CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en HBO Max, Apple TV, Rakuten y Prime Video.
Citar a Borges (como a Churchill) siempre sale gratis. Por eso es bueno recordar lo que el porteño aseguraba, en uno de sus enjundiosos prólogos, sobre su incomprensión de que muchos autores necesitaran quinientas páginas para fabular una historia. Y recordando uno el caótico ladrillo del Ulises de Joyce (que además tiene setecientas...), era para darle la razón. Viene esto a cuento, pasando del mundo literario al de la ficción cinematográfica, porque el film que glosamos pasa de los doscientos minutos, y eso sin ser de egipcios, ni de romanos, ni de época, ni basarse en una novela de fama mundial...
Pero no hay peligro de desmadre. En estos tiempos en que cualquier tontería digitalizada pasa de las dos horas con absoluta impunidad, esta Gigante justifica esa amplitud temporal, tan grande como sus escenarios, su reparto o su equilibrada narración. Producida por una de las marcas veteranas, la Warner, cuando ya el viejo Hollywood de los grandes estudios se asomaba al abismo, la dirección la lleva George Stevens, un sólido profesional que en esos años enlazó sus mejores cintas. Primero fue su obra maestra Un lugar en el sol, un turbio melodrama con niña bien (la Taylor), chica proletaria (Shelley Winters) y señorito despiadado (Montgomery Clift). Después vino un western original, intimista y sensible, Raíces profundas, culminando el notable trío la gigantesca Gigante.
Partimos de la novela de Edna Ferber, una precursora de los best sellers, además de premio Pulitzer, y tanto el libro como el film se centran en la figura de un poderoso terrateniente ganadero que tiene su riqueza cimentada en sus miles de vacas y terneros, algo importante en una tierra que sacraliza el chuletón como seña de identidad. Con mano de obra mejicana, el casi cacique se casa con una muchacha de ciudad, que encara difícilmente su papel en la hacienda. Pero los años van pasando y la vida y las personas también...
Con un uso excelente de los amplios paisajes, la historia se rompe cuando aparece un enemigo imprevisto, el petróleo, el oro negro, que surge en sus tierras y que es codiciado por todos. Para colmo un conflictivo joven, pequeño propietario colindante, lo encuentra, se enriquece y además se enamora de la señora de la hacienda... Con estos mimbres, Stevens matiza a sus personajes, su evolución, y aprovecha un reparto no solo estelar, con Rock Hudson, Elizabeth Taylor y James Dean, sino también una pléyade de grandes nombres como Carroll Baker, Mercedes McCambridge, Sal Mineo, Earl Holliman, Dennis Hopper, Rod Taylor...
Tras el devenir narrativo las cosas cambiarán al final, con el terrateniente ahora abuelo, comprensivo, antirracista... una -acaso ingenua- plasmación del ideal americano... pero que no choca con todo lo que anteriormente se nos ha ido contando. Terminar acotando que esta fue la última (y solo tercera) de las películas de James Dean, un actor convertido en mito y que siempre nos pareció, en su corta carrera, muy limitado en sus interpretaciones (quizás la mejor en Rebelde sin causa, por la propia identificación que Nicholas Ray supo hacer de su papel con el personaje), un James Dean que siempre parecía estar imitando... a James Dean. Su mito, dolorosamente, le vendría de improviso cuando estrelló su deportivo y saltó al olimpo de los inmortales con sólo veinticuatro años...
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