Italiano para principiantes

Los niveles de calidad del cine actual no deben estar, ciertamente, por las nubes, cuando esta honesta y simpática cinta danesa nos llega cargada de premios en Berlín y Valladolid, y seleccionada por su país para competir en los Oscars. Se nos dice también que es la primera del polémico movimiento Dogma (iniciado por Lars Von Trier) que dirige una mujer, Lone Scherfig, aunque en este caso la pretendida espontaneidad que distingue a este movimiento fílmico se centre más en el desarrollo que se realiza del guión (escrito y adaptado sobre la marcha por la autora y los propios intérpretes) que en su sencilla y correcta realización.

La cosa va de historia coral, de un puñado de hombres y mujeres, casi todos en situaciones apuradas y con una problemática vital un tanto complicada, que encuentran una salida y un respiro entre sus diferentes desventuras, asistiendo a unas clases de italiano financiadas por el ayuntamiento.

Verdadera terapia de grupo con pretexto idiomático, estos encuentros propiciarán una salida a sus encrucijadas sentimentales y culminarán en una visita a la ciudad de los canales, Venecia, como símbolo de esa lengua y ese país que tanto les ha servido de ayuda.

Los personajes son tan dispares como un irascible jugador retirado, un conserje de hotel, un joven pastor encargado de una parroquia conflictiva, una peluquera o un padre moribundo; todos se van ensamblando con habilidad en la historia, en la que la directora de la cinta incluso se permite alguna sorpresa argumental.

Debatiéndose entre el humor y el realismo, Italiano para principiantes es una de esas obras que caen bien por su sinceridad y su falta de pretensiones, si bien uno no deja de recordar a propósito del personaje del pastor calvinista aquellos relatos densos, terribles, espléndidos, que otro director de origen nórdico, Ingmar Bergman, nos contaba allá por la década de los setenta. Sin duda, el cine y los tiempos cambian… esto es lo que hay.