Pelicula:

En el estanque dorado procede de la obra teatral homónima, cuyo autor, Ernest Thompson, fue también guionista del film. La actriz Greer Garson produjo su estreno en Broadway, donde tuvo pocas representaciones, antes de pasar a otros teatros y buscar un público diferente hasta acabar en locales de Nueva York y Washington. Aquí fue donde Katharine Hepburn la vio, por consejo de la citada Garson, con vistas a una posible interpretación en la pantalla. Enviado el guion a Henry Fonda, aceptó asumir el papel de Norman a pesar de su deteriorado estado de salud motivado por problemas cardiacos, hecho que tenía su paralelo en el propio personaje de ficción.

De otra parte, el hecho de que la Academia de Hollywood le hubiera entregado al señor Fonda un Óscar honorífico en la convocatoria anterior, permitía elucubrar sobre la posibilidad de obtenerlo en función de un personaje y de una interpretación, como así sucedería meses más tarde. La edición de los Óscars correspondiente a 1981 se caracterizó por una nota sentimental que, a su vez, tuvo mucho de justicia. Un actor mundialmente prestigiado como Henry Fonda, con setenta y siete años de vida y cincuenta de profesión, conseguiría el primer Óscar de su carrera. Por el contrario, su partenaire, Katharine Hepburn, repetía, por cuarta vez, la consecución del preciado galardón.


Hechos y personajes

El matrimonio compuesto por el señor y la señora Thayer llega a su residencia de campo, una casa situada en el paradisiaco lugar denominado “El estanque dorado”, para pasar el verano. Norman (Henry Fonda) es profesor jubilado, ya casi octogenario; sus padecimientos diversos se combinan con un temperamento entre socarrón y malhumorado; junto a él, su esposa Ethel (Katharine Hepburn) se muestra equilibrada y lúcida, sensata y simpática, capaz de controlar todas las situaciones sociales, positivas y negativas a las que se enfrenta la pareja. La puesta a punto del hogar, el reencuentro con los diversos enseres, se alterna con el reconocimiento de la naturaleza, zona de bosque, parte del lago, y con el saludo a los animales del entorno, especialmente a los colimbos, cuyo canto sabe imitar muy bien la señora Thayer.

La llegada de Chelsea (Jane Fonda) se produce entre la alegría de la madre y el distanciamiento del padre; ella, divorciada, viene acompañada de su novio, Bill (Dabney Coleman), un dentista cuarentón, y del hijo de éste Billy (Doug McKeon), un adolescente que se rebela a convivir obligadamente entre adultos desconocidos. Todos celebran el cumpleaños del octogenario padre. La convivencia entre ambas parejas pone en evidencia tanto el distanciamiento de Chelsea y su padre, a quien llama Norman, como la cordial relación con la madre, siempre favoreciendo la concordia entre ellos.


Temas

El verdadero núcleo de la película está situado en la primera media hora, es decir, en la presentación de la misma; el resto no es más que ofrecer un nudo y un obligado desenlace, donde el tono de comedia agridulce condiciona el obligado final feliz y la opción abierta de que, el año próximo, acaso se repita el veraneo. En esa parte introductoria (podría ser un cortometraje excelente) se muestran las relaciones interpersonales de la pareja, la mutua dependencia uno de otro, el carácter, tan diferente de ambos, la repetición de unos hechos que, como la propia naturaleza, devienen un año más sobre cincuenta de matrimonio. Del mismo modo, la relación de la pareja con los demás ya queda de manifiesto con la llegada y estancia de Charlie, el cartero, su grado de conocimiento mutuo y el tipo de simpatía o recelo que se ofrece en la comunicación del trío.

Es este bloque el que pone de manifiesto diversos aspectos sobre el tema de la ancianidad, sobre cómo se siente y acepta resignada y felizmente (Ethel), según consecuencia natural del devenir humano, o, por el contrario, la persona se parapeta, tras múltiples grados de discordia, contra una actuación social donde en el fondo lo que funciona es el miedo a la muerte (Norman). La preocupación por la vejez está presente en muchas manifestaciones verbales del señor Thayer: “no es divertido ser viejo, ni siquiera hago las necesidades cuando quiero”; “no quiero que las multitudes contemplen cómo me hago viejo”; “cada minuto que pasa me hago más viejo”; y Billy todavía será capaz de preguntarle directamente “¿Tienes miedo a morirte?”.

