No sería exagerado decir que, cuando François Truffaut publicó en 1966 Le cinéma selon Alfred Hitchcock, editado en Francia por Robert Laffont, traducido en España como El cine según Hitchcock y publicado aquí por Alianza, algo cambió sustancialmente en la forma de entender, y de disfrutar, el cine. Lo dice Martin Scorsese en un momento de este documental: leer que alguien como Hitch, reputado mago del suspense pero generalmente alejado de la devoción de la crítica instalada, era estudiado meticulosamente, diseccionado cual mariposa rarísima, finalmente ensalzado en su “el espectador sobre todo”, significaba una liberación para los nuevos cineastas que gustaban quizá secretamente de ese cine-espectáculo con meollo que hacía Hitchcock, aunque la erudita crítica hablara de otros cineastas más sesudos y (sobre todo…) con menos éxito entre el público.
De ese libro parte este documental, Hitchcock/Truffaut, que se configura de acuerdo a un esquema clásico, con entrevistas a diez directores de primera línea, se montan sus respuestas en torno a las películas hitchcockianas, y se da la palabra (con buen criterio) con mucha frecuencia a lo mejor del cine del maestro británico: las películas. Esos directores son mayoritariamente norteamericanos: ocho en total, desde clásicos como Martin Scorsese (Taxi Driver), Peter Bogdanovich (The last picture show) y Paul Schrader (Mishima), hasta gente joven como Wes Anderson (El gran Hotel Budapest) o James Gray (La noche es nuestra), y también de edad mediana, como Richard Linklater (Boyhood) y David Fincher (Perdida); hay dos franceses, Olivier Assayas (Viaje a Sils Maria) y Arnaud Desplechin (Un cuento de Navidad), e incluso un japonés, Kiyoshi Kurosawa (Pulse). Todos ellos dan su opinión sobre las obras más destacadas de Hitchcock, en un conjunto homogéneo que aporta interesantes reflexiones sobre los motivos de que su cine llegara de forma aparentemente tan fácil al espectador, y de qué manera la obra del inglés influyó en sus propias filmografías, bien de forma directa o, más sutilmente, de forma indirecta, liberándoles de prejuicios cinematográficos, permitiéndoles hacer el cine que querían (o que les dejaban hacer: véanse los casos de Bogdanovich y Schrader, los más flagrantes ejemplos de talento desperdiciado por la industria fílmica USA).
Hay que decir que, aunque titulado Hitchcock/Truffaut, es mucho más Hitchcock que Truffaut: el director francés, que antes fue reputado crítico en Cahiers du Cinema, queda relegado ante la figura enorme (y no sólo físicamente…) de aquel gordo genial que, digámoslo pronto, tampoco se puede decir que fuera una persona maravillosa: en el libro se intuía, pero aquí, con sus intervenciones grabadas, se confirma que era un tipo fatuo, soberbio, prepotente, contentísimo de haberse conocido y con una escasa empatía por el resto del género humano (salvo por las rubias, aunque de eso casi no se habla en este documental). Quizá, en el fondo, un Asperger no diagnosticado, pero en cualquier caso un individuo con el que uno no se imagina tomando cañas.
Pero, qué quieren que les diga: Borges era un facha redomado, T.S. Elliot un maltratador, Cela un censor. Por eso no nos deja de gustar El aleph, La tierra baldía o La familia de Pascual Duarte. Así que si Hitchcock era personalmente tirando a impresentable, se nos da una higa: lo que nos interesa es su cine y nada más (por decirlo a la manera de Tavernier…).
Kent Jones es un cineasta británico que se ha especializado en documentales sobre grandes temas, desde Lady by the Sea. The Statue of Liberty (sobre la Estatua de la Libertad, obviamente) a A letter to Elia (a vueltas con Elia Kazan). Hitchcock/Truffaut no sería lo que es, desde luego, sin el “footage”, el archivo del propio cine hitchcockiano, con joyas como la escena de la ducha de Psicosis, el plano de la llave o el beso guadianesco de Encadenados, la secuencia de la avioneta de Con la muerte en los talones, la fascinación necrófila de Vértigo. Pero si todo ello está además aderezado con las interesantes aportaciones que hacen los directores entrevistados, y el montaje está adecuadamente realizado, difícilmente el experimento podía salir mal. Jones jugaba sobre seguro: muy malo hay que ser para hacer un filme con estos mimbres y que no resulte, como afortunadamente es el caso, una delicia para el cinéfilo, para cualquier cinéfilo.
80'