El cine que defiende la igualdad de derechos entre hombres y mujeres siempre tiene, con razón, un buen trayecto ganado en la consideración del espectador, a poco que este sea una persona dotada de una mínima inteligencia emocional. A veces, sin embargo, ese trayecto no se termina de culminar, a pesar de las buenas intenciones del proyecto, y el film se queda alicorto, a pesar de (como es el caso) contar con valores evidentes.
En tierra de hombres parte de una historia real: en Minnesota, estado situado al norte y centro de Norteamérica, en las minas no había trabajado una mujer hasta los años setenta del siglo XX. En los ochenta eran solo unas pocas, y las que lo hacían se veían sometidas con frecuencia a burlas, humillaciones, cuando no vejaciones y abusos por parte de sus compañeros varones. En ese contexto, Josey, madre soltera de dos niños (chico adolescente y chica impúber) vuelve a su hogar, donde el padre es minero, para trabajar en la mina, único lugar en el entorno donde puede ganarse razonablemente la vida. Pero los compañeros le harán la vida imposible, hasta que la mujer decide pleitear para acabar con ese deleznable estado de cosas...
El problema de En tierra de hombres quizá sea su falta de sutileza: todo se va en mostrar lo malísimos que eran los compañeros varones con respecto a las mujeres, y cómo estas soportaban estoicamente cuantas ordalías, felonías y todo tipo de agravios tuvieran a bien hacerles estos. Aunque hay algún hombre que no parece estar de acuerdo con semejante trato, apenas si se le presta atención, como si la maldad fuera monolítica, como si no hubiera grises en ese universo abyectamente machista. Tampoco ayuda el hecho de que se vayan acumulando las vejaciones, como si fuera un proceso de amontonamiento, aunque es cierto que el juego narrativo que se utiliza, jugando con flashbacks sobre la situación actual en la que se ambienta la película (el juicio que la protagonista entabla contra la empresa minera), le confiere una ligereza interesante, haciendo más llevadero el proceso sedimentario de tanta humillación.
Un final a lo Fuenteovejuna demasiado estirado, así como una inverosímil conversión producida poco antes, no ayuda precisamente a un film que, ciertamente, es importante por cuanto habla de los sufrimientos de las mujeres en ambientes laborales hostiles, e historiografía cómo se pudo luchar contra esa injusticia, pero cuya plasmación cinematográfica no ha sido, ciertamente, la ideal. Niki Caro, la directora, es una neozelandesa que se estrenó en la dirección de largometrajes con Memoria y deseo (1998), siendo esta En tierra de hombres su tercera película; no es mala directora, tiene ideas y sabe poner en escena con convicción, además de conseguir un interesante trabajo interpretativo, sobre todo de Charlize Theron, pero también de Frances McDormand, como siempre estupenda.
El film, cuyo guion se basa en el libro de Clara Bingham y Laura Leedy Class action: The story of Lois Jensen and the Landmark Case that changed sexual narassment law, termina siendo un producto valioso pero quizá insuficiente, al menos en la medida en la que, además de ser una lacerante denuncia sobre una lacra intolerable, no termina de redondear su función puramente cinematográfica o artística.
(24-04-2019)
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