La caída del Muro de Berlín en 1989, además de otras muchas consecuencias, nos ha permitido disfrutar de algún filme peculiar como este Good bye, Lenin, que jugaba en clave de comedia con tan singular acontecimiento, sin duda uno de los más importantes del siglo XX.
Berlin Este, 1989, días antes de la caída del Muro. Una familia media formada por la madre y los dos hijos veinteañeros viven aquellos convulsos días; el padre huyó a la Alemania Federal años atrás, pero la madre no pudo seguirle temiendo perder a sus hijos. La mujer es una firme defensora de las virtudes (?) de la República Democrática Alemana (RDA), mientras que los hijos son partidarios de Occidente. Cuando la madre cae en coma por un infarto, se precipitan los acontecimientos: el Muro cae y el país se transforma rápidamente, haciendo suyas las libertades (también los vicios y las esclavitudes) del sector Oeste. Cuando la madre, varios meses más tarde, despierta del coma, el hijo concibe la idea de no contarle los cambios producidos para que esa tremenda impresión no le provoque un nuevo infarto y, con ello, pueda morir. Pero reproducir la RDA, aunque sea en los estrechos límites del dormitorio de la madre, se antoja bastante problemático…
Good bye, Lenin es, efectivamente, una comedia, y como tal utiliza los recursos de la punzante crítica, que con buen criterio no se queda en denunciar las barbaridades y disparates de la antigua RDA, sino también los muchos defectos de la capitalista República Federal de Alemania. Entre ambos queda el país idealizado por la madre, un país que nunca existió más que en su magín, nada que ver con el siniestro Estado asesino que Erich Honecker gobernó con mano de hierro, y cuya temible policía política, la Stasi, sembró el terror entre los ciudadanos (fueran afines al régimen o no) durante décadas.
Claro que en Occidente tampoco atan los perros con longaniza, y el filme nos hace ver las pérdidas que también tuvieron los “ossies” (como llamaban a los alemanes orientales) cuando el Muro cayó.
El director es Wolfgang Becker, de corta filmografía (9 títulos en 28 años, incluidos un corto, un documental y un episodio de serie televisiva), quien con esta película consiguió su mayor éxito, multipremiada en numerosos festivales, a pesar de lo cual no tuvo una continuidad regular en su carrera.
La película supuso el descubrimiento internacional de Daniel Brühl, actor alemán con ancestros españoles, que desde entonces, gracias a su cualidad de políglota, viene desarrollando una más que interesante carrera en varios países, desde su Alemania natal a la España de su madre, pasando por Reino Unido y Estados Unidos. Él es en buena medida la película, sobre su cara entre ingenua y a la vez descreída se configura la historia de este hijo que quiso evitar la muerte de su madre y, de camino, se reencontró con su padre y con la verdadera historia de un supuesto abandono que no fue como se lo habían contado.
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