La llegada de la hija, acompañada de su novio y del hijo de éste, plantea un nuevo tema, sólo sugerido en la parte primera, que es la incomprensión habida por Norman para las actitudes vitales de Chelsea y, en el fondo, la incompatibilidad de caracteres entre el anciano profesor y su descendiente, acaso motivado por la preferencia de este para con los varones. La madre actúa como puente entre ambas para que unas relaciones, habitualmente ásperas, tengan, al menos en esos días finales de unas vidas, el signo de la cordialidad y la comprensión. Pero también muestra a las claras hasta qué punto no está dispuesta a soportar una grosería ni siquiera de su propia hija si ésta se refiere a su padre; Ethel da una bofetada a Chelsea al tiempo que replica: “ese viejo malnacido y egoísta es mi marido”. Por más que ella le llame cariñosamente “viejo bobo”, sabe que sus gritos, como le aclara a Billy, son los de un viejo león que quiere recordarse a sí mismo y que le ruge a la vida. Tras la angina de pecho, pide a Dios que no se lo lleve en ese momento porque Él no necesita a un viejo bobo y para ella es y debe seguir siendo su caballero andante.

Las relaciones entre Bill, el dentista, con Norman no son más que una continuidad de las habidas con Charlie y el planteamiento de unos asuntos capaces de subrayar el carácter del señor Thayer desde distintos puntos psicológicos y temperamentales en los que su cinismo y su inteligencia se ponen de manifiesto ante los demás. Todo un carácter agridulce el de este anciano profesor que se obsesiona con su inutilidad, que se desvive y se engaña por mantener un trabajo, aunque ya nada tenga que ver con su profesión.

Del mismo modo, la relación de Norman con Billy, se convierte en una pieza del engranaje narrativo que permite desarrollar el carácter de ambos en sentido positivo hacia el otro; el adolescente acabará sintiéndose a gusto ante aquella pareja de carcamales y estos actuarán con el chico rebelde como con el nieto que nunca han tenido. Todo ello contribuye al esperado final feliz: la caña de pescar y el trofeo de natación cierran un tiempo donde la familia americana resuelve rencillas de años y luchas generacionales en unos días de vacaciones.

La muerte es tema recurrente en el diálogo del film. Norman la teme y ante ella toma dos posiciones bien distintas: ampararse en la generosidad y actitud positiva de Ethel y hacer frente a los demás con comportamientos donde se combinan la mordacidad con la ironía, la causticidad con el sarcasmo; en el fondo, el cascarrabias gruñón, a pesar de su dialéctica mental y verbal, sabe que su memoria flaquea, que se pierde en el bosque, que el corazón le falla ante cualquier alarde fuera de sus posibilidades físicas.

En el guion y, por tanto, en la película, el papel de Ethel está subordinado al de Norman; él es el epicentro sobre el que se fundamenta la obra; ella, en cuanto a construcción del personaje, está para darle la réplica al marido. Katharine Hepburn lo resuelve de forma magistral: los detalles de su cara, el primer plano mostrando su rostro, evidencian una locuacidad gestual y expresiva digna de las grandes intérpretes antes que de las grandes divas; son estos algunos de los más significativos momentos del film y hacen ganar enteros a situaciones o pasajes que no van más allá del sentimentalismo lacrimógeno, del folletín melodramático de subgénero al uso.


Expresiones y símbolos

La procedencia teatral del film obligaba a “airear” diversas partes a fin de compensar las relaciones entre interiores / exteriores. El paisaje elegido es un lugar paradisíaco donde la tierra y el agua viven bien avenidos y donde la naturaleza viva combina armoniosamente sus distintos ciclos. Una estación del año adecuada y un entorno conocido, una casa, un lago, un bosque de fresas, son ambiente idóneo para resolver diferencias generacionales y cerrar en paz un largo pasado antes que la muerte, más allá de tantas veces nombrada, acuda verdaderamente a la llamada de una angina de pecho.

El lago aporta serenidad en condiciones habituales, pero también en sus entrañas está la muerte en la simbólica ave muerta. La pareja de colimbos, con sus cantos y reclamos, armonizan agua y vida en una simbología múltiple. La denominación de “La cueva del Purgatorio” para nombrar la zona más recóndita y traicionera del lago conlleva connotaciones donde la referencia a la muerte es patente. El color y la música se adecúan a las necesidades de cada situación y subrayan las pretensiones, sentimentales, líricas, dramáticas, de los autores: productor, guionista, director.


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109'

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En el estanque dorado - by , Sep 15, 2020
4 / 5 stars
Senectud: sentido y sensibilidad