El cine español actual está abriéndose a géneros y temas que habitualmente no se tocaban en nuestro país, bien por que se entendía que no había público para ello o, más probablemente, porque los presupuestos que requerían no estaban al alcance de la mano de los productores; El corazón del guerrero, como antes Perdita Durango o Airbag, confirman que ya se puede hacer cine espectacular sin incurrir en la casposidad de antaño. Otra cosa es el resultado.
En el caso de esta "opera prima" del crítico Daniel Monzón (que escribía en la revista Fotogramas con el alias de "El Sobrino", aparte de las críticas que firmaba con su propio nombre), la verdad es que no se ha conseguido todo lo esperable, que era mucho. Porque el tema prometía: ahí es nada, una historia de "espada y brujería" con intersecciones continuas con la realidad, con un adolescente que se cree (o quizá lo es) un héroe "cachas" en un universo paralelo lleno de guerreros despiadados, magos de pacotilla y heroínas de toma pan y moja.
Curiosamente, es ésa primera parte, donde campan por sus respetos los héroes y los villanos, los magos y las maldiciones, la que mejor funciona; sin embargo, toda la zona intermedia, con el nudo de la trama en la que se ve inmerso el joven protagonista, decae en interés, complicado progresivamente con una conspiración política más bien irrisoria (y no es porque la realidad diste mucho de lo que aquí se cuenta, sino porque no está narrado verosímilmente) para alzar el vuelo de nuevo en su desenlace, que da sentido a todo lo anterior, en línea con la actual tendencia de "películas con sorpresa final".
Lástima, porque la materia prima prometía, y se ha contado con un presupuesto holgado, buenos efectos especiales y la impresión global es positiva; los actores se comportan con general acierto, si bien seguimos pensando que al joven Ramallo le harían falta algunas clases de interpretación para mejorar su técnica.
115'