El caso de El cortador de césped es realmente curioso: Brett Leonard y su productor compraron a Stephen King los derechos sobre el relato El hombre de la cortadora de césped, antologizado en el volumen El umbral de la noche. Sin embargo, Leonard tomó apenas levemente el personaje central del cuento, descrito en poco más de una página, y desechó el resto, encaminando el guión y la película hacia una historia totalmente distinta. El cuento de King era una especie de terror entre escatológico y extraterrestre, con un cortador de césped que, en vez de usar una máquina para cortarlo como todo el mundo, se lo comía directamente, con un hambre más bien insaciable que le hará pasar del régimen vegetariano a otro puramente carnívoro en menos que se come un espárrago.
Sin embargo, la historia de Leonard es una intriga futurista sobre la realidad virtual y sus enormes posibilidades. Cabría preguntarse el motivo por el que se compraron los derechos del relato kingiano, si realmente sólo se aprovechó el título y la profesión del personaje central. Da la impresión de que Leonard hubiera querido reforzar sus créditos con el nombre de Stephen King, aunque el tiro, en ese sentido, le salió por la culata, pues el escritor, a la vista de que el guión no tenía ni asomo de parecido con su relato, prohibió taxativamente que se incluyera su nombre en la película y en la publicidad de la misma.
Pero, mira por donde, como Dios escribe derecho con renglones torcidos, el guión de Leonard resulta estar preñado de ideas, situaciones y personajes plenamente kingianos. Así, el protagonista, Jobe, es un ser indefenso que, sin embargo, desarrolla unas potencialidades que le hacen ser, a su pesar, mortífero, como Carrie, como la niñita de Ojos de fuego, como el Johnny Smith de La zona muerta, como el adolescente de Christine y un largo etcétera; o refleja la profunda antipatía, incluso el temor, hacia el poder establecido y, más concretamente hacia el gobierno y sus organismos paralelos, en la figura omnipresente del Director, una personificación de la frialdad de todo gobierno, que teóricamente gestiona los bienes comunes pero que en la realidad los administra buscando su conveniencia; incluso el final es un típico final kingiano, teóricamente feliz pero abierto a tenebrosas consecuencias. De esta forma nos encontramos con la peculiaridad de una película con una prácticamente nula relación con el relato de King en el que teóricamente se basa, y sin embargo con una historia desarrollada por otros que tiene muchos elementos kingianos. Un King sin King, si queremos expresarlo de una forma clara aunque próxima al retruécano.
El cortador de césped se reputa como la primera película cuyo tema central es la realidad virtual, una tecnología en mantillas pero cuyas posibilidades ya son muy sugestivas. A partir de ahí se plantea la posibilidad de desarrollar la inteligencia humana hasta límites inimaginables, y ése es también su tema, aunque subordinado a las extraordinarias imágenes de la propia realidad virtual, en las que se ve que Leonard se mueve a sus anchas. Universos irreales, con vuelos a toda velocidad sin moverse de casa, con excitantes coyundas carnales sin tocarse los amantes ni un solo dedo, constituyen probablemente uno de los atractivos de una película que, sin ser notable, sí resulta especial, no sólo por la novísima técnica que nos muestra, sino sobre todo por estar razonablemente bien llevada, una progresión narrativa que otorga carta de naturaleza al despertar, paulatino pero cada vez más acelerado, de la inteligencia de Jobe, pasando de retrasado mental a super-Einstein en el transcurso del tratamiento.
Bien es cierto que, aparte de esos aciertos, Leonard cae en tópicos que (curiosamente) son también bastante kingianos: el matón de la gasolinera, el padre que pega a sus hijos, el cura intolerante, la amistad entre el retrasado y el niño Peter... son clichés no precisamente afortunados, aparte de que tienen un desarrollo y final más que predecible. Con todo, no es El cortador de césped un filme despreciable sino atractivo, máxime cuando inaugura un tipo de cine, el que incluye en su temática y su estética el nuevo universo de la realidad virtual, que promete dar mucho juego en el futuro.
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