Pelicula:

Esta película se pudo ver en la Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo 2017 (SEFF’17).

El oficio fundamental de Manuel Muñoz Rivas es montador de cine. Desde hace unos años también se viene desempeñando como director, hasta ahora de cortos, y ahora con este primer largo documental, El mar nos mira de lejos, de poético título, que parece prefigurar el tono del film. Muñoz, como montador, ha intervenido en algunos de los documentales de creación más significativos de los últimos tiempos; aunque generalmente han sido “carne de festivales”, con difícil acceso a los circuitos comerciales, películas como Arraianos (2012) y Dead Slow Ahead (2015) han ganado (no sé si justa…) fama.

De hecho, el director de esta última, Mauro Herce, ejerce aquí de director de fotografía (que es su oficio habitual, o al menos inicial, en esto del cine) e incluso de guionista, por lo que su implicación es total, confirmando que hay un grupo cohesionado en torno a varios profesionales que se dedican, con mayor o menor acierto, a este tipo de cine que busca experimentar con imágenes, sonidos, texturas, sutilezas.

Al principio del film, una voz en off, en tono bajo, casi de confesionario, nos cuenta que a finales del siglo XIX una expedición de extranjeros llegó a las playas de Huelva, a la altura de Doñana, y que allí, tras perimetrar varias parcelas, iniciaron trabajos de excavación que se prolongaron durante varios meses. Eran arqueólogos que buscaban los restos de Tartessos, la legendaria civilización prehistórica cuya localización se barrunta estaba en esa zona onubense, y también en la región próxima a Sevilla, en Camas, donde se descubrió el Tesoro del Carambolo.

A partir de ahí, iremos viendo imágenes y sonidos de Doñana, de todo tipo: el eremita laico que vive en la zona con su perrita, el pescador entrado en años que sale a faenar y enseña el oficio a un joven casi adolecente, que a su vez parece querer ligar con una chica del lugar... así durante todo el filme; evidentemente, Muñoz Rivas busca confrontar ese territorio que fue hace tres milenios el hogar de una civilización perdida, con ese mismo paisaje y los habitantes que ahora (escasamente) la pueblan. Ello además de insertar numerosas imágenes de la zona, sobre todo los paisajes dunares, con los que se embelesa, tan cinematográficos, tan interesantes plásticamente en el incesante juego que el viento trenza en sus arenas.

Pero lo que como idea parecía plausible, en manos de un cineasta aún neófito y, me temo, no especialmente creativo, se torna una experiencia cuando menos aburrida: está muy bien jugar con lo telúrico, con lo poético, con lo estético, pero todo ello ha de hacerse con rigor, con tino, sabiendo que al otro lado hay un espectador al que se le da una higa que un señor aparezca hasta cuatro veces cargando una carretilla de arena para después vaciarla diez metros más allá, planos que seguramente el director habrá considerado son el súmmum del significado no sé si plástico o lírico, pero que al público se la trae al pairo.

Lo diremos siempre: el primer mandamiento del cine es no aburrir (Hitchcock dixit); ello no supone, ni mucho menos, no ser exigente en la elaboración de la película. Pero un documental de creación debe ser, además de creativo (Pero Grullo no lo hubiera dicho mejor…), atractivo para el espectador, no puede hacer que éste lo que desee a toda costa es que se termine, porque entonces ha perdido su función. Para cine onanista, ciertamente, preferimos el porno…


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93'

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El mar nos mira de lejos - by , Nov 07, 2017
1 / 5 stars
…y desde más lejos que debía de mirar…