La delgada línea roja

Aunque el segundo largometraje de Terrence Malick, Días del cielo (1978), gozó de predicamento crítico y de una taquilla razonable, teniendo en cuenta el tipo de producto que era, incluso consiguiendo cuatro nominaciones al Oscar (aunque solo Néstor Almendros conseguiría el suyo a la Mejor Dirección de Fotografía), lo cierto es que el cineasta de Illinois, tras ese film, entra en un largo período de hibernación cinematográfica. Se traslada a Francia, donde residirá tras casarse con una natural del país, ganándose la vida dando clases; durante veinte años permanecerá alejado del cine, dando la impresión de que esa marcha es definitiva.

Pero tras divorciarse de su esposa gala, Malick vuelve a Estados Unidos y reemprende su carrera cinematográfica con la adaptación al cine de la novela de James Jones (el autor del libro De aquí a la eternidad, llevado a la gran pantalla por Fred Zinnemann) La delgada línea roja (1998), en una versión muy malickiana en la que ya se puede observar la tendencia a la solemnidad hueca, a la estética relamida y estéril que se enseñorearía desde entonces de su futura filmografía.

En esta película, de todas formas, aún mantendría Terrence el tipo con una historia que, si bien con demasiada frecuencia busca lo poético (o lo ripioso, según se vea...), resulta aún una trama coherente, con una interesante aunque alucinada línea argumental que describe los combates en 1942, en la isla Guadalcanal, en el Pacífico, entre los soldados norteamericanos y los japoneses, en una historia que busca explorar líricamente la heroicidad y la demencia, esas hermanas gemelas con tan distinta cara (o quizá no tanto...), y que un repartazo lleno de actores muy conocidos (Sean Penn, Nick Nolte, John Cusack, Woody Harrelson, John Travolta, George Clooney, entre otros muchos) hizo que el presupuesto se disparara hasta los 52 millones de dólares, a pesar de lo cual la recaudación mundial casi duplicó esa cifra.

Con este film, nominado para 7 Oscar, de los que sin embargo no consiguió ninguno, se empieza a cimentar la leyenda de un cineasta con una tendencia suicida e inane al preciosismo esteticista, a filosofar y poetizar en vacío, a filmar metrajes extremadamente dilatados sobre la mera nada.

(25-02-2020)