Norman Jewison fue uno de los más populares directores norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Sus películas gozaron, en general, de predicamento comercial, y también su apuesta por temas de cierto compromiso social le valió cierto reconocimiento por parte de la crítica, que siempre valoró su buena técnica y su capacidad para plantear temas espinosos. Así, en plena década de los años sesenta, con la comunidad afroamericana todavía en situación subsidiaria en muchos estados norteamericanos, Jewison llevó a la gran pantalla un potente thriller policíaco antirracista, En el calor de la noche (1967), que presentaría por primera vez en cine comercial a un detective negro en un estado sureño, con un Sidney Poitier en el papel protagonista, en el film (junto a Adivina quién viene esta noche) que le haría inmensamente popular y le convertiría en el actor “negro” por excelencia de aquella época.
Jewison también fue un buen forjador de thrillers románticos, como el muy elegante El caso Thomas Crown, de peculiares musicales, como el muy judío El violinista en el tejado y el (obviamente) muy cristiano Jesucristo Superstar, ambos sobre sendos musicales de Broadway, así como potentes thrillers judiciales como Justicia para todos (con un Al Pacino en plan divo total) y esta Historia de un soldado, que parte de la obra teatral A soldier’s story, original del autor afroamericano Charles Fuller, que ganó con ella el Premio Pulitzer de 1982. No sería equivocado decir que, con la adaptación de esta obra teatral denunciadora del papel subsidiario de la comunidad negra en la Historia de Estados Unidos, Jewison quiso reeditar el gran éxito de En el calor de la noche, aunque en términos de recaudación distó mucho de hacerlo.
La historia que se nos cuenta está ambientada en el muy sureño (con lo que ello significa en los USA...) estado de Louisiana, ya casi al final de la Segunda Guerra Mundial. Un sargento negro aparece asesinado, y un oficial, el capitán Davenport, de igual raza, es designado para esclarecer la muerte. El investigador se encontrará no solo con los prejuicios ante sus pesquisas, sino con una turbia historia entre los militares.
Bien narrada y mejor interpretada por un sólido elenco de actores, casi todos ellos de color, el film es un alegato antirracista ajeno a la moralina habitual, y por ello tanto más efectivo. Fue quizá el mejor momento de Howard E. Rollins, el protagonista, una estrella negra emergente que murió demasiado joven, sin poder convertirse en el poderoso actor afroamericano que apuntaba a ser. Entre los secundarios descollaba ya un Denzel Washington todavía desconocido, que pronto saltaría a la fama ganando el Oscar en Tiempos de gloria. Excelente música del gran Herbie Hancock.
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