El éxito, hace un par de temporadas, de El hombre deseado, una comedia alemana que jugaba con destreza con la ambigüedad en los roles sexuales, ha desatado un pequeño género de estas características y con el mismo origen nacional. Pero, a lo que se ve, no es cuestión simplemente de meter en la misma narración a gays atraídos por heterosexuales y darle vueltas al tema, sino que hay que contar con una historia mínimamente coherente y con atractivo.
Así, títulos posteriores al antes citado, como El condón asesino o este El trío, se quedan en la mera superficie, en el intento de provocación, cuando a estas alturas ya es tan difícil provocar. En El trío la supuesta novedad es colocar a un chico en el vértice de un triángulo con un padre y su hija; todos son carteristas, y ascendiente y descendiente, además, quieren los favores del joven en la cama. Nada especialmente original, y lo peor es que no hay otra cosa.
No hay historia en este relato entre la comedia y el drama, que ni hace reir ni llorar, ni tiene personajes mínimamente interesantes. Ni tan siquiera hay una pintura de los bajos fondos, de la picaresca a la germana, que pudiera haber dado cierto color realista a esta película en la que se incurre con frecuencia en el bostezo, cuando no en el tedio. Manifiestamente prescindible.
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