Pelicula:

El anterior empeño de Roberto Santiago en la dirección, El penalti más largo del mundo, se saldó con un razonable impacto comercial (más de cinco millones de euros: ¡quién los pillara hoy día en el cine español, pensará más de uno!), aunque con una más que discreta aceptación por parte de la crítica. Ante aquel relativo éxito, al menos en el aspecto de las pelas, Santiago se ha lanzado a su segundo largometraje, pero no parece haber progresado mucho. Para la ocasión adapta de nuevo (porque el cine lo ha hecho ya en varias ocasiones) una novela de Robert L. Stevenson, The suicide club, que no es seguramente una de sus obras más estimulantes; preferimos, por supuesto, sus legendarias La isla del tesoro y Dr. Jekyll & Mr. Hyde.


Santiago plantea la posibilidad de que un grupo de deprimidos por motivos varios, reunidos en torno a una terapia de grupo a cargo de una psicóloga con serios problemas de autoestima, den en fundar, a la manera de la novela stevensoniana que uno de ellos aporta, un club en el que semanalmente le toque a uno morir y a otro matarlo. La idea parece funcionar, hasta que nuestro protagonista ceja en su empeño de matarse, al encontrar una nueva ilusión...


Para el humor negro hay que tener muy buena mano: el maestro Rafael Azcona sabe mucho de eso. Pero Roberto Santiago no: una historia como ésta requiere un toque de humor siniestro que nos haga sonreír con complicidad; tiene que ser, necesariamente, un humor inteligente, y no hay en el guión de Santiago, y menos en su más bien pedestre realización, atisbos de ello. Algunas secuencias, a fuer de marcianas, tienen su gracia (cfr. la escena de la ambulancia en la hamburguesería, o la cita erótica entre el gordo y la psicóloga), pero en general al espectador, que va entregado, le cuesta trabajo estirar hacia arriba las comisuras de los labios.


Mención aparte para el elenco interpretativo: Fernando Tejero confirma lo que nos temíamos: hace siempre el mismo papel, sea cual sea su personaje, y cuando no lo hace, como en el caso del gay con pluma desplegada de Días de cine, resulta peor aún; Lucía Jiménez sigue confirmando también que goza de un inexplicable predicamento entre la crítica, muy superior a su menguado talento; Luis Callejo, rostro anónimo generalmente abocado a personajes duros o al margen de la ley, a consecuencia de su torva jeta, confiere a su personaje un tono muy personal; pero a todos ellos se los come con papas (y mira que no le conviene, con esas mollas…) Juanma Cifuentes, un rostro nuevo, al menos para el que suscribe, pero con una capacidad interpretativa sólo equiparable a los muchos kilos de más que soporta su osamenta.


Todo un descubrimiento este Juanma, de excelente vis cómica, y con una rara capacidad para decir los diálogos más merluzos con una pasmosa naturalidad. Así que, aunque este El club de los suicidas haya sido una castaña, al menos nos ha descubierto a uno de esos estupendos actores de reparto (porque el bueno de Cifuentes no lo imaginamos como protagonista, dadas las limitaciones de su físico…) que el cine español da con una frecuencia digna de una cinematografía mejor que la nuestra…


(29-08-2007)


 


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El club de los suicidas - by , Aug 21, 2021
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El suicidio más largo del mundo