Alexander Mackendrick (Boston, 1912 – Los Ángeles, 1993) fue un cineasta escocés (a pesar de nacer en el país del Tío Sam), máximo representante de los directores de comedia británica que, durante los años cincuenta y sesenta, se agruparon en torno a los Ealing Studios, célebre productora inglesa que consiguió convertirse, durante esas dos décadas, en una de las referencias fundamentales del cine de comedia en el mundo. Mackendrick sería, como decimos, uno de los más conspicuos cineastas que hicieron buena parte de su obra a la sombra del estudio, con films tan estupendos como El hombre del traje blanco y El quinteto de la muerte.
La bella Maggie se inscribe plenamente en el tipo de cine que más gustaba a Alexander, un cine de comedia negra en la que suele contraponer a gente atildada y estirada con gente corriente, educada en la llamada “universidad de la calle”, que tantos graduados tiene... Aquí la historia se ambienta en el tiempo de su rodaje, hacia los años cincuenta del siglo XX, en el Reino Unido: un barco que es casi un cascarón, la Maggie, llega al puerto de Glasgow, donde no es bien recibida, conocida su tripulación por su gusto por darle al frasco (y no de jarabe, precisamente...) y su capitán por su tendencia a la procrastinación: todo puede ser dejado para mañana, como pronto... En el puerto se le retira el permiso de carga, con lo que no pueden trabajar llevando portes, que es mayormente su ocupación... Un malentendido hace que, a pesar de esa retirada del permiso, se le encomiende llevar un cargamento de un puerto a otro, cuando es evidente que esta tripulación no es capaz de dar dos pasos sin tropezarse con sus propios pies; el capitán aprovecha la ocasión, porque con ello podría recuperar el ansiado permiso de carga. Cuando el jefazo del porte que se supone debían transportar los pencos se da cuenta de lo que pasa, se involucra en el viaje para intentar enderezar el entuerto, aunque las cosas no saldrán exactamente como él pensaba...
Se puede decir que estamos ante un canto a la sencillez y a las tradiciones en contraposición a la eficiencia (pero también el vacío...) de la modernidad, en una película que contrapone la seriedad londinense con la sorna escocesa, y que incluso se permite alguna reflexión lírica, filosófica y hasta existencial, siempre con los ropajes de la comedia, llena de fina ironía y de sutiles detalles, con buen ritmo y agradables diálogos. Aquí un pícaro vivalavirgen, aunque sin maldad ni doblez alguna, se la pega una y cien veces, con su bonhomía y su cachaza, al eficiente ejecutivo, un hombre superinteligente pero también infrahumano e infrasentimental.
La bella Maggie está plagada de buenas ideas visuales, marca de la casa tanto de los Ealing Studios como, sobre todo, del director Mackendrick, ideas visuales que son puro cine. El precioso blanco negro de la fotografía de Gordon Dines, muy contrastada, a veces con toques expresionistas, y una hermosa música de John Addison, sobre todo de viento y cuerda, contribuye a que el conjunto final sea armónico y muy agradable.
Mención especial para los intérpretes, todos excelentes, desde el serio, adusto y más bien amargado protagonista, encarnado por Paul Douglas, hasta el capitán del barco, Alex Mackenzie, que compone aquí un delicioso tipo tarambana, ingenuo y caradura a la vez.
(11-09-2023)
92'