Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
El éxito en 2017 de It, la primera parte del díptico con el que Andy Muschietti llevo a la pantalla grande (a la pequeña ya fue llevada en los años noventa del siglo XX) la famosa novela-río homónima de Stephen King, sin duda puso de moda las adaptaciones de las historias del autor de Maine, y dio impulso a otros proyectos sobre su obra que se estaban cociendo. Es el caso: el de esta En la hierba alta estaba dando vueltas sin financiación desde 2015; a raíz del éxito de It, Netflix compró los derechos en 2018 y montó la producción.
Vincenzo Natali, guionista y director, es un cineasta nacido en Estados Unidos pero radicado habitualmente en Canadá, país del que tiene también la nacionalidad. Se dio a conocer a finales del siglo XX con su originalísima Cube (1997), que abrió un filón notable, el de las historias con individuos que han de desenvolverse en lugares extraños en los que con frecuencia las formas geométricas lo son todo. No es de extrañar, entonces, que a Natali le llamara la atención de la novela En la hierba alta, de la que son autores al alimón Stephen King y su hijo Joe Hill, que como el lector iniciado sabe, firma así, por aquello de no dar pistas de quién es su famoso padre (su nombre completo es Joseph Hillström King), aunque también es cierto que puede dar lugar a confusión con el Joe Hill original, el famoso sindicalista norteamericano de origen escandinavo.
La América profunda, una carretera flanqueada hasta donde la vista alcanza por inmensos campos de hierba alta. Una pareja, los hermanos Becky y Cal DeMuth, viajan en coche; ella exhibe un embarazo muy avanzado. Marchan desde la costa Este a la Oeste. Se detienen un momento para que ella pueda vomitar. Entonces, la chica escucha a un niño pidiendo ayuda desde el campo de hierba alta que se extiende a lo largo de la carretera. Su hermano entra en el campo, y ella detrás. Pronto pierden contacto y, por más que intentan localizarse por la voz, se percatan de que a veces parecen muy cerca y otras muy lejos, siéndoles imposible salir del campo. Progresivamente irán apareciendo otros personajes, como el niño que pedía ayuda, con aspecto de llevar allí meses o incluso años, pero también su padre, que se ofrece a sacarlos de allí...
No es difícil entender por qué le interesó a Natali la historia que nos cuentan King y su hijo: el campo de hierba alta se convierte en una especie de universo cuántico donde es posible que dos cosas o dos personajes estén al mismo tiempo cerca y lejos, pero también permite que los tiempos cronológicos se solapen unos con otros, hasta el punto de que los mismos personajes o animales (como el perro del niño al que los hermanos intentan ayudar) pueden coexistir en el mismo espacio-tiempo en distintos momentos: un laberinto abstracto que no está demasiado lejano del microcosmos claustrofóbico de su propia Cube. También es evidente la deuda inspiradora que la novela, pero también el film, tienen con respecto al célebre relato de Borges El jardín de los senderos que se bifurcan, donde espacio y tiempo cobran una dimensión desconocida, donde existen y no existen a la vez, en la que quizá sea la más artística de las intuiciones literarias sobre la procelosa física cuántica. Tampoco sería ocioso citar otra obra borgesiana, el cuento El libro de arena, como inspiradora en parte de la novela de los King y de la película de Natali.
Dicho lo cual, habrá que decir pronto que el film no alcanza el nivel de interés que hubiera sido deseable: aunque la premisa inicial es interesante y está desarrollada en su primera parte con soltura y adecuadas dosis de intriga y tensión, conforme la acción va avanzando se encona en luchas entre los personajes, con la introducción del rol del novio de la chica embarazada, que no estaba en la novela original, quizá para poder extender la duración hasta un metraje estándar, pero también para incluir el factor de la redención, de la expiación por su parte como sacrificio por su inmadura inacción ante el embarazo de su chica.
La película se va oscureciendo progresivamente, visual y argumentalmente, enfangándose en conflictos entre el novio y el hermano de la chica, en una historia de torva, secreta obsesión sexual, complicándose con el padre del niño perdido y una roca como centro y eje del campo de hierba alta, una roca sobre la que supuestamente se habría creado el continente, quizá Pangea, a lo mejor hasta la propia Tierra (no sé qué dirán a este respecto los creacionistas...), una roca primigenia, ancestral, que lo explicaría todo, y sobre la que todo giraría.
Pero la parte final se torna truculenta, y aunque el desenlace es razonablemente original (y distinto del de la novela), queda la sensación de que Natali, esta vez, no ha dado en la tecla, no ha conseguido el universo con personalidad propia de aquel Cube por el que tiene un lugar en la Historia del Cine. La situación única no ayuda mucho, y los cambios en la narración no aportan demasiado, más allá de facilitar ese airoso desenlace.
Llama la atención la utilización de un elenco de actores escasamente conocidos, salvo Patrick Wilson, que es la estrella absoluta del film.
(06-04-2020)
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