Sobre la novela Soy leyenda, de Richard Matheson, se han realizado, cuando se escriben estas líneas, tres versiones. La primera fue esta, El último hombre sobre la Tierra (1963), con Vincente Price, la segunda fue El último hombre… vivo (1971), de Boris Sagal, con Charlton Heston, y la tercera Soy leyenda (2007), de Francis Lawrence, con Will Smith. La novela de Matheson es un clásico de la literatura de terror, planteando la posibilidad de que una epidemia convierta a la inmensa mayoría de seres humanos en vampiros, salvo un único hombre que vive de día, mientras los contagiados duermen protegidos de la luz del sol (que no pueden soportar), y por la noche se encierra en una casa convertida en fortaleza.
Matheson, que había escrito el guion, no quedó conforme con el resultado, así que pidió que su nombre no figurara como tal, motivo por el que el supuesto guionista es un tal Logan Swanson, heterónimo utilizado a tal efecto por el escritor. Las razones que adujo Matheson tenían que ver con el nivel de la producción, que le pareció demasiado parca, y también la escasa idoneidad de Vincent Price (por quien de todas formas profesaba una gran devoción) para el papel principal.
Lo cierto es que, muchos años después, la película se mantiene como el agradable artefacto de terror (morigerado: estamos hablando del terror de los años sesenta…) que icónicamente incluso se adelantó a otro clásico, en este caso La noche de los muertos vivientes (1968), de George A. Romero, cuyos zombies son evidentemente deudores de estos vampiros, y cuyo planteamiento estético resulta también tributario de este humilde filme italo-americano.
Codirigen Sidney Salkow, un veterano director de Hollywood que hizo de todo en la Meca del Cine, aunque sin brillar especialmente, y el italiano Ubaldo Ragona, de escasa filmografía. Diríamos que, por trayectoria y look, la voz cantante en la dirección la llevó Salkow: la película tiene un aspecto totalmente norteamericano, a pesar de haberse rodado íntegramente en Italia, fundamentalmente en Roma.
Película agradable de ver, correctamente narrada, con esa pátina que solo el tiempo da, no sería aventurado decir que ha ganado con el tiempo, convirtiéndose en un pequeño clásico del género y, a la postre, en la mejor adaptación del original de Richard Matheson.
Podemos convenir en que Price quizá no fuera la opción más razonable para el papel de este último hombre sobre la Tierra, pero su trabajo es encomiable, teniendo en cuenta que en buena parte del metraje tiene que interactuar consigo mismo, sin contar con el apoyo del diálogo con otros personajes. En cualquier caso, Vincent Price siempre llena la pantalla, siempre mantiene sobre él una atención magnética. De los secundarios citaremos a Giacomo Rossi Stuart, actor que tuvo cierto predicamento en la cinematografía de los años sesenta y setenta, padre de Kim Rossi Stuart, actor y director, inolvidable como protagonista de Las llaves de casa (2004), de Gianni Amelio.
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