Pelicula: Tengo que reconocer que esta tercera parte de la trilogía ha mejorado con respecto a la segunda, El mito de Bourne, y ello es probablemente porque su director, Paul Greengrass, ha llegado a ese punto de madurez que le hace dosificar adecuadamente las imágenes, sin aturrullar como hacía en el segundo segmento de la saga, más en línea con las cualidades exhibidas en su también interesante United 93. La trilogía de Bourne se ha desvelado como una máquina de hacer dinero, hasta el punto de que en cada capítulo la recaudación se incrementa apreciablemente con respecto al anterior. Así las cosas, la puerta abierta que deja el (teórico) final de este tercer segmento parece preanunciar que habrá nuevas y sucesivas entregas, al menos mientras la taquilla aguante.

Lo cierto es que el personaje de Bourne, sin ser un dechado de innovación (recuérdense, sin ir más lejos, títulos anteriores como el Memoria letal de Renny Harlin y Geena Davis, que trataba también de espías con memoria borrada a los que su pasado les visitaba inopinada y peligrosamente), tiene su interés e incluso sus implicaciones intelectuales: he aquí un ser humano que posee un extraordinario adiestramiento para el espionaje (y el contraespionaje, sobre todo…), pero que desconoce de dónde le viene esa extraña facultad, y que es perseguido por los que supuestamente le entrenaron como si fuera la alimaña que cree no ser. La búsqueda de su identidad, la indagación sobre su “padre” en la Agencia, la venganza hacia cuantos le hicieron ser como es, están en el meollo de este por otro lado percutante filme de acción, que combina admirablemente el tono cuasi de “cineme verité” que imprime Greengrass a las escenas de violencia (con esos barridos, ese montaje entrecortado que pretende reproducir las sensaciones del protagonista al ejecutar esos actos; estamos, pues, a años luz de las alambicadas coreografías de John Woo), con el toque de “inteligentsia” (por decirlo en términos de espionaje) en el que Bourne libra un crudelísimo y artero duelo de habilidades contra la cúpula de la CIA que le acosa, pero en la que encontrará algunos inesperados aliados.

Filme adulto, en el sentido más noble del término, El últimátim de Bourne parece recordarnos que siguen existiendo temas por desarrollar dentro del siempre intrigante campo del cine y la literatura de espías, aunque el ominoso Muro de Berlín cayera hace ahora ya casi dieciocho años. Y es que, en contra de lo que decía Fukuyama, la Historia dista mucho de haber acabado. Conste, no obstante, que el final, con esa puerta abierta que se deja para posibles continuaciones de la rentable saga, y la fútil aclaración del nacimiento de la identidad Bourne, no están a la altura del resto del filme: en ello participa la película de ese mal tan extendido actualmente de los estimulantes nudos y desarrollos cuyos desenlaces no se corresponden con lo hasta entonces expuesto. Mención especial para el potente elenco que se da cita en el filme: aparte de Matt Damon, con ese “look” a lo Mark Wahlberg que no sé si conscientemente cultiva para el personaje de Bourne, aparece toda una pléyade de actores y actrices, desde los norteamericanos Joan Allen (espléndida, como siempre), David Strathairn y Scott Glenn, hasta el británico Albert Finney (el último gran actor inglés, el mítico protagonista de Tom Jones) y, barriendo un poco para casa, el alemán más español que mora sobre la Tierra, Daniel Brühl, el inolvidable protagonista de Salvador Puig Antich.

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110'

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El ultimátum de Bourne - by , Aug 27, 2007
3 / 5 stars
Memoria letal