Tenemos a David O. Russell en buena consideración. Ha hecho cosas interesantes, como Tres reyes, e incluso muy interesantes, como la desasosegante El lado bueno de las cosas. Sin embargo, en el caso de esta La gran estafa americana creo que Russell no ha estado muy fino. Ves la película y tienes la impresión de que han dedicado mucho más tiempo a preparar (y a reírse de) toda la ambientación de la década en la que se ambienta, los años setenta (del siglo XX, se entiende), que a contar una historia atractiva.
De entrada, el leit motiv argumental del caco (o estafador) compelido manu militari por el probo funcionario de turno (generalmente del FBI) para que actúe del lado de la justicia so pena de ser enchironado una buena temporada es tan viejo como el mundo. Así las cosas, el protagonista, de persuasivas habilidades para dar gato por liebre al más pintado, se verá inmerso en un tocomocho (legal: se trata de pillar a los malos) que le supera, y que puede incluso acabar con su vida y la de los suyos, cuando de por medio se cruza esa familia que se escribe en mayúsculas, esa Familia con acento italiano y modos padrinescos, que le hace ver las orejas al lobo.
Pero hay tanto detenimiento en esos peinados imposibles (los ricitos de Bradley Cooper, con microrrulos incluidos, el peinado como de majada de vaca de Jennifer Lawrence, los pocos pelos aderezados de Christian Bale, el horrible tupé de Jeremy Renner), en esos trajes ajustados, como de dos tallas menos de las que corresponderían, de esas espantosas camisas entalladas, de esos colores chillones, que parece que lo que importa es el sabor vintage que desprende el filme, como si la ambientación seventy, más que una localización temporal o histórica, fuera el verdadero meollo del filme, fuera su mensaje en vez del medio en el que éste se desarrolla.
Hay también, claro está, su correspondiente historia de celos, con dos hembras de armas tomar que se pelean por su hombre (aunque éste tenga treinta kilos de más y haga más trucos con sus escasos pelos que en sus chanchullos), su conspiración para engañar a los listillos y su último retruécano (qué sería del cine actual sin una última vuelta de tuerca que lo cambia todo…), además de la siempre solvente maquinaria del cine de Hollywood. Pero, qué quieren que les diga, me parece que hay mucho más cine en El lado bueno de las cosas que en este demasiado largo entretenimiento con el que Russell y los suyos se lo han debido de pasar pipa a costa de los modos y modas setenteros, pero que cinematográficamente hablando baja apreciablemente sobre su anterior, y tan entonado, filme.
Entre los intérpretes habría que citar a un Christian Bale gordo como una vaca, en contraposición a su personaje de El maquinista, para el que adelgazó hasta parecer Mr. Anorexia 2004, confirmando con ello que es el equivalente actual al Robert de Niro de los años setenta y ochenta, cuando éste engordaba y adelgazaba brutalmente en función del papel que tuviera que representar. Entre ellas, además de una deslumbrante Amy Adams, nos quedamos con el personaje de Jennifer Lawrence, una chica con un plomazo dado, que no se sabe si es más tonta que astuta se cree, o viceversa… El mentado De Niro tiene un pequeño papel (en plan pavoroso Padrino, qué bien le pega…), aunque curiosamente no está ni acreditado: favores a su amiguete Russell.
La gran estafa americana -
by Enrique Colmena,
Feb 13, 2014
2 /
5 stars
Lo “vintage” es el mensaje
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