Pelicula:

Lone Scherfig es una ya veterana directora y guionista danesa (Copenhague, 1959) que empezó a hacer cine en 1984, aunque el éxito internacional no le llegó hasta este siglo XXI, cuando rodó dos comedias excéntricas, Italiano para principiantes (2000) y Wilbur se quiere suicidar (2002), que fueron celebradas como interesantes aportaciones a un género, la comedia, no especialmente tratado por las cinematografías nórdicas, generalmente tan circunspectas. Scherfig, desde hace ya algunos años, está haciendo cine también fuera de su tierra, siguiendo una larga tradición de directores escandinavos que así lo han hecho (por ejemplo, Bille August y Lasse Hallström, entre otros), y, tras rodar en el Reino Unido la muy británica Su mejor historia (2016), ambientada durante la Segunda Guerra Mundial en el departamento del gobierno inglés dedicado a filmar películas para levantar la moral de la población, da ahora un salto temático, estético y cultural importante para ponerse al frente de esta La contadora de películas.

El film se ambienta en Chile entre 1966 y 1973 (fecha esta última del golpe de estado de Pinochet, como es sabido), en el desierto de Atacama, uno de los lugares más inhóspitos y áridos de la Tierra, en un poblado nacido y crecido al calor de una explotación de sal, materia en la que es riquísimo ese desierto. Ahí conocemos a Medardo, en torno a los cuarenta y pico años, trabajador manual para la empresa alemana explotadora de las vetas de salitre; a su esposa, María Magnolia; y a sus cuatro hijos, tres varones y una chica, María Margarita, todos aún menores al principio de la historia. Cuando Medardo queda inválido por un accidente laboral, los ingresos de la familia menguan considerablemente; siendo todos muy aficionados al cine, y no pudiendo ir a verlo por esa falta de dinero, comisionan uno tras otro primero a los tres varones para que vean la película de turno y después se la cuenten a toda la familia, pero con gran fracaso, cada uno enfrascado en sus propias obsesiones; pero cuando lo hace María Margarita, el éxito es total, hasta el punto de que pronto lo hace para los vecinos, que la siguen con avidez, y, finalmente, se instituye como “la contadora de películas” del pueblo, cobrando un pequeño estipendio de los asistentes que permite a la familia salir adelante. Pero un día la madre, espíritu libre atenazado en aquel pueblo en el culo del mundo, decide volar sola, por sí misma, y aquello será un trauma y el comienzo de una serie de catastróficas desdichas, como diría Lemony Snicket...

La película adapta una de las novelas más conocidas del escritor chileno Hernán Rivera Letelier (nada que ver, aunque pudiera parecerlo por la coincidencia de apellidos, con el que fuera canciller de Allende, Orlando Letelier, bárbaramente asesinado por las huestes de Pinochet en Washington), de título homónimo, publicado en Chile por Alfaguara en 2009. Sobre ese texto, el director y guionista brasileño Walter Salles y sus homólogos españoles Rafa Russo e Isabel Coixet, han realizado un libreto cinematográfico que modifica parcialmente algunos de los eventos que acontecen en la novela, aunque en general respeta la historia, que se antoja en buena medida autobiográfica del propio Rivera Letelier, que se crió precisamente en uno de esos poblados surgidos en torno a las explotaciones salitreras y que, como su protagonista María Margarita, se convirtió en un empedernido cinéfilo que, cuando escribía, aspiraba (y sigue aspirando...) a, fundamentalmente, contar historias.

Lo cierto es que nos parece que quizá Lone Scherfig no era la persona más adecuada para llevar a cabo este proyecto, en gran medida, y sobre todo, un canto de amor al cine. Porque Scherfig se ha caracterizado, al menos hasta ahora, por tener buena mano para lo que podríamos llamar comedia excéntrica, como sus dos éxitos que hemos citado, ambos de principios de este siglo. En otros tonos, como en Su mejor historia, es una cineasta aplicada y solvente, pero nos parece también que carece del toque necesario para insuflar emoción a sus films, la emoción que esta La contadora de películas pedía a gritos. Estamos entonces, o así nos lo parece, ante una pulcra adaptación cinematográfica en la que sobrenada fundamentalmente el cañamazo literario, pero donde casi todos los personajes carecen de peso específico, de carne y sangre, salvo quizá la protagonista, en las tres edades con las que aparece en el film, niña, adolescente y adulta. Pero el conjunto resulta un tanto de cartón-piedra, aunque es verdad que hay algunos momentos en los que el film se reviste de improviso de ropajes puramente cinematográficos, como la desgarrada elipsis con la que María Margarita da cuenta, para quien sepa verlo, de que ha sido violada, narrada por la chica en primera persona a través de la famosa escena de la agresión sexual del melodrama clásico norteamericano Belinda (1948).

¿Es una mala obra La contadora de películas? No, en absoluto: es agradable de ver, y es también una cómplice mirada un tanto nostálgica (inevitablemente: Rivera Letelier creció y vivió en un entorno similar, en una situación económica y social muy parecida) a aquellos duros tiempos, en aquel lugar tan desagradecido, uno de los peores donde vivir en el mundo. Es también, y sobre todo, como decíamos al principio, un canto de amor al cine como forma de contar historias, que pueden (y deben) ser interpretadas por cada espectador, y estos, a su vez, transmitirlas a su manera a otros, como es el caso. Pero no alcanza en ningún momento la conexión emocional que tuvo con el público, por ejemplo, Cinema Paradiso, el paradigma de la película que expresa un amor sin límites al cine.

Film esforzado, que ha requerido la participación de hasta tres cinematografías como la francesa, la española y la chilena, la inclusión de actores y actrices ajenos a la tierra en la que se desarrollan los hechos, en concreto el español Antonio de la Torre, la francesa Bérénice Bejo, y el germano-español Daniel Brühl, le da más tirón popular al proyecto y, en general, se puede decir que hacen un buen trabajo, aunque tal vez el esfuerzo para que su acento (en especial la de la actriz gala) resulte más o menos adecuado al chileno del resto del reparto les haya podido restar convicción en sus intervenciones, con todo perfectamente correctas, aunque tal vez no eximias, como es frecuente en ellos. Muy bien las tres actrices que encarnan a María Margarita, en especial la niña (Alondra Valenzuela) y la adolescente (Sara Becker), ambas todo un descubrimiento, a las que la cámara, evidentemente, adora. Buena factura en general, con hermosa partitura del vasco Fernando Velázquez, plena de las melancólicas reminiscencias que conlleva una historia de recuerdos como ésta, y una bella fotografía, donde predominan inevitablemente los colores terrosos del infierno terrestre conocido como Acatama, del catalán Daniel Aranyó.

(30-10-2023)


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116'

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La contadora de películas - by , Oct 30, 2023
2 / 5 stars
Un canto de amor al cine