Pelicula:

He dudado mucho a la hora de encontrar el género adecuado de esta película: tiene su punto de thriller (el asesinato de la heroína, con la investigación correspondiente), pero también de historia romántica (la relación entre el ilusionista y la novia del heredero del imperio austro-húngaro), y también del género fantástico (todas las ilusiones, sobre todo las del último tramo, con supuestas apariciones de fantasmas en el escenario del teatro). Al final he optado por el drama, que es género más amplio y en el que se puede inscribir sin faltar a la verdad.


El ilusionista se plantea como una historia con sorpresa final: hay que decir que la sorpresa se ve venir de lejos, pero ése es su "leit motiv". En cualquier caso, en una película como ésta, cuyo tema es precisamente la utilización del ilusionismo como medio para conseguir un fin, lo cierto es que lo que falta es, precisamente, magia. La historia se ambienta en los últimos años del siglo XIX, en la Viena que era capital del Imperio Austro-Húngaro, donde un ilusionista sorprende al (todavía virgen, en ese aspecto, no como hoy) público vienés con un espectáculo admirable; el heredero al trono, un tipo déspota y arrogante, asiste al espectáculo para desacreditar al mago, pero éste y la novia del felón resultan ser amantes de juventud y ambos vuelven, a escondidas, a encontrarse, con las previsibles nefastas consecuencias, teniendo en cuenta la ruindad del heredero del Imperio y la eficacia de un honrado jefe de Policía.


Pero no hay magia en esta historia: en cine los trucos no funcionan, porque se sabe que el cine tiene una panoplia de efectos especiales infinita para recrear cualquier cosa: los supuestos espectros finales (que en el futuro serán los hologramas) no producen en el espectador cinematográfico, ni de lejos, la misma impresión preternatural que, supuestamente, debían producir en los incautos espectadores del teatro del ilusionista. Así las cosas, y dado que la sorpresa final se ve venir de lejos, lo que queda es confirmar que lo previsto es lo que va a suceder, y entretenerse en la forma en que se suceden los hechos para llegar a ese efecto.


Es cierto que el filme, con la realización del todavía neófito Neil Burger (cuya opera prima, Interview with the assassin, era curiosa, lo que no se puede decir de este su segundo filme como director) resulta entretenido, sobre todo porque la ambientación de la Viena de finales del XIX es vistosa, apropiada, recreando un mundo que definitivamente empezaba a desterrar los viejos fantasmas de la antigüedad para entrar de lleno en la era de la tecnología: en esos años el Hombre empieza a volar con aparatos más pesados que el hombre, los aviones; a circular en vehículos movidos por motor, los automóviles; a reproducir sobre una pantalla escenas de la vida cotidiana, el cine. Es un momento histórico (este sí) mágico, pero no se consigue esa sensación de magia en la película.


Edward Norton está bien en su papel, aunque es cierto que tiene calidad para otros de mayor fuste, como ya ha demostrado en varias ocasiones; pero el que se lleva la película de calle es, como siempre, Paul Giamatti, un actor que tiene la rara habilidad de hacer bien todo lo que interpreta: en este caso, un alto funcionario de policía, un hombre para el que honestidad y eficacia no son términos antagónicos, que se ve en la tesitura de elegir entre un futuro de extraordinaria proyección política y económica, o simplemente hacer lo correcto. Claro que tampoco está nada mal Rufus Sewell, especializado ya en papeles de villano, que aquí borda uno especialmente proclive a ello, el del soberbio heredero al trono, cualidad que le confiere poderes cuasi omnipotentes, al que otro, un chiquilicuatre, le levanta la novia...


(25-11-2006)


 


El ilusionista - by , Apr 22, 2020
1 / 5 stars
Le falta magia