La comedia lo aguanta todo: hasta poner en pantalla, con humor, conflictos que podrían ser considerados extravagantes cuando no directamente disparatados. El leit motiv de esta (por lo demás bastante mediocre) comedia resulta ser la coincidencia de fechas para la boda de dos amigas inseparables. Como esa coincidencia hace que todas sus amistades hayan de elegir entre una u otra, la presión mutua para un cambio de fecha degenera en una batalla no exactamente campal, aunque casi como si lo fuera, convirtiéndose las dos pánfilas inseparables en esas mismas pánfilas, pero unidas por un odio recíproco digno de mejor causa.
Las dos memas entonces se dedicarán a hacerse putaditas entre sí, en un crescendo que, en otras circunstancias, habría resultado peligroso para su integridad física, pero que aquí, que se toma a chacota, limitándose, por ejemplo, a teñir una a la otra el pelo de un color fuera de lo común (salvo para Lucía Bosé, que también se lo tiñe de azul), o procurar la segunda a la primera un bronceado extremo y fuera de lugar. Cabe recordar que esta espiral de acción-reacción tuvo no hace muchos años, en un contexto distinto (los protagonistas no eran amigos, ni siquiera conocidos, pero un incidente de tráfico les tornará enemigos irreconciliables), una muestra de buen, excelente cine en Al límite de la verdad, de Roger Michell; esta Guerra de novias no es de esa estirpe, sino de la otra, bastante más blanda, que habla de las amistades cultivadas desde la infancia y que (of course) no pueden enturbiarse finalmente por un quítame allá esas pajas, o esas bodas.
Con unas protagonistas que se pasan un par de pueblos en el histerismo con el que afrontan su (inesperada) rivalidad, lo mejor del filme quizá sea la pintura de todo ese teatro, toda esa vacua escenificación que se ha creado para las ceremonias de boda, que parecen (sobre todo si, como en este caso, se trata de gente con guita) auténticas fiestas de una imposible corte de un rey en Nueva York (no tan imposible: recordad Chaplin…).
Por cierto, hablando de gente con lana, como dicen en Argentina: hay una incoherencia notable en la historia que se narra. Resulta que una de las protagonistas, el personaje de Kate Hudson, es una abogada de altos vuelos que trabaja en una empresa de primera línea y que, consecuentemente, tiene importantes ingresos y se puede permitir un himeneo de los que quitan el hipo. Pero la otra, pobrecita, es maestraescuela y su novio tampoco parece Rotschild. Entonces, ¿de donde saca esta criaturita para marcarse otra boda de igual nivel, sin que se vea tampoco que se haya entrampado hasta las (perfectamente depiladas) cejas? Esa incógnita no la desvela ni Sherlock Holmes auxiliado, para la ocasión, por el mismísmo Mendelssohn, el de la Marcha Nupcial…
Guerra de novias -
by Enrique Colmena,
Sep 25, 2012
1 /
5 stars
Lucha de memas
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