Si René Laloux lo fue en el último cuarto del siglo XX, Michel Ocelot es, con toda probabilidad, el más interesante de los cineastas franceses dedicados al dibujo animado en lo que va de siglo XXI. Para conocer más sobre su obra, sugerimos la lectura de nuestro artículo publicado en CRITICALIA, titulado Europa como polo del “cartoon” tradicional en el siglo XXI: menos infantil, más adulto (III). Francia: Michel Ocelot.
Ciertamente, Ocelot pronto dio a entender que su concepción del dibujo animado distaba mucho de ser el típico que se suele tener en general, de corte infantil, muy influido por el evidente cuasi monopolio que Disney ejerce desde hace décadas sobre el “cartoon” industrial. Ocelot, en cortos como Les 3 inventeurs (1980) o este La légende du pauvre bossu (1982), dejó claro que su interés era mucho más artístico que el mero dibujo para pasar el rato, que lo suyo era más un “cartoon” para sensibilidades artísticas adultas antes que para tiernos infantes.
Además, con La légende du pauvre bossu (su traducción literal sería "La leyenda del pobre jorobado"), Ocelot apostó por cambiar radicalmente de estilo, y donde en su anterior Les 3 inventeurs era una delicia de dibujos realizados a base de exquisitos recortables animados, con una paleta de colores primarios con el azul claro como tono fundamental, pero también el blanco más puro, aquí se tratará de una breve historia medievalista, con un tipo de dibujo de escaso movimiento, en el que incluso con frecuencia se nos ofrece solo la viñeta con el dibujo estático.
Con evidentes resabios de El jorobado de Notre Dame, de Victor Hugo, La légende du pauvre bossu presenta una historia ambientada en una Edad Media entre la realidad y la fantasía; los nobles pretendientes llevan sus presentes a la princesa del reino para conseguir sus favores y casar con ella; un pobre jorobado (el del título) quiere llevar a la princesa un humilde ramos de flores silvestres. Tras varios intentos, en los que todos se mofan de él, un noble innoble (perdón por el pleonasmo...) decide castigarlo bárbaramente por su atrevimiento. El jorobado, desnudo y avergonzado ante todos, se rebela y, en justa lucha con el noble felón, lo derrota; pero dos esbirros le atacan por la espalda, acuchillándolo en la joroba. Y entonces, ocurrirá algo prodigioso...
Entre el cuento medieval y el alegato a favor del respeto a la diferencia (una de las constantes en la obra de Ocelot), La légende du pauvre bossu es una hermosa muestra de un tipo de animación distinta, alejada de los antropomorfismos, y que bebe, en cuanto a la presentación de los cortesanos, en modelos como El Bosco o Solana, con oscuros tonos grises, o cetrinos, dando con ello idea de la masa como elemento aberrante, la masa como representación de lo más brutal, lo más primitivo del género humano, el populacho más soez que no es capaz de mostrar la más mínima solidaridad con el que es uno de los suyos, simplemente por su deformidad, que sin embargo ocultará una condición (literalmente) angelical. Cromáticamente resulta llamativo tambié el contraste de que, mientras el coro de nobles y plebe son representados con esos colores oscuros, tristes y penosos, tanto el jorobado (especialmente cuando salga de la crisálida que realmente es y se convierte en lo que deberá ser) como la princesa estarán dibujados en tonos albos, tonos siempre claros.
Sin palabras, solo música y ruidos, humanos o no humanos, el corto avanza con facilidad, sin necesidad de otra cosa que no sean las imágenes, solo algunas de ellas animadas, en una historia sencilla pero no simple, que habla de felonía pero también de amor, de clases pero también de transversalidad, de humillación pero también de rebelión ante la ignominia.
De que no estamos ante un “cartoon” al uso para niños da fe, además del tono tenebrista del tema y su crueldad (aunque tenga un “happy end”), el hecho de que el jorobado sea desnudado por los sicarios del noble felón y desde entonces, antes y después de la transformación que sufrirá, permanecerá así, con sus genitales claramente dibujados, nunca escondidos en esa suerte de acrobacias tan típicas en cine en las escenas con desnudeces masculinas, en una muestra de liberalidad poco habitual en el dibujo animado.
Obra serena y madura, anunciaba ya el talento poliédrico de Ocelot, y mostraba también su capacidad de indagación, de buscar nuevas formas de contar sus historias, de plasmar sus preocupaciones sociales, que siempre han estado, de una manera u otra, en su filmografía.
(28-05-2020)
8'