La historia del director John Badham es la del cineasta buen profesional que en un momento dado consiguió un resonante éxito popular que, sin embargo, no pudo o no supo rentabilizar a largo plazo. Nacido en Inglaterra, Badham emigró con su familia muy joven a Estados Unidos, donde desarrollaría toda su carrera. Se fogueó en el lenguaje audiovisual en la televisión a partir de 1971, para alcanzar la fama con su segundo film para pantalla grande, este Fiebre del sábado noche, que, con un presupuesto de 3 millones de dólares, recaudó en todo el mundo más de 237 millones. A partir de ahí tuvo una etapa todavía interesante, con films comerciales que, generalmente, gustaron y tuvieron cierto interés: Drácula (1979), El trueno azul (1983), Juegos de guerra (1983), incluso alguno que tenía estimulantes propuestas dramáticas, como Mi vida es mía (1981), para poco a poco languidecer en productos de interés progresivamente inferior, como Cortocircuito (1986) y La asesina (1993). Quizá su último film con cierta enjundia fue A la hora señalada (1995), thriller que utilizaba el recurso de equiparar el tiempo real en el que sucedía la trama con el metraje de la película. Pero a partir de ahí, consciente quizá de que su momento había pasado, se dedicó a grabar rutinarios TV-movies.
Pero lo cierto es que esta película, Fiebre del sábado noche, constituyó en su momento todo un auténtico fenómeno sociológico. Causó tal impacto entre la gente joven que cimentó una moda que duró años, que ya es decir en un segmento de la edad de la vida del ser humano tan mudable como es la juventud. En cualquier caso, cinematográficamente es efectista, pedestre y relamida, y el tiempo no ha obrado precisamente a su favor, aunque habrá que reconocerle un evidente regusto “kitsch”, que ahora llamamos “vintage”, que tiene su punto.
Típica y tópica historia del Don Nadie que llega a ser algo a base de tesón, la relativa novedad es que a donde llega es a ser macarra de discoteca (vaya avance...). John Travolta, con su personaje Tony Manero, se convirtió en un referente mundial para la juventud, en un idilio con los jóvenes que se prolongó después con otro exitazo, Grease (1978), que se convirtió también en un icono popular. Posteriormente el actor padeció varias caídas a plomo en su popularidad, que sin embargo pudo ir remontando en diversos y periódicos renacimientos, con films tan dispares como Mira quién habla (1989), Pulp fiction (1994) y Primary Colors (1998).
(18-02-2020)
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