Tras ser uno de los directores, junto a Santi Amodeo, de la estupenda El factor Pilgrim, que nos ganó a todos hace un par de años por su frescura, inmoderado ingenio y chispa cinematográfica, el sevillano Alberto Rodríguez prosigue ahora su carrera en solitario con este El traje, agradable comedia picaresca sobre los bajos fondos de la capital hispalense, con un inmigrante negro, perdón, subsahariano (como ironizaría el maestro Burgos), que se pega como si fuera el cobrador del frac a un pillastre, un consumado perito en pequeñas fullerías.
Aunque el tema del filme parece ser que la honradez, para los pobres, es un aditamento superfluo, en contra del famoso dicho "pobre pero honrado", y ser ésa una tesis no precisamente plausible, la película te gana por su sencillez, por su buena narrativa, por la descripción casi entomológica de varios tipos de perillanes, fuleros y trápalas, todos ellos tataranietos espirituales de los legendarios Rinconete y Cortadillo, en especial el co-protagonista, interpretado por Manuel Morón (recordable como el padre maltratador del niño de El bola), que hace toda una creación de su personaje de botarate que sobrevive a base de pequeños latrocinios y que, finalmente, se llevará al huerto (en el sentido filosófico, no en el otro..) al negro que tenía, hasta entonces, el alma blanca de la honradez.
Bien rodado y montado, con un ritmo pausado que conviene al tema, con una visión de Sevilla muy alejada de la estampita turística (no sale ni la Giralda, con eso queda dicho todo), y, sorprendentemente, sin entrar en los problemas de la inmigración, a pesar del color de piel del protagonista Eugenio Roca, El traje es un filme interesante que confirma, ahora en solitario, las dotes como realizador de Alberto Rodríguez y su más que prometedor futuro en el cine.
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