Pelicula:

Hay que ponerse en su lugar: ¿qué hacer cuando has filmado una elefantiásica trilogía, la de El Señor de los Anillos (en adelante ESDLA, para abreviar) con un extraordinario éxito de público y (lo que es más difícil) de crítica? La verdad es que se entiende que para Peter Jackson, el director de ese hito del cine moderno que es la adaptación al cine de la obra cumbre de J.R.R. Tolkien, seguir filmando era todo un reto. ¿Qué hacer después? La respuesta nos llegó en 2005 con una nueva versión de King Kong, que no estaba mal pero resultaba inverosímil con demasiada frecuencia, y desde luego no suponía nada nuevo con respecto a la clásica de 1933 de Cooper y Schoedsack. En 2009, tras el fiasco de continuar por esa senda espectacular, nos llegaba con The lovely bones, que parecía entroncar con cierto cine de sus comienzos (estoy pensando en Criaturas celestiales) pero que no tuvo repercusión alguna.


Así las cosas, ¿qué hacer? Entiendo que Jackson haya decidido volver al escenario original de su gran éxito, al mundo imaginario de la Tierra Media, para poner en escena el primero de los libros tolkienianos que hablaban de aquella tierra de fábula y de las aventuras que acontecían en torno a un mediano, un anillo encantado, un desecho humano y el presentimiento de un Mal, con mayúsculas, que está empezando a moverse en su encierro de siglos, para reclamar el gobierno inicuo del mundo. De eso a hacer El hobbit hay un paso. Pero (siempre hay un pero…) la impresión que se tiene ante esta primera parte de lo que será otra trilogía es que se trata de una calculada operación, no sé si de marketing o empresarial, pero desde luego escasamente artística.


Veamos: por de pronto, Jackson y sus guionistas han decidido hacer tres películas de casi tres horas cada una, de un texto que tiene poco más de quinientas páginas en su versión más lujosa. Véase la diferencia: en ESDLA se hicieron tres films sobre otros tantos volúmenes, cada uno de ellos con más de quinientas páginas. Así las cosas, es evidente que hay que estirar la materia argumental, cuando no añadir ocurrencias de los guionistas o tomar prestadas historias o eventos de otros textos tolkienianos sobre la Comarca, la Tierra Media y todo el ciclo de historias sobre este mundo fantástico que pusiera sobre papel el novelista surafricano.


Pero es que el tono, y pronto lo vemos, no es sino el de intentar reproducir la temática y la estética de ESDLA, desde las asimilaciones personales (aquí Bilbo como antes Frodo; Gandalf el Gris como el que será Gandalf el Blanco, curiosamente aquí con el pelo más negro pero con más patas de gallo; el oculto rey enano Thorin como antes el monarca secreto Aragorn; la compañía de los enanos más el mediano más el mago, como antes la comunidad del anillo) como por los escenarios, que parecen calcados de los de la anterior Trilogía, o incluso la música de Howard Shore, que suena prácticamente igual en el anterior empeño tolkieniano que en éste.


Pero sin embargo esta primera parte (a ver si hay suerte y el tema se enmienda en las dos posteriores) no comparte con su antecesor el tono épico, dramático y a ratos terrorífico. Se podría pensar que se debe al tono infantil que le confirió Tolkien a la novela El hobbit, pero ello no debería ser óbice para que los guionistas y el director le confirieran el tono que quisieran, máxime cuando el propio Tolkien, tras publicar los tres volúmenes de ESDLA, abjuró de aquel tono pueril. Entonces, ¿por qué este primer segmento carece de la grandeza como de epopeya de su predecesora? Misterio. Quizá sea el peaje de las operaciones calculadas: cuando se idea una película pulsando las teclas de la calculadora en vez de re-crear poderosamente en imágenes un clásico de la literatura fantástica, suelen pasar estas cosas…


Para terminar de rematar el tema, la sensación de que se abusa “ad nauseam” del efecto “Séptimo de Caballería” (ya saben: los protagonistas están perdidos, rodeados por enemigos muy superiores que están a punto de aniquilarlos horrendamente, cuando llega en el último momento la fuerza salvífica que los saca del aprieto) es continua: hasta cuatro veces contabilizamos ese recurso, que en el cine clásico, de forma totalmente excepcional, se utilizaba una vez, e iba que chutaba, y aquí se usa como si fuera un mondadientes, con una frecuencia exasperante. Ello por no citar la tendencia a la inverosimilitud de la que Jackson dio abominables muestras en su versión de King Kong, que aquí llega a extremos inusitados en la secuencia de la lucha de la compañía de los enanos en las cavernas de los trolls, luchando contra, literalmente, miles de ellos, mientras caen, como si surfearan, sobre frágiles superficies de madera por despeñaderos que quitan el aliento…


No es ésta la versión (al menos no en su primera parte) que esperábamos de El hobbit. Ojalá los siguientes capítulos mejoren, aunque no somos muy optimistas. El aliento puramente económico que la ha inspirado no parece la mejor de las gasolinas para ello. Será una lástima. De todas formas, concedamos a las siguientes entregas el beneficio de la duda. Que no se diga que no somos crédulos…


(22-12-2012)


 


El hobbit: Un viaje inesperado - by , Apr 06, 2022
2 / 5 stars
Calculada operación