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CRITICALIA CLÁSICOS

Sin el rupturismo vanguardista y provocativo de Jean-Luc Godard, sin la ternura y el sentimentalismo de François Truffaut, sin la finura y el minimalismo de Éric Rohmer... Claude Chabrol es, sin embargo, una pieza clave en la renovación del cine europeo, y no solo en la Francia de la "Nouvelle Vague", sino influyendo en otras cinematografías del viejo continente. De hecho, su contacto con los fetiches de la nueva ola fue mínimo, apenas unos cinco años que van entre el final de los cincuenta, cuando rueda su primeriza obra El bello Sergio, hasta que filma en 1963 Landrú, sobre el brutal asesino en serie del primer cuarto del siglo XX.

Desde entonces Chabrol va a volar por sí solo con una larga carrera de 45 largometrajes  y unos cuantos episodios en cintas colectivas (con otros colegas), a lo largo de cincuenta años, siempre con una mirada cínica y desencantada sobre sus personajes, sean o no fruto de guiones propios - como aquí-, o tomados de otras fuentes literarias, como El grito de la lechuza, que adapta la novela de Patricia Highsmith, autora a la que une un frecuente parecido temático y moral. Sólo en obras como El Tigre se perfuma con dinamita o en Marie Chantal contra el Dr. Kha sobrevuela un tono sardónico y casi humorístico, sin perder por ello sus señas de identidad.

Paradójicamente el escenario de sus argumentos (sean intrigas policiales, tramas criminales o búsqueda de un culpable) son con frecuencia ambientadas en entornos rurales, pequeños pueblos de gente tranquila y mucha luminosidad. Y eso ocurre precisamente en El carnicero, una de sus obras  cumbre, fechada en 1970, que se inicia con una escena amable, convencional, simpática -una boda, que ameniza un cantante, "gloria local"-, con protagonistas tan normales y pueblerinos que no respiran ningún ambiente malsano. Porque Chabrol, en una gran parte de su carrera se caracterizó por profundizar en las corrientes ocultas, internas, de la burguesía de provincias (lejos de la imponente capitalidad de París), como también hicieron Jean Renoir, o H.G. Clouzot.

Entre los invitados a esa boda, conocemos a Popaul (Jean Yanne, tan frecuente en los films de Chabrol), el carnicero local, que entabla animada conversación con Hélène (Stéphane Audran, entonces casada con el director), la maestra elegante y refinada, que vive sola en los altos del centro escolar. Él ha vuelto de las guerras  de Indochina y Argelia, que todavía le provocan pesadillas, y ella huye de un fracaso amoroso que le lleva a abandonar la capital y refugiarse en este pequeño pueblo, Trémolat, al que se le dedica la película. Con unos exteriores luminosos y un ritmo sosegado, calmoso, la pareja cada vez se ven más y se compenetran mejor.

Pero como en otras cintas suyas (La mujer infiel, La ceremonia, Violette Nozière... ) los personajes no buscan el mal, lo encuentran. Y tras esos paseos por calles sin apenas coches, con conversaciones triviales y ritmos cotidianos, al comprar la baguette, salir de la escuela, o pasear por el parque antes de ir a casa, sin embargo salta lo inesperado: al colegio llegan coches y furgones de policía... pero era pura rutina. El golpe vendrá -poco después- en una merienda de los niños con Hélène, en pleno campo, cuando una gota de sangre resbala -roja e implacable- sobre un bocadillo desde una mano que sobresale en una roca, y la maestra descubre el cuerpo apuñalado, ensangrentado, de una niña, al tiempo que hace un terrible y acusador hallazgo  junto a ella.

A partir de ahí, todo cambia, y entramos en un plano policial con el inspector que investiga el caso. El entierro (en medio de la lluvia) de la chiquilla conmociona al pueblo, y algo perturba ya ese ambiente sencillo, positivo, que antes veíamos. Es un tira y afloja que nos va llevando al tramo final, con Hélène destrozada en su interior, pero aparentando serenidad. Se descubre otro cadáver en el pueblo cercano, y Popaul contesta a la maestra que no le sorprende, y que irán apareciendo otros más, con una actitud de despego y cinismo. Ya sin caretas, con la pareja consciente de toda la maldad que les ha rodeado, el final, apabullante y conmovedor -con el rojo dominándolo todo-, cierra una  cinta madura que muchos consideran (consideramos) como la mejor de Claude Chabrol, con  el apoyo de una pareja de actores impecables.

La carrera de su autor prosiguió todavía muchos años más y con títulos de nivel, como Madame Bovary (con Isabelle Huppert) o El infierno (con Emmanuelle Béart) ya en los años noventa, y siguió hasta culminar en el 2009 con Inspector Bellamy, que protagonizó Gérard Depardieu y que cerró, a sus ochenta años, uno de los realizadores más prolíficos y valorados de la cinematografía francesa. Un creador que -dicen algunos- siempre dejaba, al terminar sus films, un poso de suave tristeza...


(24-11-2024)


 


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93'

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El carnicero - by , Nov 24, 2024
4 / 5 stars
Maldad oculta