera realmente demasiado interesado en la historia. Y parece raro, pues su conflicto, un conflicto en el fondo amoroso (dos hombres pugnando por la misma mujer), ya había aparecido, con diversas variantes, en otras de sus películas que sí fueron verdaderamente grandes; véanse, por ejemplo, Carta a tres esposas (1949) y, sobre todo, la magistral La condesa descalza (1954).

El resultado, sin ser deleznable (era imposible que Mankiewicz, el director de Eva al desnudo, Julio César, Cleopatra y El día de los tramposos hiciera algo así), no está a la altura de su filmografía, sin por ello carecer de interés. Tampoco los intérpretes se puede decir que ayudaran mucho: Michael Redgrave era un actor demasiado envarado, y no termina de dar el personaje del periodista cínico pero enamorado hasta las trancas de la vietnamita, aunque no quiera reconocerlo; peor aún es el americano, Audie Murphy, especialista en westerns de serie B, que aquí abandonó para ponerse un traje, aunque da la impresión de que echa en falta el sombrero y los dos Colts con su cartuchera... Aunque, en honor a la verdad, hay que decir que Murphy no era un actor en sentido estricto, sino un héroe de guerra (obtuvo numerosas medallas en la Segunda Guerra Mundial) que, al acabar el conflicto bélico, se instaló en Hollywood y se dedicó al cine, pero sin una formación específica para ello. Giorgia Moll interpreta a la chica vietnamita, aunque fuera italiana: sus rasgos achinados en un exótico y hermoso rostro así lo hicieron posible.

(01-02-2020)